A menos de un mes de enfrentar un vencimiento clave de deuda, el ministro de Economía, Luis Caputo, buscó enviar una señal tranquilizadora al mercado y a la opinión pública: el Gobierno intentará cumplir con el pago de enero sin recurrir a una nueva emisión de deuda bajo legislación extranjera. El compromiso, sin embargo, convive con una batería de maniobras financieras que exponen las tensiones de un esquema todavía dependiente del crédito y de soluciones transitorias. "Trataremos que no la haya. El objetivo es ir eliminando la dependencia que el país tiene con Wall Street. ¿Lo vamos a poder lograr? Nosotros creemos que sí", respondió Caputo en la red social X ante la consulta de un operador financiero. Minutos después, el mensaje fue respaldado políticamente por el presidente Javier Milei, que reposteó la afirmación del ministro.
El tono prudente contrasta con declaraciones previas del propio Caputo, quien había dejado abierta la puerta a una colocación en el mercado internacional. Ahora, el funcionario intenta correrse de esa opción mientras explica que "es muy difícil que un país pueda crecer sostenidamente en el tiempo sin un mercado de capitales interno más desarrollado", y remarca que se trata de "un punto central de mediano y largo plazo".
La realidad inmediata, sin embargo, impone urgencias. El próximo 9 de enero el Estado deberá afrontar un vencimiento de alrededor de 4.200 millones de dólares correspondientes al pago de Bonares y Globales. Según datos brindados por la agencia NA, el Gobierno ya reunió cerca de 1.800 millones de dólares mediante compras en el mercado y la colocación del BONAR 2029, a los que se sumarán otros 700 millones por la concesión de las represas del Comahue.
El resto de los fondos, lejos de provenir de un mercado interno robusto, podría surgir de nuevas compras del Tesoro o de la firma de un acuerdo de financiamiento tipo REPO con bancos. El propio Caputo lo admitió sin rodeos: "El repo ya nos asegura que podemos. Pero estamos trabajando en otras alternativas de cara al futuro. Queremos que Wall Street sea una fuente de financiamiento marginal para Argentina (bonos soberanos al menos)".
Ese "repo niño", como lo denominan en la jerga financiera, permitiría acceder a dólares a corto plazo utilizando activos como garantía. Aunque evita una emisión directa en Nueva York, implica un costo financiero elevado y refuerza la dependencia de entidades bancarias, un dato que relativiza el discurso oficial de desendeudamiento y autonomía. En las últimas semanas, el Tesoro aceleró de manera significativa la compra de divisas.
Según el informe semanal de Invecq, los depósitos en dólares en el Banco Central de la República Argentina saltaron de apenas 97 millones a cerca de 2.000 millones en cuestión de días, un incremento cercano al 2.000%. El movimiento se explicó por compras estimadas en 630 millones de dólares, desembolsos de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y la colocación de Bonares por otros 910 millones.
El BONAR 2029, con una tasa superior al 9% anual, fue presentado por el equipo económico como el regreso de Argentina al mercado voluntario de deuda tras casi una década. Sin embargo, el costo del financiamiento vuelve a poner en discusión si se trata de una estrategia sustentable o de una solución onerosa para sortear vencimientos inmediatos.
Mientras Caputo insiste en que el objetivo es que Wall Street deje de ser central y pase a ocupar un rol "marginal", el esquema que se despliega combina deuda cara, operaciones financieras complejas y una fuerte presión por acumular dólares en el corto plazo. La promesa de un crecimiento sostenido y de un mercado de capitales doméstico fuerte choca, una vez más, con la urgencia de pagar y con una economía que sigue atada al financiamiento externo, aunque se lo rebautice con otros nombres.