La realidad tucumana superó, una vez más, a la ficción. En Villa Carmela, un episodio insólito dejó sorprendido a familiares, vecinos y hasta a las propias autoridades: un joven de 22 años irrumpió en su propio velorio y desató escenas dignas de una película. "Hubo un lío tremendo. Muchos se espantaron, otros gritaron y lloraron. La verdad es que quedamos helados", relató Ana Laura, una vecina que fue testigo del insólito momento, en diálogo con La Gaceta de Tucumán.
Todo comenzó días atrás, cuando un muchacho fue atropellado por un camión en el Puente Negro, camino a Alderetes. En un primer momento, la Justicia caratuló el caso como homicidio culposo, y una mujer de Villa Carmela se presentó en la comisaría para identificar el cuerpo, convencida de que se trataba de su hijo. El cadáver fue entregado y llevado a la casa familiar, donde rápidamente se organizó el velorio.
Pero lo que parecía un duelo cargado de dolor se transformó en un verdadero desconcierto cuando, en medio de la ceremonia, el joven supuestamente fallecido apareció en carne y hueso. "¡Estoy vivo!", gritó al ingresar, provocando un caos absoluto. Entre gritos, llantos y corridas, la aparición generó un trasfondo de confusión, errores y drama familiar. El muchacho explicó luego a la Justicia que había estado consumiendo drogas en Alderetes y que ignoraba que su familia lo había reconocido como la víctima del accidente. Mientras tanto, el cuerpo que había sido entregado por error fue devuelto a la Morgue Judicial, donde finalmente se logró dar con sus verdaderos familiares.
El jefe de la comisaría de Alderetes, Juan Pablo Gómez, intentó justificar el bochorno: "Queremos aclarar ante la sociedad que la policía de Tucumán ha trabajado con total seriedad. Si bien se presentó la señora aquí, se documentó mediante acta su presencia y se confirmó el reconocimiento del cadáver". El episodio generó más dudas que certezas. Sobre todo en torno a las falencias del proceso de identificación de cuerpos y a la dura realidad de muchas familias atravesadas por las adicciones y la ausencia prolongada de sus hijos. "Es la realidad que viven las madres de los jóvenes que son adictos", reflexionó otra vecina, María Laura García.
Y concluyó: "Se van de la casa diciendo que harán un trámite y no vuelven. Uno nunca sabe", De película, pero real: Villa Carmela vivió su propia ficción, similar a lo ocurrido en la histórica y exitosa película Esperando la carroza, con un protagonista que llegó para desarmar su propio velorio y un pueblo entero que aún no sale del asombro.