El teatro porteño sobrevive a los tiempos del streaming y los reels de Instagram. Lo hace con su público cautivo y amante de los escenarios, pero también con obras como Viuda e Hijas, estrenada el último miércoles en el Multiteatro Tabarís de Av. Corrientes 821, con Héctor Díaz en la dirección y un elenco formado por Nora Cárpena, María Valenzuela, María Fernanda Callejón, Sofía Gala Castiglione y Gonzalo Urtizberea.
En diálogo con BigBang, Díaz se anticipó al éxito que se espera de la puesta que irá de miércoles a domingos durante los próximos meses. Es un hecho que sabe que tiene la ventaja de poder contar con actrices de primer nivel y confía, también, en el texto del dramaturgo español Alfonso Paso Jr., quien ya se probó con Dos Locas de Remate que protagonizaron Verónica Llinás y Soledad Silveyra.
Su trabajo como director cuenta con una forma particular que lo diferencia de otros. Díaz mastica la puesta junto con los actores y los hace parte del proceso creativo de encontrar el tono y la piel necesarias para identificar personajes y estilos. "Hay que tener mucho coraje para enfrentar esos primeros ensayos donde nadie sabe cómo hacerlo", explica.
El actor y director también analizó el teatro en tiempos del streaming y cómo todavía no maduró la situación en lo audiovisual para conciliar las necesidades expresadas por la Asociación Argentina de Actores y la dinámica de trabajo que utilizan las plataformas. Las tablas porteñas, en ese sentido, son un privilegio por su prestigio mundial y por un público cautivo que se mantiene fiel a la actividad artística más vieja de todas.
Siempre fue un desafío hacer teatro en Argentina, pero en estos tiempos aún más"
Qué desafío hacer teatro en esta Argentina. ¿Con qué se va a encontrar el espectador cuando venga Viuda e Hijas?
- La verdad que sí, que siempre fue un desafío hacer teatro en Argentina, pero en estos tiempos aún más. Se siente esa posición desafiante y casi heroica de seguir adelante con el teatro y con la cultura. El elenco es realmente soñado. En este caso me vino armado, con lo cual fue muy bueno para mí porque estaba muy de acuerdo y no tenía que participar de esa instancia previa, que a veces es muy difícil porque muchos actores están haciendo teatro y es muy difícil encontrar el tiempo y la forma para incorporar al elenco ideal.
Por otro lado, la obra me gustaba mucho. Es de un dramaturgo español (Alfonso Paso Jr.), quien ya se ha probado aquí con bastante eficacia en una obra anterior suya que protagonizaban Verónica Llinás y Soledad Silveyra, que se llamó Dos Locas de Remate, que también la produjo Juan Manuel Caballé, que vuelve a ser productor con Tomás Rottemberg y Nachi Bredeston.
Todo el combo era muy interesante para empezar a ensayar. Y el desafío de conocer a actrices como Nora Cárpena y María del Carmen Valenzuela. Ya me pasó este año con Soledad Silveyra y Luis Brandoni, que también dirigí esa obra, de encontrarme con personajes con tanta historia en el teatro y que forman parte del inconsciente colectivo cultural argentino. Y el desafío que implica eso.
Entonces uno va con cierto prejuicio de cómo va a ser el trato, cómo va a poder encarar a estas personas, y se da cuenta el primer encuentro con ellas, que son como cualquier otro actor y que son humanidades similares a la propia, que tienen sus virtudes, sus problemas, sus dificultades, sus intentos, sus errores, sus miedos al comienzo de un proyecto. Así que volví a confirmar, como me pasó con Solita y Beto, que los proyectos de teatro son un grupo de seres valientes que se unen para poder contar un cuento.
Pero como se inicia sin saber nada acerca de ese cuento, solo algo que está escrito en unas páginas, uno no sabe cómo traducirlo a un escenario. En mi caso no soy el director que lo tiene tan craneado ni bajado a un papel, sino que lo descubre junto con los actores. Entonces nos encontramos todos frente a ese vacío. Hay que tener mucho coraje para enfrentar esos primeros ensayos donde nadie sabe cómo hacerlo.
En términos de competencia hoy no es solamente con el circuito de teatro, por ejemplo el streaming hace que la gente prefiera quedarse en su casa muchas veces, ¿qué sentís que está sucediendo en la cultura como para que se vea este fenómeno y que aún así el teatro resista?
- Me parece que en principio el teatro tiene una historia de tan larga data, quiero decir desde los orígenes del hombre, que por algo perdura en el tiempo. Esta situación de algunos frente a la mirada de otros representando en una especie de ritual casi místico y con un respeto increíble, el hecho de contarse historias para verse reflejados en ellas como un espejo, aprender algo de ese mirarse a ese espejo, y seguir avanzando en la vida. Eso tiene una raíz tan profunda en el tiempo. Siento que es tan primitivo, que hay algo de la perdurabilidad que te diría que tiene que ver también hacia el futuro. Hasta que haya vida sobre la tierra creo que va a haber teatro.
Aunque sea sucediendo en productos de otra naturaleza, pero siempre va a estar la necesidad de observar ciertas formas de convivencia, de los vínculos, modos sociales, de crecer. Todas cosas que al ser humano parece interesarle. Quedarse un rato, más allá de estos tiempos más hiperquinéticos y más veloces, de la velocidad, del instante, de verlo más fugaz, de detenerse una hora y media a observar un único objeto. Y que parte de la misión en ese momento sea estar silenciado respecto de esos múltiples ruidos y estar "obligado" a ver esa historia y extraer de ella algún aprendizaje o alguna reflexión, aunque sea mínima. En ese sentido veo algo saludable de por sí en el teatro, como que siento que nunca será vencido. Es un poco indestructible.
Es cierto que hoy hay mucha competencia de otra índole, hay muchos públicos también diversos. No sé si es el mismo el público del streaming. También en el teatro hay una nueva oleada muy grande de gente que viene del Instagram, del stand up. También otros géneros que compiten con la obra teatral clásica. Donde ahí sí quizás hay públicos que pueden compartir ambas cosas.
Veo algo saludable de por sí en el teatro, como que siento que nunca será vencido"
Hay un público también que, de lo que era el público en Buenos Aires hace 15 años, está un poco más reducido respecto a lo económico. Pero hay un público de alguna manera cautivo del teatro que es muy grande, porque es una cartelera la de Buenos Aires que está en el top 3 de las carteleras del mundo. Quizás no lo terminamos nunca de valorar del todo, pero está a la altura de Nueva York y de Londres. Y eso es muy fuerte en un país subdesarrollado y tan periférico como el nuestro. Eso sí a mí me resulta muy sorprendente más que la perdurabilidad del teatro en general, sino que Buenos Aires sea la plaza que es.
Al mismo tiempo el actor Daniel Loisi hace poco protestaba por la falta de trabajo y marcaba que las plataforma hacen ficciones con los mismos 10 o 15 actores y pasa que hay generaciones de actores que están sobrepasados de laburo y otros que están sin laburo.
- En el área audiovisual eso sí se nota más crudamente, porque el año pasado ha sido un año de muchísimo recorte. Creo que este año ha empezado a moverse un poco más, pero también es verdad que el área del audiovisual no tiende a diversificarse -también la gente que produce es más o menos siempre la misma- y suele ser un nicho donde se llama a actores que ya han demostrado cierta eficacia o ya conocidos, y se suelen repetir. Hay menos riesgo, hay que ir a lo seguro. Hay tanta inversión puesta también que hay que asegurarse cierta rentabilidad.
Entiendo un poco que es un negocio duro el que enfrenta el inversor del audiovisual. Y las plataformas son un modo de producción distinto al de lo que era nuestra vieja televisión. En general castean mucho actores aun con mucho recorrido, porque las plataformas no los conocen. Entonces igual necesitan pasar por el tamiz para que llegue a ciertos directivos y vean si el actor, que le puede rendir al director, le interesa. Hay que todo el tiempo estar en una situación de prueba, que me parece que eso paradójicamente trae un beneficio para el actor, de estar probándonos todo el tiempo frente a una cámara. Me parece que eso está bueno porque tenemos muy poca cultura en el audiovisual de castear.
Ahí tendríamos que aprender mucho de los yanquis, que actores muy renombrados se la pasan haciendo castings y no tienen un orgullo de "por qué me tienen que probar a mí que ya di pruebas de que puedo hacerlo". Bueno, pero después tenés que dar el tono, el color. Entonces está bueno demostrar en una prueba de casting si tenés cierto valor para una u otra cosa. Es un entrenamiento. Eso sí abre una posibilidad que ojalá crezca. No sé hacia dónde irá ese plano. Pero es cierto: en el audiovisual hay trabajo para pocos, no para muchos. Y en el teatro, yo en particular agradezco tener trabajo, pero también si uno va a la cantidad de asociados que tiene la Asociación Argentina de Actores, los que estamos trabajando con cierta continuidad somos un porcentaje muy mínimo. Muy mínimo. No creo que llegue al 4%.
Las plataformas son un modo de producción distinto al de lo que era nuestra vieja televisión"
¿Cuánto de esto atribuís a la realidad económica que está viviendo el país?
- Mucho. Esto viene desde hace mucho tiempo, no es que se ha producido un derrumbe drástico, sino que viene habiendo desde hace mucho tiempo un declive, y Actores, y la Obra Social de Actores incluso, con un trabajo muy deficiente y al borde del colapso, porque no recibe los suficientes aportes que necesita para sostenerse. En general hay que ayudarla desde otros lugares. Hay gente que está haciendo ese trabajo. Tenemos un sindicato muy fuerte y también con un diálogo muy complejo, que yo creo que hay que empezar a ver cómo funciona ese diálogo, con ciertas directivas que manejan las plataformas de cómo son los modos de producción.
Acá tenemos muchas conquistas a través de la Asociación Argentina de Actores que las plataformas no están dispuestas a satisfacer. Como no un trabajo a destajo, ciertos beneficios, no trabajar sí o sí los sábados, no a jornadas de 14 horas. O sea, que no sea un trabajo tan negrero como solía ser. Entonces a mí me parece que hay que encontrar el balance posible entre esas conquistas y la aparición de estos nuevos monstruos que producen en ciertas condiciones, y volverse igual apetecibles para ellos, que nos dan trabajo. Hay ahí una ecuación que yo no sé hacia dónde ir a parar. Me parece que van a pasar unos años hasta que haya un buen diálogo entre esos dos sectores.