Romina Diez sonríe frente a las cámaras mientras elabora uno de los proyectos más polémicos del oficialismo. Diputada nacional por Santa Fe, economista formada en la Fundación Libertad y ferviente defensora del ideario mileísta, se convirtió en la principal promotora de la reforma laboral que el Gobierno quiere aprobar antes de fin de año. Bajo el título de "Ley de Promoción de Inversiones y Empleo", la iniciativa pretende reformar de raíz la Ley de Contrato de Trabajo de 1976 y reinstalar una agenda de flexibilización laboral que el país ya conoció en los años noventa.
El texto presentado por Diez plantea una ampliación de la jornada laboral de 8 a 12 horas, la fragmentación de las vacaciones, la digitalización de los recibos de sueldo, la posibilidad de pagar indemnizaciones en cuotas y la firma de acuerdos individuales que modifiquen convenios colectivos. Según el discurso oficial, el objetivo es "formalizar el empleo, reducir la litigiosidad y atraer inversiones". Pero detrás de ese discurso sobre la eficiencia y modernidad, los sindicatos ven una embestida directa contra los derechos conquistados por los trabajadores durante décadas.
La diputada libertaria asegura que su proyecto busca "adaptar la legislación a los nuevos tiempos", aunque las medidas incluidas reproducen buena parte del capítulo laboral del DNU 70/23, suspendido por la Justicia por afectar derechos constitucionales. En su letra chica, la iniciativa incorpora también la posibilidad de pagar salarios en vales o criptomonedas, la creación de un registro oficial de médicos peritos para controlar licencias por enfermedad, y un tope del 25% en los honorarios judiciales en casos laborales, lo que limita el acceso a la Justicia de los trabajadores despedidos.
El presidente Javier Milei respaldó el proyecto y lo vinculó a su plan integral de reformas: "Para la reforma tributaria tenemos un plan para bajar 20 impuestos ahora, expandir la base imponible, de modo tal que, al bajar las alícuotas, no tenga sentido la evasión", explicó. La "modernización", en su discurso, equivale a desregular. Alineada con esa visión, Diez insiste en que "los países que más progresan son los que abrazan las ideas de la libertad", aunque el costo de esa libertad recaiga sobre la parte más débil de la ecuación: el trabajador. En los pasillos del Congreso ya la apodan "la ejecutiva", un apodo que mezcla que ya deja mucho para analizar.
A los 45 años, Diez se muestra como una mujer pragmática y ambiciosa, decidida a convertirse en una figura clave del mileísmo. En su entorno, pocos desconocen sus vínculos con empresarios del agro y dirigentes del PRO, tejidos durante su paso por la Fundación Libertad, el laboratorio neoliberal que funcionó como semillero del actual oficialismo. Detrás de su tono técnico y su discurso académico, Diez representa la avanzada más dura del gobierno libertario sobre el mundo del trabajo. Su proyecto propone, en los hechos, desarmar el sistema de negociación colectiva y sustituirlo por acuerdos individuales "homologados".
¿Qué significa esto? Cada empleado deberá negociar sus condiciones con el empleador sin respaldo sindical. Una idea que para los gremios implica un regreso al siglo XIX. La CGT y las principales centrales obreras ya anticiparon su rechazo frontal. Consideran que la iniciativa vulnera derechos básicos como la jornada limitada, el descanso, la indemnización por despido y la representación sindical. "Presentan como modernización lo que en realidad es precarización", advirtieron voceros sindicales, recordando que el intento de imponer esos mismos puntos en el DNU fue frenado por la Justicia.
Sin embargo, el Gobierno apuesta a que la nueva composición del Congreso tras las elecciones le permita avanzar con su "paquete de reformas de segunda generación", que incluye también cambios previsionales y tributarios. En ese esquema, el proyecto de Diez es la piedra angular: sin flexibilizar el trabajo, Milei considera imposible atraer inversiones o bajar impuestos. La diputada santafesina parece asumir ese rol con entusiasmo. Divorciada, madre de una hija y protagonista de una agenda mediática constante, combina su militancia en redes con la defensa del ideario libertario. "Soy liberal desde los 14 años", suele repetir.
En los últimos años se transformó en una figura visible del mileísmo, primero como influencer de economía "para no economistas" y luego como una de las voces más ortodoxas del bloque oficialista. Pero más allá del relato tecnocrático y las sonrisas frente a las cámaras, su proyecto condensa el espíritu del nuevo gobierno: reducir al mínimo el papel del Estado, debilitar a los sindicatos y transformar el trabajo en una variable de ajuste del mercado. En nombre de la libertad, Diez impulsa una reforma que amenaza con desproteger a millones de trabajadores y consolidar un modelo donde los derechos se negocian como cualquier otro bien.