Malena Mena tenía 22 años. Trabajaba como encargada de limpieza en el Centro Integral de Salud de Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero. Tenía una vida por delante y un hermano que la buscó desesperadamente cuando dejó de contestar el celular. El lunes por la noche, Sergio Mena forzó la puerta del departamento de su hermana tras horas de silencio. Lo que encontró lo marcó para siempre: Malena colgaba de unas prendas de vestir atadas al cuello. Ya no respiraba. Su cuerpo sin vida se transformó en la escena del horror. Esa noche, la policía activó el protocolo. La fiscal Dahiana Pérez Vicens ordenó peritajes urgentes y una batería de declaraciones.

En pocas horas, los testimonios más cercanos desmoronaron la hipótesis de un suicidio. Malena no estaba deprimida. Malena tenía miedo. Y con nombre y apellido: su pareja, un enfermero que trabajaba en el mismo centro de salud que ella, la había amenazado días antes. La había encerrado. Le había apoyado un cuchillo en el cuello. El mismo hombre que, según su entorno, juró que si Malena lo dejaba, él "la iba a matar".
Las sospechas no tardaron en solidificarse. La fiscal solicitó su detención y el juez Silvio Sálice la concedió. El enfermero fue arrestado en la vía pública. Y aunque aún se espera el resultado de la autopsia, la escena -que en un primer vistazo intentó simular un suicidio- se derrumba bajo el peso de los antecedentes violentos. Malena ya había sido víctima. Pero eligió el silencio. Como tantas otras. Porque en un sistema que no escucha, hablar es exponerse al peligro. Y callar, a veces, parece la única salida posible.
Este caso remueve una herida que en Santiago del Estero sigue supurando: la de Luciana Torres, la mujer de 35 años hallada ahorcada en su departamento en diciembre de 2024. En aquel entonces, la familia denunció el encubrimiento y la parálisis judicial. El video que difundieron desde su entorno aún resuena en redes: "Aunque ya no pueda hablar, hoy mi voz se alza más fuerte que nunca. Fui madre, mujer, hija, amiga. Y también fui víctima de femicidio".
En Santiago del Estero, la violencia machista parece toparse una y otra vez con una justicia que llega tarde, o directamente no llega. Historias como la de Malena, como la de Luciana, se encadenan en un espiral sin respuesta. La impunidad no es un accidente: es una estructura que se sostiene con la omisión, el desinterés y la negligencia de un sistema patriarcal que sigue fallándole a las mujeres. Mientras tanto, los familiares se multiplican en el reclamo de justicia. Malena tenía sueños, amigos, una vida modesta pero digna. Lo único que no tenía era protección. Y ahora ya no tiene voz. La tendrá que alzar su hermano. Sus compañeras. Sus amigas. La tendrá que alzar una sociedad que no puede seguir mirando hacia otro lado. Porque cuando una mujer aparece muerta después de ser amenazada, eso no es un misterio: es un femicidio.