En una mezcla de negación oficial, contradicciones públicas y argumentos peligrosamente flojos de papeles, el Gobierno intentó despegarse una vez más del escándalo por el ingreso de diez valijas sin control aduanero a través de un vuelo privado procedente de Miami. Las imágenes son claras: el exagerado equipaje ingresó por Aeroparque sin pasar por escáneres ni revisiones. La protagonista visible del episodio: Laura Belén Arrieta, referente de la cumbre conservadora CPAC, vinculada directamente al oficialismo y al entorno libertario más cercano al presidente Javier Milei.
El funcionario a cargo de la flamante Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), Juan Pazo, intentó calmar las aguas con una explicación que parece más una defensa política que un descargo técnico. En diálogo con A24, Pazo aseguró que "no se escanea el 100% de las valijas" y que el control de equipajes es "una facultad selectiva del personal de Aduana". En otras palabras: si quieren revisar, revisan, y si no, no. En este caso, justamente, hicieron la vista gorda.
La falta de control, según el titular de ARCA, no sería irregularidad alguna. "Una cosa es que venga un avión de Venezuela, Nigeria o algún país que es de alta vigilancia. Y otra cosa es que venga de Estados Unidos. Cuando un avión viene de Estados Unidos el equipaje cumplió con todos los procedimientos de seguridad de los Estados Unidos para abordar el avión en origen", argumentó. Bajo ese razonamiento, el país se entrega completamente, siempre que vengan de naciones "de confianza".
El vuelo en cuestión pertenece a Leonardo Scatturice, ex agente de la SIDE, accionista de Flybondi y nexo clave entre el oficialismo argentino y el trumpismo norteamericano. Ese mismo Scatturice fue, junto a Arrieta, uno de los organizadores de la Conservative Political Action Conference (CPAC) realizada en Buenos Aires, donde el presidente Milei compartió escenario con referentes de la ultraderecha global.
Aún así, el vocero presidencial Manuel Adorni había calificado las denuncias como "fake news" cuando el tema fue revelado por el periodista Carlos Pagni. Incluso aseguró, sin sonrojarse, que Arrieta "viajó solo con una mochila y un carry on". Las imágenes muestran al menos diez valijas bajadas sin control alguno. Aunque podrían ser incluso más.
Ahora, con el tema instalado y la Justicia tomando cartas en el asunto —la causa recayó en el juzgado federal N°2 de Pablo Yadarola—, el Gobierno cambia el libreto. Ya no se niega el hecho, se lo relativiza. "La lógica indica que si hubiésemos querido ocultar algo, lo último que hubiésemos hecho es iniciar este procedimiento", dijo Pazo, en una frase que, lejos de disipar sospechas, suena más a coartada de manual.
Pero los fiscales no piensan igual. Un dictamen de 47 páginas sostiene que de al menos diez bultos ingresados, solo cinco fueron declarados. El resto, según las pruebas disponibles, eludió los controles, pese a que otros pasajeros del aeropuerto sí fueron revisados normalmente. En otro tramo de su explicación, Pazo ensayó una justificación aún más frágil: dijo que los vuelos privados tienen "un procedimiento superior" al de los vuelos de línea.
El "procedimiento superior", al parecer, es la ausencia total de control. Ni escáner, ni revisión física, ni siquiera declaración completa del equipaje. Solo confianza ciega, una mochila de fe libertaria en la transparencia espontánea del libre mercado aéreo. Más aún: según el propio funcionario, la Aduana no tiene acceso a las cámaras de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), por lo que no sabían quién bajó, qué traía o cuántos eran.
Todo se supo gracias a las imágenes que trascendieron públicamente y al trabajo de los fiscales. No por voluntad oficial, sino por exposición forzada. ¿Y qué pasó con la aeronave? El avión de Scatturice permaneció en un hangar hasta el 5 de marzo y luego partió rumbo a París. Según la Aduana, "sin novedades".