Semanas atrás, Marley presentó públicamente a su hija Milenka en una extensa entrevista con Héctor Maugeri para el canal +Caras. Si bien la charla estuvo cargada de momentos emotivos y anécdotas sobre su paternidad, el conductor fue fuertemente cuestionado cuando relató el parto de la menor.
La bebé nació a fines de diciembre de 2024 mediante la técnica de gestación subrogada: "Estuvimos horas y horas pujando, y en un momento el médico dijo: 'hay mucho sangrado'. Me propuso usar una especie de aspiradora para acelerar el parto. Le respondí: 'No, yo quiero que nazca natural'. Entonces me dijo: 'Pero no está encontrando el camino y tengo que priorizar que no haya más sangrado'", relató Marley.

Ante su resistencia inicial, el médico sugirió esperar una hora y media para intentar un parto natural. "A las dos y media de la mañana volvió y me dijo que había mucho sangrado", continuó. Finalmente, se utilizó el método de asistencia mecánica: "Y ahí fue que nació, pero nació dormida", concluyó.
Más adelante, Marley retomó el concepto de "aspiradora" en tono de broma, lo que generó indignación entre muchos usuarios que vieron la entrevista. En el video publicado por Caras en YouTube, se acumularon comentarios como: "¿Por qué él decidía cómo debía ser el parto? Qué asco da", "Eligió aun con riesgo de vida para ella. Esto debería ser ilegal", y "¿Cómo puede priorizar su deseo fetichista por sobre la vida de la mujer?". El rechazo fue masivo.
A raíz del testimonio, temas como el parto respetado y los derechos de las mujeres gestantes volvieron a instalarse en redes sociales. En este contexto, BigBang dialogó con la Lic. Daniela Gasparini, psicóloga especializada en género, derecho, trata y explotación de personas: "El parto respetado es un derecho conquistado. Le otorga estatus de sujeto a quien gesta, le da voz, decisión y garantiza sus derechos humanos", sostuvo.
En Argentina, el concepto de "parto respetado" se afianzó en las últimas dos décadas, especialmente a partir de la Ley 25.929 y del activismo de movimientos feministas. Este enfoque reconoce a la persona gestante como protagonista, con autonomía para decidir sobre su cuerpo. Sin embargo, otro fenómeno crece en paralelo, tensionando ese paradigma: la gestación por subrogación. En un contexto sin regulación legal, con agencias extranjeras operando en la sombra, surgen interrogantes profundos: ¿es posible un parto respetado cuando el cuerpo de la mujer está mediado por contratos económicos? ¿Qué derechos se vulneran cuando alguien gesta por encargo?
Gasparini es contundente: "Toda persona gestante tiene derecho a ser escuchada, estar informada, alojar sus dudas y estar libre de violencia o coerción". Sin embargo, advierte que en muchos procedimientos de fertilización asistida —y especialmente en la subrogación— el cuerpo femenino es hiper-medicalizado: hormonización, intervenciones invasivas, malestares físicos y emocionales. "Si a eso se suma la vulnerabilidad por pobreza, edad, migración o discapacidad, el panorama se vuelve alarmante".
La psicóloga no duda en definir la gestación subrogada como una práctica con trasfondo de mercado humano. En Argentina no existe una ley que la regule ni que la prohíba, lo que genera una peligrosa zona gris: "Es una deuda pendiente. No se puede seguir ignorando esto mientras muchas mujeres jóvenes ven vulnerados todos sus derechos humanos", afirmó.
Ese vacío legal habilita prácticas opacas, negocios encubiertos y una romantización del proceso, muchas veces impulsada por figuras públicas que recurren a agencias en el exterior: "Se instala el imaginario de que se puede 'encargar un hijo', eligiendo incluso rasgos físicos, mientras se invisibiliza la explotación que puede haber detrás", advirtió la entrevistada.
Gasparini advierte que en estos esquemas intervienen tres actores principales: la empresa intermediaria que lucra, el cliente que paga y decide, y la mujer gestante, reducida a "incubadora", sin poder sobre su cuerpo. "Son manipuladas, deshumanizadas, firman contratos que las exponen a situaciones violentas, como parir con dolor porque así lo quiere el cliente. No hay empatía, hay abuso", denunció.
Además, la licenciada reveló que en Argentina ya hay casos de subrogación que están siendo investigados como posibles situaciones de trata y explotación: "Cuando el deseo de tener un hijo se impone sobre la dignidad de otra persona, eso es violencia. La ONU ya advirtió sobre este tema", subrayó, citando el artículo 35 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que prohíbe expresamente la venta y la trata de menores.
En nuestro país, uno de los avances en la materia fue la incorporación de la figura de violencia obstétrica en la Ley 26.485, que la define como un trato deshumanizado, abuso de medicalización y patologización del parto natural. Pero la implementación es débil: faltan recursos, voluntad política y controles reales. Por eso, Gasparini llamó a abrir un debate urgente sobre la subrogación desde una perspectiva de género y derechos humanos, no desde lógicas de mercado: "Si no se regula o prohíbe con criterios claros, seguirá siendo un negocio ilegal donde se mercantiliza a mujeres, y las principales víctimas serán las más vulnerables".
En un tiempo donde el deseo de tener hijos se cruza con biotecnología, contratos y desigualdades estructurales, el desafío es volver a poner en el centro a los cuerpos que gestan. Cuerpos que no son servicios, ni moneda de cambio. Son cuerpos con historia, con derechos, con subjetividad. Si el futuro del parto respetado quiere ser verdaderamente ético, también debe abordar las tensiones que plantea la subrogación. Porque ningún deseo —por legítimo que sea— puede valer más que la dignidad de una persona.
En un mundo que dice avanzar hacia mayor conciencia sobre derechos humanos e igualdad de género, resulta inaceptable seguir naturalizando prácticas que reducen a las mujeres a meras herramientas reproductivas. La gestación no puede ser mercancía ni las mujeres envases descartables. La dignidad no se negocia. Y mucho menos, se alquila.