En el universo del tango contemporáneo, El Cachivache Quinteto ocupa un lugar único. Nacidos con espíritu de orquesta porteña pero criados entre distorsión y rebeldía, el grupo liderado por Vito Venturino acaba de lanzar su nuevo trabajo: Dance Me to the End of Noise, un álbum que resume su ADN artístico. "Siempre fuimos un poco los chicos malos del tango, el tango punk, los rockeros del tango", dice Venturino con una sonrisa que suena tanto a provocación como a declaración de principios.
Con más de quince años de trayectoria, giras por todo el mundo y este nuevo disco que los vuelve a poner en el centro de la escena, el grupo reafirma una vez más su identidad como una de las bandas más irreverentes y creativas del tango contemporáneo. De hecho, Dance Me to the End of Noise, condensa la esencia de El Cachivache Quinteto: un diálogo permanente entre el arrabal y el rock, la tradición y el ruido, la milonga y la distorsión.
El título del disco lo explica todo: "El tango se baila abrazado y en ese nombre están un poco las dos cosas: el romanticismo del baile, del abrazo, y el ruido, el rock, la guitarra eléctrica. Es lo que somos, lo romántico, lo ruidoso, lo transgresor", advierten el guitarrista en diálogo con BigBang. El disco incluye once temas, entre ellos una sorprendente versión de Dance Me to the End of Love de Leonard Cohen. "Supongo que Cohen tiene mucho arrabal", reflexiona Venturino. "Esa letra representa muy bien la idea del tango: báilame hasta el final. Es lo que uno busca en una milonga, ese abrazo que te dan ganas de quedarte hasta el final bailando".
El repertorio combina clásicos reversionados y composiciones propias, aunque Vito asegura que la línea entre tradición y experimentación es difusa. "No nos damos cuenta cuándo cruzamos esa frontera. A veces reinterpretamos un tango clásico y, sin querer, lo transgredimos. O hacemos algo nuestro y terminamos metidos en el género. Nos movemos con naturalidad, sin complejos, y eso me encanta". Escuchar el disco como oyente, confiesa, fue una experiencia intensa: "Todavía está muy fresco. Pero me encanta. Es espectacular darle play y decir 'wow, qué bien quedó'. Lo siento con mucho orgullo, por mis compañeros y por todo el laburo que hay detrás".
El confinamiento también jugó su papel. "La pandemia nos cambió todos los planes, pero fue un catalizador creativo", recuerda. "Teníamos una gira programada y ningún disco pensado. Al final, hicimos tres discos en un año y medio. Fue un ir para adentro espectacular. Uno cree que tiene un solo camino, y de repente aparecen veinte". A lo largo de los años, El Cachivache fue etiquetado como "tango punk", un sello que los músicos asumen con humor y orgullo. "Lo punk no es tanto a nivel musical, sino de actitud -explica Venturino—- Es moverse entre géneros sin someterse a corsets tradicionales", explica.
Y agrega: "Venimos de la cultura MTV de los noventa, y llevamos eso al tango: los videoclips, la estética pop, la mezcla. Todo eso fue parte de nuestra identidad". ¿Y cómo los mira el tango más ortodoxo? "Con recelo y con curiosidad. Hay gente que no nos quiere nada dentro del núcleo duro, y está bien. Pero también sé que influimos en orquestas que eran muy tradicionales y después se animaron a experimentar. Si en algún lado logramos abrir un poco el gusto o la cabeza, ya me doy por hecho".
El disco marca también una novedad importante: la incorporación de Gianina Druta, cantante rumana radicada en Noruega, que aportó una voz potente y una energía transformadora al quinteto. "Nosotros éramos instrumentales porque no habíamos encontrado la voz que queríamos. Con Gianina pasó todo lo contrario: tiene una fuerza y una polenta espectaculares. Entró el poder femenino y rompió todo, reacomodó todo. La química es total", reveló.
Su llegada, además, renovó la búsqueda creativa del grupo. "Reinventarse después de quince años cuesta, pero Gianina cambió la sonoridad. Empezamos a buscar canciones donde la voz fuera protagonista. A veces reinventarse es ir para atrás: encontré un tema que compuse a los 26, cuando tenía una banda punk, y ahora quiero hacerlo con ella. Eso me encanta". Para Venturino, el tango sigue siendo una forma de identidad más que un estilo musical.
De hecho, sostiene que "muchas veces ni nos damos cuenta de lo tangueros que somos". "Camino por Buenos Aires y veo tango por todos lados. El tango es poesía, es identidad porteña. Está más vivo de lo que pensamos: a veces resurge, a veces se esconde, pero siempre anda por ahí", sumó. También celebra la nueva generación de artistas que se animan a mezclarlo todo: "Me encanta que se mezcle. Ahora ves a Cucusa Castiello haciendo tango trap con YSY A, y eso está buenísimo".
De acuerdo con Vito, "el tango está más permeable, más abierto". Después de quince discos y miles de kilómetros, Venturino resume la esencia del grupo en una palabra: autenticidad. "Funcionamos más como una banda de garage que como una orquesta. No hay un director, hay deseo, hay libertad. Y eso nos define". Antes de despedirse, el guitarrista se animó a mirar hacia atrás: "Al joven que empezó tocando tango en España le diría ´seguí para adelante, dale masa, no dudes tanto´".