En una jornada marcada por el caos, la jueza Julieta Makintach fue acusada de protagonizar un documental secreto sobre el juicio por la muerte de Diego Maradona. El abogado Rodolfo Baqué la llamó "basura" en plena audiencia, mientras Verónica Ojeda y Gianinna Maradona lloraban desconsoladas. De esta manera, el juicio por la muerte de Diego Armando Maradona se convirtió, este martes, en un drama judicial sin precedentes. En la vigésima audiencia del debate oral, el salón del Tribunal Oral en lo Criminal N.º 3 de San Isidro se transformó en un escenario de lágrimas, gritos, acusaciones cruzadas y revelaciones dignas de una serie de Netflix.
Todo, en torno a una figura inesperada: la jueza Julieta Makintach, ahora en el ojo del huracán por su presunta participación en un documental secreto titulado Justicia Divina. Fue el fiscal Patricio Ferrari, con un tono cargado de indignación, quien desnudó el escándalo: presentó ante los jueces, los siete imputados, y los familiares de Diego, un tráiler de un minuto que dejó al recinto en estado de shock. Allí se ve a la magistrada Makintach hablando frente a cámara sobre elementos sensibles del proceso, reconstruyendo escenas clave de las audiencias, y hasta relatando detalles forenses de la muerte del astro argentino.
La magistrada, aparentemente, no solo impartía justicia: también actuaba. El abogado Rodolfo Baqué, defensor de la enfermera Dahiana Madrid, no contuvo la furia. Se levantó de su asiento apenas terminó el video, apuntó con el dedo hacia la jueza y estalló: "¡Basura, sos una basura! ¿Por esto me echaste?". El estallido fue tan abrupto como brutal. Verónica Ojeda y Gianinna Maradona, presentes en la audiencia, no pudieron contener las lágrimas. Se quebraron ante la escena, como si la figura de Diego volviera a ser ultrajada, esta vez, por quienes debían custodiar su verdad. El clima se volvió irrespirable.
Los jueces Maximiliano Savarino y Verónica Di Tomasso exigieron orden: "Doctor Baqué, si no se calma, tendrá que retirarse." El abogado, visiblemente alterado, se disculpó: "Pido perdón. Cuando uno es humano, se equivoca y pide perdón". Pero el daño ya estaba hecho. Minutos antes, la propia Makintach había intentado despegarse del escándalo con un largo y dubitativo descargo, carente de pruebas y respuestas. Incluso, intentó escudarse en su rol de mujer.
Frente a la sala abarrotada, dijo que no veía "hechos precisos" que pusieran en duda su imparcialidad y admitió haber dado una entrevista a una amiga de la infancia, aunque -según ella- el contenido era íntimo y sin fines mediáticos. "Fue un domingo a las cinco de la tarde", explicó, como si el horario suavizara el contenido. "Yo no me voy a apartar, no voy a dar lugar a la nulidad de este debate porque no lo merece", afirmó minutos después.
Sin embargo, la realidad era otra. El fiscal Ferrari desenmascaró lo que llamó "una gran operación mediática": no solo había un video, había un guion completo, seis capítulos planeados, traducciones en varios idiomas y escenas donde la jueza detallaba pruebas reservadas del expediente. Todo ello, sin el consentimiento de ninguna de las partes, y en pleno proceso judicial. "Esto fue un reality. Makintach ofició de actriz, no de jueza", disparó Ferrari, lapidario.
El documental, bautizado como Justicia Divina, pretendía ser una docuserie que resumiera las audiencias cada dos semanas, recreara la muerte del Diez y mostrara los momentos más icónicos de su vida, intercalados con el juicio. La estrella, sin lugar a dudas, era la propia jueza Makintach. La revelación provocó un cimbronazo institucional. Mientras se abre una causa penal paralela que investiga a cuatro personas -tres ya identificadas- por filmaciones no autorizadas dentro del recinto judicial, la credibilidad del proceso tambalea. Makintach, lejos de apartarse, fue tajante: "No me voy a correr. No hay ninguna sospecha de falta de neutralidad".
Pero a esta altura, la neutralidad parece haber quedado sepultada bajo un mar de dudas, guiones, y cámaras encubiertas. "Buenos días a todos. Solicité al presidente del tribunal la palabra porque les había anticipado al cierre de la jornada anterior que, ante la existencia de esta denuncia, yo iba a ver de qué se trataba y ver si había serias valederas y serias para que yo me apartara de este debate. No veo hechos precisos, claros, potencialmente ilícitos, penalmente relevante, del cual yo pueda darle alguna explicación. No hay sospecha ninguna de falta de neutralidad. No advierto en todo este trajín que mi imparcialidad esté en juego", dijo la magistrada.
Lo cierto es que lo que debía ser un proceso doloroso pero necesario para esclarecer la muerte del ídolo, terminó convertido en un espectáculo judicial que pone en entredicho la ética de quienes lo conducen. Los gritos de Baqué, las lágrimas de Ojeda y Gianinna, y la bronca de los fiscales pintan una escena que huele más a escándalo que a justicia. "Me es importante decir, no hay sospecha ninguna de falta de neutralidad. Yo lamento de verdad todo este tiempo, si fue necesario por su paz esta interrupción del debate, ojalá podamos continuar", sentenció la jueza Makintach, de alguna manera fingiendo que nada ocurrió.