Veintiún años no alcanzan para apagar el dolor. Este martes 30 de diciembre, familiares y sobrevivientes de la tragedia de Cromañón volverán a encontrarse para recordar a las 194 personas que murieron aquella noche de 2004 y a las más de 1.400 que sobrevivieron, muchas de ellas con secuelas físicas y psicológicas que persisten hasta hoy. Como cada año, la memoria se hará cuerpo en las calles, en los nombres, en las fotos y en un reclamo que se niega a desaparecer.
La jornada conmemorativa comenzará a las 18 con una misa en la Catedral Metropolitana. Luego, a las 19.30, partirá la tradicional marcha desde Plaza de Mayo hacia el Santuario de Cromañón, en las inmediaciones de Once y Plaza Miserere, donde a las 20.30 se realizará el acto central. Habrá música en vivo en Mitre y Ecuador, con presentaciones de Sebas Fernández, Ferni y el grupo Vamos Negrita, además de otras actividades organizadas por colectivos como Movimiento Cromañón y No nos cuenten Cromañón. "Seguimos marchando porque seguimos pidiendo justicia", resume Fabiana Puebla, sobreviviente del recital de Callejeros del 30 de diciembre de 2004.
Aquella noche, a menos de dos minutos de iniciado el show, una bengala encendió una media sombra de material altamente inflamable. El fuego duró poco, pero el humo tóxico convirtió el boliche en una trampa mortal. Había más de 4.500 personas en un lugar habilitado para apenas 1.031. Las salidas estaban obstruidas, una puerta de emergencia cerrada con candado y la certificación de bomberos vencida. La mayoría de las víctimas murió por inhalación de gases letales como monóxido de carbono y ácido cianhídrico. Muchos de los que lograron salir regresaron para rescatar a otros. Algunos no volvieron.
Otros sobrevivieron, pero cargan desde entonces con cuadros de estrés postraumático, tratamientos psiquiátricos prolongados y una marca imborrable. Diecisiete de los fallecidos se suicidaron años después, en un contexto de abandono y falta de políticas públicas de acompañamiento. La tragedia de Cromañón no fue un accidente inevitable, sino el resultado de una cadena de irregularidades, corrupción y negligencia estatal. Hubo coimas, controles inexistentes, habilitaciones vencidas y un sistema que miró para otro lado. La causa judicial derivó en múltiples juicios, condenas y absoluciones, pero también en una sensación persistente de justicia incompleta.
El entonces jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, fue destituido tras un juicio político, en uno de los efectos institucionales más fuertes del caso. Cromañón marcó un antes y un después en el rock argentino y en la relación entre el Estado, la cultura y la seguridad. Cerró una etapa y abrió otra, más regulada, más consciente, pero nacida del horror. También dio origen a un movimiento social que, más de dos décadas después, sigue activo, movilizado y atento a que la historia no se repita. Este 30 de diciembre, como cada año, la ciudad volverá a detenerse un instante. No solo para recordar lo que pasó, sino para reafirmar que la memoria sigue siendo una forma de justicia. Porque Cromañón no es solo una fecha: es una herida abierta que se nombra, se marcha y se exige, año tras año.