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Silvia Freire, la muerte del amor de su vida y cómo resignificó su ausencia para ayudar a otros

Tras la partida de su marido, la escritora se subió a un motorhome para recorrer el país con su "Tour resiliente".

14 Abril de 2024 11:56
Silvia Freire y "Merceditas", el motorhome que le dejó su marido con quien estuvo más de 40 años y con el que recorre el país con su "tour resiliente" X

Si bien en tiempos de relaciones fugaces y de parejas que no pueden superar la alienación de la vida moderna, la frase acerca del amor para toda la eternidad que se dice en los mandatos matrimoniales, puede sonar trillada, hay casos que sí le hacen homenaje al concepto. La escritora Silvia Freire y su lazo con Alberto Varela son un ejemplo de esto.

Él falleció el 18 de julio de 2023 después de años de pelear contra una enfermedad, pero ella no se dejó vencer por la pérdida, se subió a Merceditas -el motorhome que compró con los ahorros que le dejó- y partió a realizar el "tour resiliente" por todo el país, en donde escucha, aprende y acompaña en los dolores de los otros.

El objetivo que tiene es ayudar a los demás, para ayudarse a sí misma. Contagiar con la actitud con la que tomó su pérdida a quienes están en una situación similar, para demostrarles que no hace falta enfrentar los duelos con masoquismo y sólo tristeza. La conferencista también aprovecha su figura de ex panelista de televisión para tener mayor llegada y maximizar su mensaje.

Silvia Freire.

Abril la trajo de vuelta a Buenos Aires para presentar su nuevo libro (el 45° que escribió en toda su trayectoria): "Prohibido tener hijos (a menos que te capacites)", un texto con el que busca desmitificar algunas cuestiones heredadas de la maternidad. BigBang dialogó con ella antes de que parta a Estados Unidos para una novedosa práctica que sorprende hasta los más escépticos: fotografiar cenizas humanas de forma microscópica, para ver el microcosmos que se forma allí después de la muerte.

Alberto fue tu pareja durante más de 40 años y lo conociste 50 años atrás en la escuela, donde fueron novios. Después se volvieron a buscar y a encontrar. ¿Cómo fue atravesar la muerte de tu compañero de vida?

-Tremendo. Horrible. Además no solamente la muerte, porque esto tiene varias aristas. Yo estuve 80 días con él internado en el Hospital Italiano, y ver que se muere la persona que amás es una cosa espantosa. Le debe haber pasado a mucha gente esto y mucho más, pero yo era una nena mimada y nunca había vivido una cosa así, por lo que tiene ese valor agregado de haber vivido una vida maravillosa desde que nací. Y con él ni hablar, porque era super malcriador, igual que mis viejos, de darme todos los gustos y de querer solamente mi felicidad. Una cosa muy heavy.

Siento que me dolería tener que estar en la cama donde estuve con él, donde nos abrazamos, donde él tuvo miedo, dolor. No, esas cosas son imbancables"

Tenés 45 libros escritos en los que ayudaste a tanta gente, pero tuviste que enfrentar esta situación sola. ¿Te ayudó lo que habías hecho?

- Todos juntos sí, todas las herramientas juntas sí. Tuve que hacer como un batido de qué era lo que yo le había dicho a cada una de las personas a las que yo había conocido y que habían pasado por esto. Por ejemplo, lo primero que yo decía era 'no vuelvas a dormir en la misma cama'. Eso fue lo que hice. Yo dinamité mi departamento, no tengo cama. Tengo un sillón donde yo me quedo dormida y viene el día siguiente. Pero siento que me dolería tener que estar en la cama donde estuve con él, donde nos abrazamos, donde él tuvo miedo, dolor. No, esas cosas son imbancables.

Lo que sí hice fue ver cómo tenía que hacer con todo ese dolor. Porque además soy de esa tendencia masoquista, no es que yo sea una optimista 24/7. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida y las melodías tristes. Así que tengo que tener muy en cuenta por dónde estoy yendo, hacia dónde voy, porque quedé a cargo. Un estímulo muy grande es que él me dijo 'no puedo creer que sea yo el que te cause dolor'. Me ayuda a pensar que, suponiendo que esté viendo -porque no sabemos nada-, la impotencia que debe sentir de ver que yo estoy sufriendo como una yegua. Entonces no me lo permito, al contrario.

Él se preguntaba qué vida te voy a dar, y yo me la paso pensando en que la vida que me está dando es que me regaló un motorhome, que me permitió ir a conocer todo el país, que con él no lo hubiera podido hacer y él lo sabía, y que yo todavía puedo. Eso lo mortificaba, el hecho de saber que no éramos dos viejitos y se sentía muy egoísta de tenerme atada a la pata de la cama, aunque yo le dijera que no y aunque bailara y cantara y me hiciera la que 'acá no pasa nada'. Nos conocíamos muchísimo y sabía perfectamente porque él sabía cómo yo podía sufrir por mi papá, mi mamá, o mi primita, y por carácter transitivo ya sabía lo que yo iba a sufrir por él.

Silvia Freire.

Hubo mucha presencia de usarlo como estímulo para no caer, así como yo le aconsejaba a todas las madres que hubieran perdido un hijo: 'ahí tenés otro hijo que te está mirando', agarrate del pibe, del que te necesita. Pero yo no tenía de dónde agarrarme. Yo sentí muy claro que la mujer de mi marido se moría. Entonces una parte mía se estaba muriendo con él realmente. Yo decía: '¿cómo vas a seguir, cómo vas a hacer? Y ahí fue donde entraron los libros. De cada uno un renglón, de cada técnica un ejercicio, un entrenamiento y un ayudarme mucho con todo lo bello. La belleza ayuda. Ir a pasear, ver un mar azul. Esas cosas ayudan, porque no es lo mismo que estar mirando el álbum de fotos de su enfermedad que conocer Ushuaia. Eso me fue ayudando y me parece que fue una muy buena decisión.

Te mencionaste como alguien masoquista. ¿Cuánto de aprendizaje hay en un duelo que inevitablemente uno tiene que transitar sí o sí?
- A veces el duelo se vive antes. Cuando el otro está atravesando una enfermedad, hay algo que le deja al familiar, que tiene esperanza de que no y resignación de que sí. Y esas cosas te ayudan un poco, porque uno va acostumbrando la cabeza. Aún cuando el último aliento del otro vos sientas que no lo podés creer y que no te lo esperabas. A mí me venían a avisar -fui muy mimada también- como cuatro noches que 'de mañana no pasa'. Y yo pedía más resistencia, medicación, sostén para ver si él podía pelear por eso. Y me acompañaban en algo que sabían que que no, que que insostenible. Yo estuve mucho mirándolo en coma desde la cama de al lado y pude pensar que un día no iba a estar más.

Sentí muy claro que la mujer de mi marido se moría. Entonces una parte mía se estaba muriendo con él realmente".

Yo venía hoy doblando por donde muchas veces salimos a caminar y comer juntos, cerca de donde vivimos, y realmente de ratos me parece que voy a entrar y va a ser como siempre, y va a estar acá; que voy a abrir la puerta y lo voy a encontrar y que me va a sonreír como siempre , y que se va a alegrar enormemente de verme. Eso también te falta: la mirada de alguien que te ama se extraña mucho. De alguien que te admira, que se divierte con vos. Era muy fanático y en ocio peor. Porque después de la pandemia nosotros estuvimos muy hombro con hombro, y sin poder hacer mucho, yo era su único entretenimiento, prácticamente. 

Pasaron muchas de esas cosas que fueron dolorosas, y que yo sabía que si las sumaba todas y mi masoquista decía: 'vení que me armó un álbum y con esto me mato', que no iba a poder resistirlo. Conozco el resultado de la consecuencia de la enfermedad como camino. Sé que el cuerpo habla y que a veces no resiste el dolor emocional y que lo expresa de alguna manera. Entonces tampoco tengo ganas de estar enferma, porque nunca estuve y él siempre me acompañó en un resfrío y se desesperaba si yo estornudaba. Sé que en la enfermedad lo extrañaría muchísimo. No tengo ganas de estar enferma sin él, de estar enferma y depender de alguien. Entonces me cuido para no joder, porque soy responsable de este cuerpo que estoy trasladando. Eso es lo que decidí hacer, dar el ejemplo: ir por los pueblos y las ciudades y dar charlas y contar que se puede y darle aliento a aquel que cree que todo se terminó.

Silvia Freire.

La gente está muy confundida hoy con el tema de lo económico, muy resentida, muy dolida, con mucha incertidumbre. No saben muy bien qué va a pasar y cómo va a seguir, y a mí me encanta poder recordarles que en la pandemia estaban muchísimo peor. Tengo esos recursos como para ayudar al otro a que no sufra tanto y me hace bien. 

Esto es lo que hacés con tu "tour resiliente", arriba de Merceditas pueblo a pueblo, ayudando a los demás para ayudarte a vos...

- Algunos tenemos la suerte de haber conectado con este propósito y esa es otra de las recomendaciones. Yo cuento que una de las cosas que me hace bien es lo que hago e invito a que la gente busque qué es lo que le hace bien. Y el aval de la neurociencia es fundamental en todo lo que estoy diciendo, porque viene a mostrarte con escáner qué te pasa cuando tenés pensamientos negativos, qué le pasa al cerebro con sus apagados y sus encendidos, cómo te quemás la cabeza -así como te quemás los pulmones cuando fumás- cuando tenés malos pensamientos.

Eso se está usando ahora. Es nuevo que te pongan un escáner y que veas en un monitor tu cabeza. Entonces cuando vos tenés ese estudio en la mano y te mirás y decís: 'no, pará. Yo soy responsable de lo que acabo de pensar y de lo que acaba de pasar, así que quiero otro pensamiento'. Louise Hay dice que todo es un pensamiento y un pensamiento se puede cambiar. Y la verdad es que sí, que esto que estoy pensando ahora, aún cuando confiese que hay pensamientos recurrentes, hasta que gano yo, y le dejó muy en claro a la mente loca que la que va a terminar ganando voy a ser yo.

Eso es lo que decidí hacer, dar el ejemplo: ir por los pueblos y las ciudades y dar charlas y contar que se puede y darle aliento a aquel que cree que todo se terminó"

Siempre jugué a una escena de una serie del Salvaje Oeste que veía cuando era chica, de un tipo que estaba preso y tiraba las llaves que estaban colgadas y se tenía que estirar para llegar a agarrarlas. Y se tenía que estirar y estirar y estirar y estirar. Yo era muy chiquitita, y me quedó grabado en el cuerpo el estiramiento. Entonces yo tengo una idea de que si me estiro un poco más, llego a la llave. Entonces cuando viene todo eso, yo digo: 'estirate un poco que le vas a ganar'. Siempre en medio de una batalla que estoy sintiendo que doy por perdida también. 

¿Hasta dónde viene a respaldar la neurociencia todas estas nuevas terapias como el coaching ontológico y demás? 

- Hoy es irrefutable cuando lo observás como si te estuvieran haciendo una ecografía, y ves si hay un pibe o dos, y hasta si es varón o si es nena. Bueno, lo mismo está pasando ahora con la cabeza. Para los enfermos de epilepsia graves, que no respondían a la medicación, hay un recurso que es límite -que por supuesto no es el ideal, pero les mejora la calidad de vida-, que es cortar el cuerpo calloso que hay entre el hemisferio derecho y el izquierdo. Lo que vemos con un hemisferio, no lo vemos con el otro cuando está disociado de esta manera. Hicieron un experimento y le ponían a la persona para que mirara un cuadro con nieve, y lo captaba desde el hemisferio izquierdo. Y le ponían otras otra foto donde estaba la pata de una gallina y lo veía con el derecho. El hemisferio derecho te hace trabajar la mano izquierda, entonces se le pidió que tomara con la mano izquierda, un elemento para ese dibujo para esa foto que había visto y tomó una pala de nieve. Se le preguntó por qué tomaba la pala de nieve, si lo que estaba viendo era la pata un gallina. Hay algo en la cabeza que se llama 'el intérprete'. Cuando uno no sabe qué decir, no sabe cómo explicarse así mismo el dolor que siente, o no sabe descifrar aparece el intérprete. En este caso dijo: 'tengo la pala para juntar la caca de la gallina'. Es que uno actúa con el intérprete permanentemente.

Silvia Freire.

¿Cómo es esta cuestión de tu nuevo libro de las madres que perjudican con su dolor? De forma inconsciente, obviamente.

- Ojalá fuera queriendo. Porque tarde o temprano, uno se aleja del malo. Tenés que estar muy enfermo para seguir masoqueándote con una persona mala. El problema es que tu madre no es mala y lo hace por tu bien. Lo que no se da cuenta es que eso que está haciendo me perjudica para siempre. Yo tengo dos ejemplos que avalan ese libro, que los viví en carne propia. Uno es una chica que vino a consultarme y llorando me dijo: 'querría estar en la mesita de luz de mi mamá en un portarretrato para que me mire cómo mira a mi hermano muerto'. ¿Vos te crees que esa madre quería que su hija se matara? ¿Quería que su hija sufriera? No. ¿Sabés lo que pasó? No la vio. Entonces, si no vas a ver a tu hija, no la tengas. Si nadie te explicó que vos no podés llorar delante de un hijo... Yo digo esto y se me tiran a la yugular, 'pero cómo que no podés llorar adelante de un hijo', 'cómo que no le podés mostrar que sos falible'. No podés. Llorar delante de un hijo no se puede, porque el hijo siente mucha impotencia, mucha indefensión y mucho miedo. No se puede llorar delante de un hijo.

¿Un llanto de emoción no es distinto?

- Yo, te digo, por la neurociencia, andate a la ducha, que corra el agua y que tus lágrimas se mezclen con esa. ¿Pero sabés por qué lloramos? Por caprichosos. Porque querés que las cosas sean como vos querés que las cosas sean. Porque te creés que las cosas tendrían que ser como vos creés que tendrían que ser. Pero resulta que no sabes ni dónde estás, ni de qué se trata el juego, y te ponés a llorar porque no entendés, porque ignorás y te encaprichás con un resultado.

Con la mesa larga en Navidad, ¿qué hago, brindo con los que están o me pongo a llorar desesperadamente por las sillas vacías? Bueno, esa es una decisión"

Otro caso reciente ahora en una de las últimas charlas que di en la gira, una mujer contaba que murió su marido y su hijo, poco después, se suicidó. Bueno, tanto sufre esa mujer de la mañana a la noche, que vino la hija adolescente y le dijo: 'mamá, ¿y si nos morimos todo mejor?'. Si vos sos un referente, ponete media pila. Dos posibilidades: o nos dedicamos todo el día a llorar por el que no está, o nos dedicamos a mirar el que se quedó. Tenés tres hijos vivos, ¿qué hacemos? ¿Lloramos todo el día por el que no está o le ponemos una flor a la mañana y nos vamos a vivir el día de los que sí están? Con la mesa larga en Navidad, ¿qué hago, brindo con los que están o me pongo a llorar desesperadamente por las sillas vacías? Bueno, esa es una decisión.

Es la decisión que vos tomaste para enfrentar el duelo y para para hacer que sea algo positivo.

- Lo hice para poder vivir. Yo sabía que el suicidio no era una opción, porque un ser querido intentó suicidarse, el tiro del final no le salió, y estuvo tres meses en un neuropsiquiátrico. Yo la iba a visitar y la veía y decía 'esto no se hace'. Y me quedó muy fresco, porque meses después tuve que poner sobre la mesa todos los posibles caminos y dije: 'Este no lo tomo'. No sé qué hubiera pasado si le hubiera salido bien, porque los suicidas toman eso como una opción porque vieron a algún suicida en la infancia, en la familia, y vieron que ese era un camino de salida. Un suicida le muestra al otro que se sale por ahí. Por suerte a mí me mostraron todo lo contrario.

Silvia Freire.

¿Creés en Dios?

- Sí. Ahora estoy reconciliándome, porque me di cuenta que no lo estaba mirando. Lo miraba de reojo. Un día jodiendo pasé por una iglesia con una amiga y le hice 'fuck you', entre risas. Estaba enojada porque mi marido sí era muy creyente. Me daba bronca saber que el tipo le pedía vivir y me parecía que lo había defraudado.

Porque vos en un momento dijiste: 'No sabemos si él me ve', en relación a Alberto. En esos momentos lindos de la gira, como ver un mar azul, ¿sentís que está con vos?

- Me gusta porque, como no quiero dejarle margen a la culpa de que yo estoy disfrutando de una belleza que él no ve, recurro a otras cosas que me puedan hacer bien. No empiezo a pensar 'si él estuviera acá'. Él me repetía: 'qué vida te voy a dar atándote a la pata de la cama'. Y yo ahora le digo que esta es la vida que me dio. Pero sin ningún lugar a duda que me está dando en esta vida. Él me dio el motorhome, la posibilidad de irme al sur y yo le digo: 'Esta es la vida que vos me das. A mí no me arruinaste, gordo. Quedate tranquilo que no fuiste el causante de del dolor, vos no'. Que si sufro es porque me encapricho, porque me pongo loquita. Me dejaste todo como para que ya no sufriera.

De hecho, en la caja fuerte que me permitió comprarme la motorhome, había una estampita de San Agustín que decía: 'Si me amás, no me llores'. Más clarito no se puede. En cada canuto que metió puso: 'Gracias por la vida que me diste', 'te amo, mi amor', 'te amo, Silvita', 'gracias por la alegría'. Y en el último puso: 'Te amé'. Y eso sí que es muy doloroso, saber que él estaba hablando en pasado porque sentía que se terminaba una vida que tenía. Muy doloroso. ¿Sabés que hice con el papelito? Lo tiré. ¿Qué querés? ¿Que haga un marco?

Estaba enojada (con Dios) porque mi marido sí era muy creyente. Me daba bronca saber que el tipo le pedía vivir y me parecía que lo había defraudado"

Claro. Lo podrías haber llevado con vos para siempre...

- Exactamente. Ahora, mirá una cosa que parece contradictoria. Yo tengo colgado del cuello las cenizas de Alberto. Puede sonar a algo así, pero resulta que no. Una vez vimos una nota y yo le mostré -a propósito porque ya se barajaba la posibilidad de que no pudiera salir- que un padre y una hija se habían prometido que el primero que muriera iba a llevar a analizar las cenizas con un microscopio para ver si tenía algún tipo de comportamiento. Entonces la hija, que además era fotógrafa, cuando muere el padre lleva las cenizas, la ven el microscopio, y ve polvo de estrellas. Un universo maravilloso de colores azules y blancos, en esas cenizas grises. No puede creer lo que está viendo, entra a sacar fotos como loca y hace una exposición con las cenizas de su viejo. Después empezó a dedicar a eso y la gente le pedía, como voy a hacer yo ahora, que voy a Estados Unidos a llevar cenizas de mi marido, para que las plasme en una foto.

Yo se lo mostré a 'Beto' y se quedó pensando y le impactó la noticia. Porque era bastante escéptico para estas cosas, pero no sólo no lo dijo, sino que vi que que se quedó pensando. Antes de que lo entraran en coma, que él lo sabía y me dijo: 'no puedo creer que no nos vayamos a dar por tres días'. Yo le dije: 'me compro tres pijamas y te hago una pijamada, yo sí que te voy a ver, vos no me vas a ver porque vas a estar roncando, pero yo voy a estar acá'. Ese día fue el único que le permití que habláramos un poco, porque yo nunca le permitía hablar de la muerte. Me dijo: 'me parece que estuvo bien mi cuñada cuando hizo cremar a mi hermano'.

Entonces yo le tomé la posta y le dije: 'bueno, bárbaro, a mí cremame y llevame en una urna a todos lados'. Y él me dijo: 'a mí ni se te ocurra llevarme con la urna a ningún lado porque vos la dejas en un bar'. Nos reímos juntos y le digo: 'bueno, mirá, yo dejo la urna en casa, pero pongo un poquito de ceniza en cada relicario, uno de cada color que me pegue con la ropa'. Él, con una exclamación que nunca olvidaré, dijo: 'eso me gusta mucho'. Así que como a él le gusta mucho, yo ando con el relicario colgado de acá del cuello y cuando miro el mar azul me lo toco y le digo: 'gordo, ¡mirá la vida que me diste!'. A mí me hace bien pensar que esta es la vida que me dio.