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Hijos, poder y causas judiciales: La culpa es de Fidel

"Ser responsable, por propia voluntad, del dolor de un hijo implica una escala de gravedad diferente, que no llego a dimensionar", asegura el abogado Bernardo Beccar Varela en una columna para BigBang.

08 Abril de 2016 16:31
Hijos, poder y causas judiciales: La culpa es de Fidel
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Hace un par de días escribí un tuit que decía algo así: “Reflexión lado B de las últimas noticias sobre corrupción, en todos ellos se involucra a los hijos. Inentendible”.

Varias noticias nos informaban de hijos que estaban involucrados en supuestos actos de corrupción de sus padres. La hija de Ricardo Jaime, los hijos de Lázaro Báez, de Pérez Gadín. Hasta el mismo Presidente, Mauricio Macri, involucrado por el accionar de su padre, Franco.

Mauricio y Franco Macri.

De hecho, ahora mismo leo en las noticias que, efectivamente, un fiscal le pidió al juez que instruye la causa que detenga a una de las hijas de Jaime.

No me interesan los juicios morales, y menos sobre hechos que no conozco en profundidad y de los cuales no tengo certeza siquiera de que hayan sido probados. La idea que me da vueltas en la cabeza y me tortura tiene que ver con otra cosa.

Hoy a la mañana llevé a mis hijos al colegio. Hace un par de días que siento la necesidad de estar más con ellos, y es muy probable que esa necesidad esté relacionada con estas cosas que pienso. Mientras manejaba (ellos iban en silencio escuchando la radio que les gusta y que yo detesto) me acordé de algo que escribí en una de las novelas que espero publicar alguna vez.

Una de la hijas de Ricardo Jaime, también involucradas judicialmente.

Allí, el narrador y protagonista atravesaba una situación en la cual temía por la suerte de sus hijos. No recuerdo bien el contexto. Pero sí lo que contaba. Decía que al nacer cada uno de sus hijos, había aprendido una dimensión nueva del amor. Nada tenía que ver con lo que conocía, como el amor a su pareja, sus padres, sus hermanos o sus amigos. Era un amor irrenunciable, inmenso, desinteresado. A la vez, había conocido una dimensión del dolor también ignorada, una desesperación total, enorme, ante el dolor de los hijos. Terminaba su reflexión reconociendo que uno está dispuesto a entregar la propia vida, su cuerpo, si con ello apacigua el dolor de un hijo.

Escribo esto y me vienen a la cabeza algunas imágenes, algunos recuerdos, que me erizan la piel. Como los treinta segundos en la playa en que perdí de vista a unos de mis hijos, de apenas dos años. O la vez que el médico nos dijo: “puede ser neurológico el daño”, al ver que mi hija al nacer no conectaba con el exterior. Ver a los hijos sufrir, creo, es el verdadero horror.

"No puedo ni siquiera figurarme la posibilidad de ver a un hijo preso (ya una situación dolorosísima) y ser, además, responsable de semejante castigo

Pero ser responsable, por propia voluntad, del dolor de un hijo implica una escala de gravedad diferente, que no llego a dimensionar. “Misterios” los llamaría madre, poniéndole voz a una religión que todo lo explica, que a todos tranquiliza.

Por mi parte, aunque no exista en el diccionario de la Real Academia, no encuentro otra palabra que la que escribí en el tuit: inentendible.

No puedo ni siquiera figurarme la posibilidad de ver a un hijo preso (ya una situación dolorosísima) y ser, además, responsable de semejante castigo.

"La culta es de Fidel", la película de Julie Gavras. 

Hace muchos años vi una película en el cine que me pareció muy interesente, La culpa es de Fidel. No se trataba de actos de corrupción, ni mucho menos, pero sí de la mirada de una hija (una niña) ante las difíciles opciones de los padres.

No tengo dudas de que muchas de mis opciones son difíciles de asimilar por mis hijos. De hecho me las cuestionan expresamente, y mucho más de lo que a mí se me ocurría cuestionar a mis padres (lo que celebro). A qué me dedico, dónde vivimos, a qué colegio los mando, etc.

Pero la idea de involucrarlos en actos, en opciones, que puedan tener tamañas consecuencias... ¿Quién puede vivir con eso?