El undécimo mes del año empieza con un déjà vu del anterior: más aumentos. Lejos de encontrar alivio, los argentinos enfrentan en noviembre un nuevo combo de subas que abarcan desde los servicios básicos hasta la salud y la vivienda. Transporte, luz, gas, prepagas, cable y alquileres volverán a presionar sobre los bolsillos en un contexto de salarios estancados y paritarias que corren muy por detrás de los precios. El Gobierno nacional -que mantiene la política de reducción de subsidios y actualizaciones automáticas por inflación- liberó otra ola de incrementos que impactará directamente en el costo de vida. Y mientras los funcionarios hablan de "recomposición tarifaria", millones de hogares se enfrentan a una realidad mucho más cruda: el salario no alcanza para sostener una vida digna.
Alquileres: un laberinto cada vez más asfixiante
Aunque los aumentos de los contratos regidos por la derogada Ley de Alquileres se desaceleraron, los inquilinos siguen destinando buena parte de sus ingresos al pago mensual. En noviembre, esos contratos subirán un 38%, mientras que los acuerdos actualizados por inflación verán incrementos de entre 6% y 8,5%. En números concretos: un alquiler de $600.000 pasará a costar entre $636.000 y $651.000.
El mercado, completamente desregulado desde fines de 2023, se mueve ahora bajo "libertad contractual", una libertad que parece beneficiar solo a los propietarios. Los nuevos contratos se pactan por períodos más cortos, con ajustes trimestrales y cifras atadas al IPC, lo que convierte el acceso a una vivienda en un lujo cada vez más exclusivo.
Prepagas: salud para pocos
Las empresas de medicina prepaga confirmaron que las cuotas volverán a subir entre 2,1% y 2,9%, incremento que también alcanzará a los copagos. Aunque el Gobierno habilitó la posibilidad de usar los excedentes de los aportes para aliviar el gasto, el impacto será mínimo. Las consultoras del sector advierten que cada vez más familias se ven obligadas a bajar de plan o directamente abandonar la cobertura privada. La medicina, en la Argentina de Milei, se vuelve un bien de mercado más, al alcance de quienes pueden pagarlo.
Transporte: subas que golpean el día a día
Desde el 1° de noviembre, viajar en colectivo -tanto en CABA como en el conurbano bonaerense- será un 4,1% más caro. El boleto mínimo pasará a costar $573 en el Gran Buenos Aires y $568 en la Ciudad. También sube el subte, que alcanzará los $1157 por viaje, mientras el premetro llegará a $404,95. La medida, enmarcada en la reducción de subsidios al transporte, golpea de lleno a trabajadores y estudiantes, para quienes el gasto diario en movilidad ya representa una porción significativa del ingreso.
Luz, gas y combustibles: tarifas que no dejan de subir
La Secretaría de Energía, encabezada por María Tettamanti, confirmó que las tarifas de luz y gas aumentarán en promedio 3,8% desde el 1º de noviembre. El ajuste supera la inflación de septiembre (2,1%) y se suma a una secuencia de incrementos mensuales que ya llevan más de un año. En paralelo, el Gobierno aplicará una suba parcial en el impuesto a los combustibles líquidos, lo que derivará en un nuevo aumento del litro de nafta y gasoil. Desde agosto, YPF dejó de informar públicamente los incrementos, lo que convierte cada carga de combustible en una incógnita más dentro de una economía imprevisible.
Cable y telefonía: otra tarifa que se actualiza sin freno
Las empresas de telecomunicaciones también informaron subas de hasta 3% desde los primeros días del mes. Internet, telefonía celular y cable, servicios esenciales en la vida cotidiana, siguen ajustándose por encima de los salarios.
Inflación que no afloja, salarios que no alcanzan
Pese a los discursos oficiales sobre una supuesta desaceleración, la inflación sigue siendo la gran protagonista. Los precios suben todos los meses, pero los ingresos no acompañan. La mayoría de las paritarias de 2025 se cerraron con aumentos por debajo del IPC, lo que significa una pérdida real del poder adquisitivo que se arrastra desde hace años. Noviembre, entonces, se perfila como otro mes en el que la economía doméstica se vuelve un campo de resistencia. Cada boleta que llega, cada renovación de contrato, cada visita al supermercado o al surtidor se convierte en una batalla más por sobrevivir a un modelo que ajusta desde abajo.