El doble femicidio ocurrido en Villa Rivera Indarte, Córdoba, no solo desató una ola de conmoción y repudio en todo el país: también volvió a poner en el centro del debate el peligro del discurso antifeminista y la impunidad con la que se propaga desde los márgenes, y a veces, desde el poder. Pablo Laurta, uruguayo de 35 años, está acusado de haber asesinado a su ex pareja, Luna Giardina, y a su ex suegra, Mariel Zamudio, para luego secuestrar a su hijo de cinco años, Pedro Teodoro Rodríguez Laurta.
El crimen, perpetrado el sábado por la mañana, fue brutal. Laurta irrumpió armado en la casa de su ex pareja en Córdoba, las asesinó y huyó con el niño rumbo a la frontera uruguaya. Su fuga terminó al día siguiente en Gualeguaychú, Entre Ríos, donde fue detenido por la policía mientras desayunaba en el restaurante del Hotel Berlín. Su hijo fue rescatado "sano y salvo", confirmaron las autoridades. "La sorpresa fue total para el presunto femicida, que no opuso resistencia", informaron fuentes judiciales.
Las imágenes del pequeño abrazando a una oficial de policía se viralizaron como símbolo del alivio tras la pesadilla. Laurta, en cambio, terminó hospitalizado bajo custodia policial tras sufrir una descompensación. Pero el horror del caso no termina en la escena del crimen: se extiende hacia el terreno ideológico. Laurta no era un desconocido en los circuitos de la ultraderecha regional e incluso, terminó siendo muy cercano a algunas de las figuras más polémicas de la Libertad Avanza.
Desde hace años, Laurta se presentaba como líder de "Varones Unidos", un grupo uruguayo que denunciaba supuestas "falsas denuncias" por violencia de género y atacaba abiertamente al feminismo. Su militancia se nutría del mismo discurso de odio que hoy circula en las redes, los medios y la política bajo la excusa de la "batalla cultural". En una entrevista con Radio Contenidos en 2018, Laurta sostenía que las leyes de protección a las mujeres violaban "el derecho a la presunción de inocencia" de los hombres.
Incluso, en uno de los tantos videos que circularon tras el doble femicidio se lo ve al agresor afirmar: "Los hombres ya no tenemos presunción de inocencia, con solamente una denuncia ya empezamos a ser castigados por el sistema. Este tipo de leyes pasa por encima del Estado de derecho y de los principios fundamentales del orden legal". En esa misma conversación, atacó a lo que denominaba "ideología de género y lobbies LGBT" y denunció una supuesta "discriminación estatal contra los varones". "Si hubiera sido una mujer con su hijo, hubiera tenido un refugio. Pero como es un padre soltero, no tiene ninguna solución", ejemplificó por aquel entonces.
Bajo su discurso de odio, Laurta construyó un relato de victimización que luego utilizó para justificar su hostigamiento hacia Giardina, su ex pareja. En las redes sociales del movimiento "Varones Unidos", había publicado textos en los que se refería a su ex pareja como parte de una "justicia feminista" que le había "secuestrado" a su hijo. En un posteo titulado "Cómo la justicia feminista de Córdoba mantiene a un niño secuestrado en Argentina", sostenía un relato de persecución personal que ahora, a la luz del crimen, revela su carácter de preámbulo del femicidio. El perfil ideológico de Laurta encaja con los moldes del extremismo masculinista.
Sin ir más lejos, admiraba públicamente a Javier Milei y Donald Trump, y compartía consignas que circulan en los foros y cuentas asociadas a la "nueva derecha". En una publicación, por ejemplo, escribió: "Para 'no existir', como dicen los abogados militantes del feminismo, las #DenunciasFalsas están apareciendo por todas partes". Los vínculos del femicida con los ideólogos de esa corriente no son casuales. En 2016, según consta en sus propias redes, Laurta fue uno de los organizadores de una visita de Agustín Laje y Nicolás Márquez al Palacio Legislativo de Uruguay para presentar El libro negro de la nueva izquierda.
Allí, se fotografió con ambos y promovió sus discursos en defensa de la "batalla cultural" contra el feminismo y los movimientos de diversidad sexual. Hoy, esas ideas -propagadas desde ámbitos políticos, editoriales y mediáticos- se ven reflejadas en un crimen atroz. Un hombre que durante años llamó a resistir las leyes de igualdad, que se burló del movimiento feminista y que justificó la violencia bajo el pretexto de una "injusticia de género", terminó asesinando a las dos mujeres que se habían atrevido a ponerle límites. El caso de Pablo Laurta es el resultado de una construcción ideológica que demoniza a las mujeres y desacredita las denuncias de las víctimas.