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Horror

¿Brote, abandono o desidia médica? El espanto detrás de la tragedia en Villa Crespo que nadie vio venir

Los investigadores creen que la autora del crimen estaba bajo tratamiento psiquiátrico desde hace al menos dos meses.

22 Mayo de 2025 09:51
Asesinó a puñaladas a su esposo, Adrián Seltzer, y a sus dos hijos, Ian (15) e Ivo (12)
Asesinó a puñaladas a su esposo, Adrián Seltzer, y a sus dos hijos, Ian (15) e Ivo (12)

Un departamento ordenado, sin signos de violencia externa. Puertas blindadas cerradas. Cuerpos apilados en habitaciones distintas. Una familia destruida en la más absoluta intimidad del horror. Así fue la escena que encontró la empleada doméstica el miércoles al mediodía en el sexto piso del edificio ubicado en Aguirre al 200, en el barrio de Villa Crespo. La tragedia dejó cuatro muertos: Laura Fernanda Leguizamón, de 51 años; su esposo, Bernardo Adrián Seltzer, de 53; y sus dos hijos, Ian (15) e Ivo (13). Todo apunta a que la madre fue la autora de los asesinatos, antes de quitarse la vida con una puñalada al corazón.

Laura Leguizamón y Adrián Seltzer
Laura Leguizamón y Adrián Seltzer

Lo que en un primer momento se creyó un femicidio seguido de un filicidio, tuvo un giro devastador. Las pericias forenses revelaron que la mujer no presentaba heridas defensivas y que las lesiones en los cuerpos de su familia eran compatibles con un ataque por sorpresa, desde adentro. Seltzer dormía. Ian e Ivo intentaron huir. Uno murió en su cama; el otro, en el pasillo, acuchillado por la espalda. ¿Quién era Laura Leguizamón? ¿Qué ocurrió en la mente de esa mujer para que en las primeras luces del día apuñalara a sus hijos y a su esposo? Y, más aún, ¿por qué nadie lo vio venir? Por ahora, sólo hay una afirmación: Leguizamón estaba bajo tratamiento psiquiátrico.

Así lo confirmó su propia hermana y también lo notó Lucía, la empleada doméstica, quien advirtió en los días previos que Laura "estaba distinta". Había tenido una recaída hace dos meses, tras una historia clínica marcada por antecedentes de internaciones. A pesar de eso, convivía con sus hijos y su pareja. ¿Qué tipo de seguimiento recibía? ¿Estaba medicada? ¿Su médico sabía lo que estaba ocurriendo? ¿Alguien lo sabía? La Justicia ya baraja la posibilidad de que el psiquiatra tratante sea citado como responsable, ya que podría llegar a tener cierta responsabilidad en el caso si se comprueba que la acusada no recibía el tratamiento correspondiente.

En la Argentina, un profesional de la salud mental puede ser imputado si se prueba negligencia en el tratamiento de un paciente que luego se daña a sí mismo o a terceros. Y en este caso, las consecuencias fueron fatales. Cuando el reloj marcaba las 13:30 del miércoles, Lucía abrió con su propia llave. Se topó con Ian tirado en el pasillo. Pensó que estaba desmayado. Entró en shock. Llamó a la vecina del 6 "B", que marcó el 911. Al llegar la Policía, todo estaba consumado. Ivo yacía muerto en la cocina. Bernardo, en su cama, sin haber tenido tiempo de defenderse. Laura, en el baño, con una puñalada única en el pecho.

La familia que fue encontrada ya sin vida
La familia que fue encontrada ya sin vida

Una carta hallada en un mueble arrojó aún más sombras. Allí, se manifestaba "miedo a uno de los padres". Aún no se sabe quién la escribió. ¿Fue alguno de los chicos, preso del terror? ¿O la propia Leguizamón, en un estado de alteración? No hubo gritos. Nadie escuchó nada en el edificio. Sin embargo, por la brutalidad de las heridas, los investigadores creen que debió haber habido gritos. ¿Estaban todos dormidos? ¿Cómo es posible que, en un complejo de departamentos, nadie haya percibido el horror?

Los cuerpos, analizados por peritos, evidenciaron el espanto: los niños lucharon. Tenían heridas defensivas. El padre, dormía. La agresora, sin signos de lucha. ¿Fue un acto planificado? ¿Una psicosis aguda? ¿Un brote evitable? Lo más perturbador, sin embargo, no son los detalles macabros, sino las señales que el entorno ignoró o minimizó. Las alertas estuvieron. El cambio de ánimo. La recaída. La angustia silenciosa de dos adolescentes. Un círculo íntimo que no vio o no pudo actuar. 

Y un sistema de salud mental que, una vez más, llega tarde. En estas horas, no se conocen los nombres de los profesionales que trataron a Leguizamón. Tampoco se sabe si estaba tomando la medicación. No se encontraron recetas ni frascos. No hay registros públicos de sus últimas comunicaciones ni certezas sobre si los niños fueron al colegio el día previo.  No hay consuelo para una escena tan atroz. Solo preguntas sin respuesta. ¿Quién falló? ¿Quién no escuchó? ¿Quién no supo ver? 

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