La actriz Ana María Picchio cuenta con una trayectoria de 60 años, en los cuales cosechó diversos éxitos y reconocimiento tanto en el teatro, como en el cine y la televisión, pero aún así, ante el estreno de su protagónico en la obra El Secreto que dirige Manuel González Gil, los nervios están ahí como antes de verse en la pantalla con Breve Cielo de David Kohon en 1969, la película que la lanzó al estrellato.
La obra se estrena este 20 de agosto e irá de miércoles a domingos en el Teatro Multitabarís, con un elenco integrado por Picchio, Gerardo Romano, Gabriela Sari y Rodrigo Noya, quienes componen una familia que está a punto de enfrentarse a una verdad oculta que cambiará todo para siempre.
En diálogo con BigBang, la actriz remarcó la importancia de una interpretación sólida porque el espectador se encuentra ante algo que conoce a la perfección, ya sea por las buenas o por las malas experiencias: la familia. En ese sentido destacó las actuaciones de sus compañeros y la química que lograron. Por otro lado, si bien Picchio reconoció que prefiere el cine al teatro, describió al escenario como "el lugar de los dioses", un elogio que demuestra la importancia que tiene para ella.
Durante la entrevista también recordó la película La Tregua de Sergio Renán, pero basada en la novela homónima de Mario Benedetti, a 51 años de su estreno en agosto de 1974 y su primera experiencia de cine en 1969 con Breve Cielo de David Kohon, un filme por el que se llevó el premio a la mejor actriz del Festival Internacional de Cine de Moscú.
Otro estreno más en una trayectoria enorme ¿Ya no te agarran nervios cuando vas a estrenar?
- Como decía Enrique Pinti: cada vez es peor. Porque una se confía y pasa una mosca y te distrajiste, y chau, perdiste. También cada vez hay más responsabilidad. Una conoce más cosas de los peligros que pueden pasar en el escenario. No es chiste. El escenario es el lugar de los dioses.
¿Y en El Secreto con qué se va a encontrar el espectador?
- Es una obra que aparentemente es una familia que vive muy bien, que están todos muy contentos y son muy felices, hasta que a alguien se le ocurre decir lo que no hay que decir. Y ahí empiezan a aparecer situaciones muy difíciles, muy sinceras y de mucho dolor.
¿Creés que cualquiera que venga va a encontrar alguna parte que vivió?
- O por lo menos van a darse cuenta del nivel de sinceridad que tienen que tener los actores para comunicar ese dolor. Porque no es más o menos. Te tiene que llegar, que tiene que pegar, que tiene que doler. Cuando una dice para qué mierda lo dije. ¿Para qué? ¿Esto colabora a algo? ¿Esto va a ser mejor para la relación?
Te sacás un peso encima, pero se lo pones al otro, a los demás.
- Exactamente. "Uno tiene que ser sincero, porque la sinceridad". Y, bueno, vamos a ver. Porque hay edades y edades para decir las cosas. Y eso es lo que tiene de atractivo la obra. Te digo que a mí, que soy bastante vueltera para elegir una obra, me mandaron varias. Y esta me gustó y dije: "si la hacemos con 'Pichón', que así le decimos a Romano, sí". Porque va muy al hueso. Estamos trabajando eso: la sinceridad, la entrega.
Recién le dijiste 'Pichón' a Romano y Gabriela Sari dijo que vos le habías dicho que ellos iban a ser sus hijos siempre. Lograron una química importante una química intensa, linda para este elenco.
- Los actores no los elegimos nosotros, los eligió la producción. Pero nosotros cuando nos enteramos ya nos empezamos a poner contentos. Y ahora nos damos cuenta que sí, que son perfectos, son los hijos que nosotros queremos tener.
Y esa química, ¿aporta a que el resultado para el espectador sea mejor?
- Cuando uno habla de la familia, tiene que ser riguroso. Porque la familia es lo único que la gente conoce así. Yo siempre pienso en el cine más que en el teatro, porque me gusta más el cine. La Tregua, ¿qué es? El casting, el casting, el casting, el casting. El guión, el guión, el guión. Si uno no se equivoca con esas dos cosas, marcha bien.
La Tregua es una película que siempre está fresca.
- ¿Por qué? Porque tiene un casting, tiene unos actores que todos corresponden al punto. No hay nadie que diga "este no parece que trabajara en esta oficina" o "este no parece el hijo de". Cómo está (Luis) Brandoni, cómo está Oscar Martínez, cómo está Marilina (Ross), ¡pintados! Por eso es muy importante el casting.
¿Cuánto te marcó La Tregua?
- Yo venía de hacer Breve Cielo con un gran director como David Kohon, con un premio en Moscú, con un libro también. Yo me acuerdo el primer día de filmación, yo escucho que un señor que no sabía quien era, que era el fotógrafo de la película - uno de los fotógrafos más importantes del cine en ese momento-, que le dice a Kohon: "Pero esta chica -refiriéndose a mí- no es la nouvelle vague, no tiene la cara de las actrices francesas". Y escucho que Kohon le dice: "Sin esta chica yo no puedo hacer la película. Ella es Delia".
Yo salgo del baño, que escuché todo, y le digo: "Señor -en esa época del cine todos nos tratábamos de usted- tiene razón lo que dice ese señor. Yo no soy esa chica, yo no tengo esa cara". Yo nunca pensé que iba a hacer cine. En el conservatorio me decían: "Usted va a hacer teatro". Y bueno, cuando empezamos a filmar yo lo miraba al fotógrafo y lo odiaba, lo quería matar, porque sabía que él me odiaba a mí, me ponía el fotómetro y decía: "No, no, no, no. Mandame más". Siempre se quejaba de mi cara. Y Kohon miraba por la cámara, me miraba a mí y me decía: "Acción, piba".