En 2014, Gerardo Montes de Oca llegó al aula de quinto año de la secundaria de Isla Maciel con una idea tan sencilla como transformadora y, sobre todo, contundente: salir a la calle a pintar murales. "Ese día propuse a los chicos vincular al barrio con el turismo. Yo ya venía haciendo murales y se me ocurrió armar un circuito de arte urbano", recuerda en diálogo con BigBang. Lo que comenzó con un grupo de estudiantes incrédulos ante la posibilidad de que alguien quisiera pintar en un barrio tan estigmatizado, terminó por convertirse en un movimiento cultural con casi novecientas obras y una identidad barrial recuperada.
El primer mural, restaurado recientemente, aún conserva la fuerza de esos comienzos. "No es un mural con un gran mensaje, eran personajes como Mario Bros dibujados por una alumna, pero para mí significa mucho más. Fue salir del aula y apropiarse de la calle", explica Montes de Oca. La respuesta de los vecinos fue inmediata: abrieron sus puertas, ofrecieron paredes y, sobre todo, compartieron la experiencia de ver cómo su entorno cambiaba de la mano del color y la creatividad. "Un vecino me dijo: 'Nadie hizo por el barrio lo que estás haciendo vos'. Ahí entendí que el mural era una excusa", explica el gestor del proyecto Pintó la isla.
Y remarca: "Entendí que lo importante era el encuentro en la calle, la música, el mate compartido, la mesa larga en la vereda". Ese espíritu comunitario permitió que el proyecto creciera sin pausa. Lo que empezó como una iniciativa escolar devino en un fenómeno autogestivo: rifas, donaciones y colaboraciones hicieron posible seguir comprando pintura y organizando pintadas colectivas. Pronto llegaron artistas reconocidos, luego decenas de voluntarios y, más tarde, propuestas de agencias para abrir el barrio al turismo cultural. Así nació el Museo Comunitario Isla Maciel y las visitas guiadas que hoy reciben a turistas de todas partes del Mundo.
¿De dónde? De Francia, Alemania, Estados Unidos y hasta universidades como las de Nueva York y Chicago. "Nunca pensamos que iba a escalar tanto. Siempre supe que había que darle para adelante, aunque la autogestión es durísima", admitió, visiblemente emocionado, el profesor. Montes de Oca asegura que el proyecto rompió prejuicios. "Este era un barrio estigmatizado, vapuleado. Pero siempre hay flores para quien desea verlas, como dice un mural que pintamos con los chicos. Yo estoy convencido de que el arte transforma, de que abre posibilidades y genera vínculos que cambian la energía de la comunidad".
El documental Pintó la Isla, dirigido por Gonzalo Sierra, narra esa historia. "Con Gonzalo nos une una amistad y una sensibilidad compartida. Él supo mirar dónde poner el ojo y contar la esencia del proyecto, porque lo vivió desde adentro, conmigo y con los vecinos. Cuando lo veo me emociona, me da un nudo en la garganta, porque pienso en los chicos que empezaron conmigo y hoy son padres, y en mis hijos que crecieron entre murales", confiesa. Uno de los hitos recientes del proyecto fue el mural de 70 metros realizado en el astillero frente al Riachuelo, visible desde La Boca. "Fue épico", lo define Montes de Oca
Y relata: "Cuarenta artistas que nunca habían pintado algo así se pusieron al hombro la responsabilidad de representar a los chicos del barrio mirando hacia la ciudad, levantando la mano para decir: 'Acá estamos'". El mural no sólo une dos orillas geográficas, también busca tender puentes simbólicos entre la Capital y la Provincia, entre los prejuicios y las posibilidades. A diez años del primer mural, Gerardo imagina el futuro de la Isla Maciel con nuevos talleres, más propuestas culturales y, sobre todo, con la continuidad de un sueño colectivo. "A esos alumnos que confiaron les diría gracias. Gracias por creer en mí, en ellos mismos y en el barrio", expresó.
Según explicó, todos los chicos -hoy adultos- que participaron del primer mural "también tuvieron que romper con el estigma que les habían hecho creer". "Hoy puedo caminar por la isla y lo que más orgullo me da es que me saluden como el profe, como uno más de la comunidad. No hay egos, no hay firmas: es un proyecto de todos para todos". Pintó la Isla ya no es solo un proyecto artístico. Es la demostración viva de que la autogestión, la solidaridad y el arte tienen la fuerza de transformar realidades. Isla Maciel, ese barrio tantas veces relegado y señalado, hoy brilla como una galería a cielo abierto.
Cada mural cuenta una historia y cada pincelada reafirma una verdad: la belleza y la dignidad siempre estuvieron ahí, esperando ser descubiertas. "Yo le digo a toda la comunidad de Isla Maciel que vive en un barrio maravilloso", sentenció Montes de Oca. El próximo 21 de septiembre, día de la Primavera, se estrenará en el cine Gaumont el documental Pintó la Isla que invita a a recorrer el proyecto cultural que convirtió las calles de Maciel en una galería a cielo abierto.