Por esas cosas del destino, todo empezó con una invitación escolar. "Mi mejor amigo del colegio jugaba en Muni y me llevó a una práctica. La velocidad y la dinámica del juego me encantaron. Volví a casa y empecé a patinar todos los días en la calle", recuerda Juan Mandayo con una sonrisa. Lo que no imaginaba aquel chico de 9 años, que jugaba al hockey en una vereda llena de fútbol, es que ese impulso inicial lo llevaría a representar a la Argentina en competencias internacionales, a fundar la Asociación Argentina de Hockey sobre Hielo y en Línea (AAHHL), y a convertirse en uno de los grandes motores del desarrollo de este deporte en el país y en la región.

Economista de formación y vecino de San Isidro, Mandayo se formó como jugador en GEBA y más tarde en Perú Beach, un club que también supo potenciar. Su recorrido lo llevó a competir en mundiales, ser parte de selecciones nacionales, capitanear equipos y, ya fuera de la pista, convertirse en dirigente, entrenador y formador. "La etapa de jugador fue la mejor, pero también la más desafíos. Cuando jugás un deporte amateur, el tiempo y el dinero nunca alcanzan para todo lo que querés hacer", confiesa.
Y no exagera: sus años universitarios en la Di Tella coincidieron con los picos de su carrera como jugador, y lejos de encontrar apoyo, chocó con una pared. "Mi discusión con la Universidad era que en cualquier institución de Estados Unidos o Europa yo estaría becado y sería un orgullo. Pero lamentablemente no sucedía eso en Argentina. Esto me perjudicaba los entrenamientos y los viajes", reconoce en diálogo con BigBang.
El cambio a la siempre prestigiosa UBA le permitió retomar los entrenamientos, pero también dejó en claro el abismo entre el modelo argentino y el internacional. "Decidí, luego de 3 años, irme a la UBA y ahí pude manejar mejor mis tiempos y terminar mi carrera de economía. La economía y el deporte se complementaron muy bien ya que la disciplina en el estudio y en los entrenamiento son lo mismo", destacó y sumó: "La parte de análisis matemático de microeconomía me permitió ayudar en tanto a la AAHHL (Asociación de Hockey sobre hielo y en Línea ) como en el proyecto de Universidad Tecnológica de Pacheco, donde armamos una pista de roller".
Uno de los hitos más importantes de su carrera fue, precisamente, la creación de la AAHHL. Gracias al respaldo de Hugo Porta, entonces Secretario de Deporte, la nueva asociación obtuvo afortunadamente un espacio en el Cenard y logró afiliarse a la Federación Internacional. "Eso nos permitió competir contra los mejores países del mundo. Fue el comienzo de una historia hermosa", dice Mandayo. Desde entonces, el hockey argentino -tanto en línea como sobre hielo- no dejó de crecer, aunque, como él mismo remarca, "todavía queda muchísimo por hacer". "Hoy vemos el real impacto de eso. Con más clubes y jugadores por todo el país", insiste.
En paralelo, Juan fue uno de los impulsores de la Liga Nacional y la Metropolitana, dos torneos que marcaron un antes y un después para los jugadores del interior del país que buscaban progresar en este deporte. "Integraron regiones, dieron visibilidad y generaron una estructura para que hoy haya más clubes y más jugadores", señala con orgullo. Practicar hockey sobre hielo en Argentina es, literalmente, patinar contra todo. "En realidad el clima lo tenemos. Lo que no hay es inversión en infraestructura", explica. Y pone ejemplos concretos: recién hoy, después de 45 años de historia, el país tiene su primera pista de hielo techada en Buenos Aires.
Esto último -aclaró- gracias a una iniciativa privada. Ushuaia tiene una pista hermosa, pero al aire libre, solo útil en temporada invernal. En el sur, algunas pistas más pequeñas completan el mapa escaso de un deporte que, a pesar de las limitaciones, no deja de avanzar. "La parte financiera es el desafío más grande. A excepción de algunos privados, no hay expectativas de crecimiento sostenido. Y si deportes como el rugby o el hockey sobre césped, que son enormes en el país, aún no se profesionalizaron, el hockey sobre hielo está a años luz de eso. Tenemos muy poco capital invertido en este deporte", lamenta.
En 2018, Juan fue parte del staff técnico del equipo de hockey sobre hielo de la Universidad de Miami, donde se desempeñó como asistente defensivo. La experiencia lo marcó. "En Estados Unidos, deporte y educación van de la mano. Las universidades buscan que los estudiantes desarrollen habilidades fuera del aula. Si no sos buen alumno, no jugás. Si no rendís como deportista, perdés la beca. Y la infraestructura que tienen es impresionante", destaca
Esa vivencia lo llevó a enfocarse en un nuevo rol: buscar y acompañar talentos argentinos en el exterior. "Buscamos chicos con raíces argentinas que hayan crecido jugando en lugares con más desarrollo. La diferencia técnica es enorme, pero por suerte cada vez tenemos más jugadores locales que pueden adaptarse mejor", dice. Para él, la clave es simple: "La competencia es todo. Uno puede entrenar solo, pero sin partidos no hay crecimiento real".
A lo largo de su carrera, Mandayo aprendió a levantarse cada vez que cayó. Literal y simbólicamente. "El hockey me enseñó eso: que solo el esfuerzo y las derrotas te hacen crecer. Solo seguir intentando y corrigiendo errores te permite estar tranquilo con vos mismo y disfrutar del camino". ¿Y qué le diría hoy a un chico que sueña con ser jugador profesional en un deporte sin flashes ni sponsors? "Que lo haga por él. Para sentirse bien consigo mismo, dar el máximo y disfrutar. Lo demás puede o no llegar, pero lo importante es el hoy". Cuando se le preguntó por el futuro, Mandayo no dudó: "Me encantaría ver más canchas, programas universitarios, y un trabajo conjunto entre el Estado y las federaciones. Si eso sucede, el impacto sería impresionante. El deportista argentino tiene un plus de actitud y pasión que no se ve en todos lados".
Hasta que ese día llegue, él seguirá haciendo lo que sabe hacer mejor: patinar contra la corriente, construir desde abajo y dejar huella. Porque, como dice Juan Mandayo, el hockey no se trata solo de goles o medallas: se trata de caerse y levantarse. Todo el tiempo.