Apenas concluidos los nueve días de luto oficial por la muerte del papa Francisco, el Vaticano se sumerge en un clima de recogimiento y expectativa: el próximo miércoles 7 de mayo, 133 cardenales de todo el mundo se encerrarán en la Capilla Sixtina para iniciar el cónclave que elegirá al nuevo jefe de la Iglesia católica. Mientras tanto, el último gesto del pontífice argentino ya comenzó a tomar forma: su papamóvil será transformado en un hospital pediátrico móvil que recorrerá la devastada Franja de Gaza. Este domingo se ofició la última de las misas de los Novendiales, los tradicionales ritos funerarios en honor al Sumo Pontífice.
El cardenal Dominique Mamberti, encargado de presidir la ceremonia, habló con la emoción del que estuvo cerca hasta el último momento: "Yo estaba a su lado el día de Pascua. Fue testigo de su sufrimiento pero, sobre todo, de su determinación para servir al pueblo de Dios hasta el final". Será él, como protodiácono del Colegio Cardenalicio, quien proclame el histórico "Habemus Papam" cuando el humo blanco señale que un nuevo Papa ha sido elegido.
La elección se realizará bajo un cerrojo inquebrantable. Este lunes, todo el personal ajeno al cónclave -desde cocineros y médicos hasta los operadores de ascensores- jurará absoluto secreto en la Capilla Paulina. Romperlo implicaría una excomunión automática, una pena reservada para las faltas más graves dentro de la Iglesia. Juan Pablo II estableció la norma en 1996 y Benedicto XVI la reforzó años después: nada de grabaciones, fotos ni filtraciones. La discreción no es una sugerencia, es ley divina.
Las ventanas de la Capilla Sixtina ya fueron oscurecidas y se sellaron casi 80 accesos con plomo. Un piso flotante niveló el espacio para colocar las mesas donde los cardenales, aislados del mundo, votarán a puerta cerrada. Solo saldrán cuando se alcance la mayoría necesaria para designar al sucesor de Francisco. Mientras tanto, técnicos, artesanos y la Guardia Suiza garantizan que todo funcione como un mecanismo sagrado.
La estufa de los cónclaves ya está lista: humo negro si no hay acuerdo, blanco si el Espíritu Santo ha hablado. Pero en el silencio sellado del Vaticano, también resuena un mensaje de vida. A pocos días de su muerte, el legado de Francisco se corporiza en una decisión tan simbólica como urgente: su papamóvil será reconvertido en una unidad médica móvil que recorrerá la Franja de Gaza, para asistir a los niños desplazados por la guerra. Fue su último deseo. "Los niños no son números. Son rostros. Nombres. Historias. Y cada uno es sagrado", decía el Papa. Y esa convicción ahora se vuelve tangible.
Cáritas Jerusalén será la encargada de poner en marcha el vehículo, equipado con instrumental de diagnóstico, vacunas, suturas, pruebas rápidas y suministros esenciales. Médicos y sanitarios recorrerán los rincones más aislados de Gaza cuando la ayuda humanitaria pueda entrar, llevando atención a quienes hoy no tienen nada. "La salud infantil está al borde del colapso en Gaza. Este vehículo representa el amor y la cercanía del Papa hacia los más vulnerables", declaró Anton Asfar, Secretario General de Cáritas Jerusalén. Peter Brune, su par en Suecia, añadió: "Es una intervención concreta, que salva vidas".
Así, mientras en Roma se prepara una de las ceremonias más solemnes del catolicismo, el papamóvil se prepara para cruzar fronteras de dolor, llevando consuelo y asistencia donde más se necesita. En un mundo roto, Francisco quiso dejar un mensaje final: que la fe no solo se predique, sino que se viva.