La noticia cayó como una bomba en Suipacha: la Justicia Comercial de Mercedes decretó la quiebra de Lácteos Conosur S.A., la firma que operaba la tradicional planta de La Suipachense, símbolo de la producción láctea bonaerense. La decisión del juez Leandro Julio Enríquez deja a 140 trabajadores sin empleo y a un pueblo entero al borde del colapso económico. El fallo recae sobre Conosur S.A., considerada una pantalla del grupo Maralac, administrado por el empresario venezolano Jorge Luis Borges León, quien quedó inhibido de disponer de bienes, realizar operaciones financieras o salir del país.
La planta ya había detenido su producción a comienzos de septiembre, luego de despedir personal y amenazar con más cesantías, dejando a los trabajadores sin respuesta. Desde entonces, las familias acampaban frente a la fábrica, reclamando salarios adeudados y continuidad laboral, mientras denunciaban un vaciamiento deliberado. El caso de La Suipachense no es un hecho aislado. Apenas una semana antes, la Justicia había decretado la quiebra de Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), la empresa que elaboraba los postres y yogures de SanCor y que dejó a más de 380 empleados y 165 distribuidores sin trabajo ni ingresos.
Detrás de ambas compañías aparecen los mismos nombres: empresarios venezolanos vinculados entre sí -Manuel y Alfredo Fernández, en el caso de ARSA, y Borges León en Conosur-, todos con un pasado común en la gestión de la láctea y un presente marcado por maniobras poco transparentes. En la industria se habla de "quiebras fraudulentas". Los procesos judiciales, señalan, no fueron claros ni abiertos a posibles inversores. "No hubo voluntad real de salvar las plantas ni de proteger los puestos de trabajo", denuncian referentes gremiales del sector. Lo que sí hubo, aseguran, fue una descapitalización progresiva.
También señalan que existió una fuga de capitales bajo el amparo de un Estado ausente. La caída de La Suipachense tiene un impacto que trasciende el drama laboral. En Suipacha, la fábrica era el corazón económico del distrito: motor de la actividad comercial, sostén de las familias y eje de la identidad local. Su cierre implica el derrumbe de un modelo productivo que durante décadas garantizó empleo genuino y valor agregado en origen. Mientras el gobierno nacional insiste en el "orden fiscal" y el "libre mercado", en un contexto de recesión profunda y apertura importadora, las industrias medianas del interior se hunden sin asistencia.
La crisis de La Suipachense y ARSA evidencia la fragilidad del entramado industrial argentino cuando el Estado se retira. Ambas empresas fueron símbolos de una industria alimentaria que alguna vez generó empleo, exportaciones y orgullo nacional. Hoy, son el reflejo de un país donde las pymes caen una tras otra, devoradas por la especulación financiera, la desregulación y la indiferencia oficial.