El Método Kairós Teatro tiene un nuevo as bajo la manga. Desde el 5 de septiembre, todos los viernes a las 22:30, se presenta "Poker Indio", la obra de Alfredo Megna que mezcla humor, nostalgia y un retrato entrañable sobre la identidad y el desarraigo. La propuesta, dirigida por Cristian Forteza, cuenta con un único -pero muy reconocido- protagonista en escena: Jorge Lorenzo, quien despliega un abanico de personajes que hacen reír, emocionar y pensar.
En diálogo con BigBang, Lorenzo habló sobre el detrás de escena de la obra, su vínculo con el humor, el peso de la mirada en su carrera, sus ya habituales papeles como el personaje "malvado", "oscuro" o el típico villano y la delgada línea que lo separa entre el actor de culto y el rostro masivo. Aunque no vivió un desarraigo real como el personaje central de Poker Indio, Lorenzo encontró en el texto un puente hacia sus propios recuerdos. "No nací en un pueblo, pero sí en un barrio muy popular, Lugano, que en esa época parecía un pueblo. Jugar en la vereda, los vecinos, las costumbres... Todo eso me trajo a mi infancia", cuenta.
El actor, protagonista de La larga noche de Francisco Sanctis ; La Herida, 1978, El Marginal, Casi Ángeles, Alma Pirata, ATAV 2 y En el Barro, entre otros muchos éxitos, destacó que Poker Indio "le trajo recuerdos de mi infancia". "Además hay uno de los personajes que es el silbador, y el que silbaba muy bien era mi viejo. Mi viejo siempre me llamaba con un silbido de donde estaba para que lo escuche lejos, porque silbaba muy bien. Ahí encontré mi conexión personal con la obra", recuerda, con una sonrisa.
Esa conexión es la que lo ayuda a transitar el delicado equilibrio entre el humor y la melancolía que propone la pieza. "La historia va mechando situaciones graciosas con momentos emotivos, pero nunca cae en el bajón. La melancolía es más de decir 'mirá lo que me perdí' que de lamentarse por la vida. Eso hace que el espectador se ría, pero también se vaya con algo en el corazón. Eso es más llevadero para la gente. A mi me encanta hacer reír y emocionar al mismo tiempo, me encanta", expresó.
La complicidad con el director es otro de los secretos de esta puesta: "Con Cristian (Forteza) vengo trabajando hace más de diez años. Es muy exigente, sobre todo con la forma de decir el texto: lo trata como si fuera una sinfonía. Al principio puede ser duro, pero cuando entendés su método, se convierte en un placer. Esta vez, además, se sumó como asistente de dirección Elena Irene Avena, que es mi amiga de toda la vida. Cada ensayo fue casi una reunión de amigos".
Aunque su rostro es conocido por millones gracias a su papel de Capece en El Marginal, Lorenzo admite que el teatro es su verdadera casa. "Yo hago televisión y cine para que la gente venga a verme al teatro", confiesa con seguridad y agrega, contundente: "El personaje de Capece fue muy oscuro al principio, pero después mutó y empezó a tener toques de humor que la gente adoró gracias a la pareja que hacíamos con Gerardo Romano (Sergio Antín). Sin embargo, el público joven del Marginal no es muy teatrero, por cuestiones de hábito o de bolsillo. Recién con otras series como En el Barro empecé a ver más gente que me para por la calle", detlla.
Y añade: "Es ahí donde me pregunta dónde pueden verme en vivo". Su look, que al principio fue un obstáculo -al punto de que lo rechazaron para una producción de Romeo y Julieta a sus 22 años- terminó convirtiéndose en su marca registrada. "Hoy no me cambiaría nada. Ni loco me haría un injerto de pelo. La pelada ya es parte de mí. Es mi marca registrada. Y además, la mirada es mi gran herramienta. Luis Ortega me dijo cuando me eligió para El Marginal: 'No importa el tamaño, vos imponés respeto con los ojos'." Esa mirada, que alguna vez lo hizo salir enojado del casting de El Marginal dejando folletos de teatro sobre la mesa, fue la que lo catapultó.
Y es que aquel arranque de furia, sumado a su brillante desempeño sobre las tablas, le abrieron las puertas al papel que le dio masividad. "Ssa mirada la saqué con ellos el día que hice el casting. El actor que le tocó hacer el casting conmigo ni siquiera había leído la escena, no se sabía la letra, nada. Y nos hicieron entrar juntos, él hacía el preso y yo el guardiacárcel, y encima por el texto y como venía la escena, el ritmo lo llevaba él. Yo contestaba a lo que él hacía. Fuimos como inventando una escena porque encima la productora le dijo ´bueno, si no la sabés, leéla´. Y estaba tan nervioso que leía re mal. Y bueno, yo me empecé a enojar genuinamente", relató.
Y continuó: "Yo lo que empecé a mirar como diciendo ´nos estás cagando el casting´. O sea, te mato, más o menos. Porque no sabía que iba a ser tan groso como terminó siendo El Marginal, pero sabía que iba a ser una producción importante. En un momento dado que estaba mirándolo, con llamas en los ojos, la productora me dijo ´bueno, Jorge, ya está´. Yo no pude hacer nada acá y ahí me calenté mal todavía. Yo pensé que me decía que no había quedado. Entonces agarré cuatro folletos de teatro, yo estaba haciendo Cámara Lenta en ese momento, se los puse arriba de la mesa y dije ´bueno, si me quieren venir a ver actuar, vengan acá, porque yo acá no pude hacer nada´".
Por este motivo, admite con humor: "El malo garpa". "Para Capece me ayudó mucho Sebastián Ortega al principio a encontrar el personajea través de cosas mías vividas, de momentos en los que fui medio reprimido por policía en la época que yo estudiaba teatro, que era el final de la dictadura. No reprimido exactamente, pero era como que todas las noches salíamos de la escuela de arte dramático, que es lo que ahora es UNA (Departamento de Artes Dramáticas), y nos ponían contra la pared y nos palpaban. No teníamos nada. O sea, para ellos éramos subversivos porque estudiábamos arte nada más, viste. Pero yo me acuerdo de esas miradas de esos tipos, que ellos disfrutaban con el miedo nuestro. El causarnos temor era disfrute. Y bueno, contándoselo a Ortega, me dice ´¡Eso es Capece!´".
Al hablar del famoso "pelado" de El Marginal, remarcó las palabras del guionista y director: "Capece disfruta haciendo asustar al otro, creando miedo. Llevémoslo por ahí. Es un tipo perverso". "Pero ojo, disfruto tanto de asustar como de hacer reír. Y hacer reír es mucho más difícil", aclara. Lorenzo también recuerda que hubo años en los que estuvo alejado de la escena, trabajando de forma intermitente. "Nunca pensé en abandonar del todo, pero sí me corrí un costado. Recién a partir de 2011 empecé a encadenar trabajos y desde ahí no paré. Hoy elijo material que me haga feliz."
Incluso atesora el recuerdo de la maestra que lo alentó de niño a subirse a un escenario. "En mi casa nadie es artista, así que que alguien te diga 'vos vas a ser actor' es como una caricia. Años después vino a verme y me dijo: '¿Viste que yo tenía razón?'." Además de Poker Indio, Lorenzo sigue presentando Del barrio a la Mondiola, un sainete que él mismo escribió y actúa. "El primer día que escuché la carcajada del público sentí alivio. Sabía que era graciosa, pero cuando ves que la gente se divierte es un placer enorme. Siempre digo que hacer llorar es más fácil que hacer reír. Por eso, cuando la gente se ríe y se emociona en la misma función, siento que valió la pena".