En una semana marcada por el hermetismo y las tensiones internas, el presidente Javier Milei confirmó este sábado 22 de noviembre dos cambios clave en su Gabinete: Alejandra Monteoliva será la nueva ministra de Seguridad y Carlos Alberto Presti asumirá como ministro de Defensa, en reemplazo de Patricia Bullrich y Luis Petri, quienes pasarán al Congreso el 10 de diciembre. La Casa Rosada justificó las designaciones como "una continuidad del rumbo que dichos ministerios emprendieron el 10 de diciembre del 2023". Sin embargo, puertas afuera la lectura fue muy distinta: para amplios sectores políticos, organismos de derechos humanos y especialistas en defensa, el Gobierno abrió un frente tan innecesario como riesgoso.
La designación de Monteoliva no sorprendió: era la mano derecha de Patricia Bullrich y su ascenso era esperado en un gabinete donde la ministra saliente se convirtió en un actor político imprescindible para sostener el orden interno del gobierno libertario. Monteoliva, con casi treinta años de experiencia y un extenso recorrido en organismos internacionales -CAF, BID, ONU-, fue presentada por la administración Milei como una continuidad técnica y disciplinada. Pero lo que el comunicado describe como experiencia, la oposición y organizaciones sociales lo leen como el avance de un paradigma "punitivista" que ya mostró su sesgo con el protocolo antipiquetes, los operativos desmedidos y el blindaje político a las fuerzas federales. Su ascenso promete más de lo mismo: más control policial, más mano dura y menos diálogo.
La verdadera bomba política fue la nominación de Carlos Alberto Presti, actual jefe del Estado Mayor del Ejército, como ministro de Defensa. Será el primer militar en ocupar ese cargo desde el retorno democrático en 1983, un hecho que organismos de derechos humanos calificaron como una ruptura peligrosa con el consenso político más sólido de la etapa postdictadura: la conducción civil de las Fuerzas Armadas. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, fue tajante: "Esta idea de poner a un militar como ministro de Defensa es una provocación, es ponerlo en un lugar que no le corresponde, primero porque no está preparado para eso y segundo que no lo sabe hacer". Y advirtió que el Gobierno "está mortificando al país con ideas extrañas y tenemos la obligación de impedírselo".
Carlotto también lamentó en Splendid AM 990 que se inicie "una situación de violencia en la sociedad" y cuestionó tener que vivir "una humillación permanente" en manos de un presidente que "hace los disparates que hace". Con casi cuatro décadas en el Ejército y una carrera ascendente que lo llevó a dirigir el Colegio Militar y comandar la IV Brigada Aerotransportada, Presti representa el núcleo profesional de las fuerzas. Sin embargo, su llegada al Ministerio no está exenta de controversias. Apenas se conoció su nombre, la agrupación H.I.J.O.S. recordó que su padre, Roque Carlos Presti, murió mientras era investigado por delitos de lesa humanidad, acusado de secuestros, torturas y desapariciones durante la dictadura, incluyendo el ataque a la casa Mariani-Teruggi y la desaparición de la bebé Clara Anahí.
La sombra histórica que rodea al apellido no pasó inadvertida y sumó tensión a un anuncio que ya era explosivo. Los exministros de Defensa del gobierno de Alberto Fernández, Agustín Rossi y Jorge Taiana, coincidieron en su repudio. Rossi advirtió: "La designación de Presti es un enorme retroceso para la democracia argentina". Recordó que su nombramiento "involucra a las Fuerzas Armadas en el destino del Gobierno" y cuestionó que Milei mantenga "salarios de hambre" y haya permitido que Petri "destruyera la obra social de los militares". Taiana fue igual de contundente: "Nombrar a un militar como Ministro de Defensa implica la utilización partidaria de las FFAA". Y agregó que la designación consolida una gestión que "incumplió la jerarquización salarial y quebró la IOSFA".
Milei justificó la incorporación de Presti como parte de su misión de "dar un nuevo rol protagónico a la Argentina en el mundo". Lo mismo sostuvo el propio militar en sus redes: "Las Fuerzas Armadas tienen y deben estar a la altura del nuevo rol protagónico que la Argentina tendrá en el mundo de la mano del Presidente Milei". Pero detrás de esa retórica, la realidad política muestra otra cosa. El Gobierno eligió dinamitar uno de los pactos democráticos más firmes: la conducción civil de la defensa, un acuerdo que había resistido cuatro décadas, crisis económicas, alternancias partidarias y disputas ideológicas.