En una nueva muestra de su estilo provocador y su visión ideológica sin filtros, Javier Milei volvió a cargar contra el Estado regulador, esta vez en el Congreso del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF). Su intervención, más cercana a una prédica libertaria que a una exposición técnica, tuvo un blanco claro: la política monetaria tradicional, el peso argentino y las restricciones al uso de divisas extranjeras. "No es lícito que los gobiernos hayan puesto controles, no es lícito la ley penal cambiaria. Ustedes pueden ahorrar en lo que se les canta el culo", disparó, al justificar la supuesta liberación plena para que los ciudadanos transaccionen en la moneda que elijan.
Pero ese gesto de apertura, en los hechos, aún no se materializa: el propio presidente reconoció que muchas personas no ejercen esa libertad por temor a las represalias. "No lo hacen porque en el fondo tienen miedo de dejar los dedos marcados", afirmó, en alusión al entramado legal que aún penaliza ciertas operaciones en dólares. Frente a este diagnóstico, el mandatario prometió avanzar en una "revolución monetaria de la libertad". Anunció que su equipo económico -formado por la Administración Federal de Ingresos Públicos (ARCA), el Ministerio de Economía y el Banco Central- ya trabaja para desmantelar el andamiaje legal que obstaculiza la dolarización de facto.
En su mira está, especialmente, la ley penal cambiaria, a la que calificó como una herramienta "opresiva" del Estado. El mensaje fue claro: el gobierno buscará legalizar y legitimar la circulación paralela de monedas sin intervención estatal. Lejos de condenar la fuga de capitales, Milei la celebró. "Aquellos que fugaron la plata no son delincuentes, son héroes que les querían romper el o... con el impuesto inflacionario", dijo. Y profundizó la idea con una comparación de trazo grueso: "¿Está mal que ustedes se quieran proteger de un chorro? Son tipos que se escaparon de un régimen opresor que los quería estafar".
Para el presidente, quienes retiraron sus fondos del sistema financiero nacional no lo hicieron por oportunismo, sino como acto de resistencia ante un Estado que considera confiscatorio. Con ese marco, proyectó un futuro de abundancia de divisas y anticipó que esa "explosión de dólares" permitiría avanzar hacia un escenario sin Banco Central, una promesa de campaña que aun no cumplió y, al parecer, estaría lejos de concretarse. "El resultado es que va a haber más dólares que pesos y vamos a poder librarnos del Banco Central", sentenció, reafirmando su viejo anhelo de eliminar la autoridad monetaria.
En ese camino, volvió a defender el esquema cambiario actual y descalificó las críticas sobre un posible atraso del tipo de cambio. "Liberamos el mercado de cambios y el tipo de cambio no subió. El tipo de cambio es libre y siguen hablando de atraso cambiario. A mí se me caería la cara de vergüenza. Son patéticos", lanzó, fiel a su estilo confrontativo. También rechazó que las bandas cambiarias establecidas limiten la libre formación de precios: "Dicen que no es a precio de mercado porque hay bandas", ironizó.
También vinculó la remonetización de la economía con el eventual fortalecimiento del peso, aunque sin emitir más dinero. "Esa remonetización hace que el tipo de cambio tenga que caer", explicó, como si el tipo de cambio se rigiera por principios automáticos de confianza. Sin embargo, admitió que la transición será delicada. "Está el riesgo de que haya empresas que vayan a la quiebra, por eso hay que remonetizar la economía sin emitir dinero", reconoció. En su discurso, el presidente se propuso derribar lo que considera un mito instalado: que una suba del tipo de cambio deriva inevitablemente en inflación. "Durante 90 años, los argentinos creyeron que si subía el tipo de cambio, subían los precios. Eso está mal", afirmó, y sostuvo que su gobierno tiene la tarea de "mostrarle a la gente cómo funciona esto".