La guerra en Ucrania sumó esta semana un nuevo nombre a su lista de víctimas fatales: Emmanuel Vilte, un argentino de 39 años nacido en Comodoro Rivadavia, murió tras ser alcanzado por un dron ruso Shahed mientras dormía en una caja de combate en Pokrovsk, uno de los puntos más calientes del frente. Su historia, sin embargo, no se limita a la tragedia: la reconstruyen sus compañeros de trinchera, quienes lo conocieron de cerca.
Uno de ellos, Maximiliano Barrientos, también argentino, lo recordó este jueves en una entrevista radial con palabras duras, humanas y cargadas de sentido. "Lo único que tenía de Argentina era la música, la cumbia, y que era hincha de Racing", dijo Barrientos en diálogo con Radio Mitre, al pintar el perfil de un hombre que dejó atrás su país para formar una familia y pelear en una guerra que sentía propia. "Coca" -como lo apodaban- llegó a Ucrania en 2022.
Lo hizo impulsado por la convocatoria del ejército ucraniano a combatientes extranjeros. Poco después se casó con Maria Kolodiy, una influencer ucraniana, y en enero de 2024 nació su hija Sofía. "Peleaba por su hija, por su esposa", resumió Barrientos, al explicar los motivos que empujaron a Vilte a quedarse en el frente. Ambos compartieron largas jornadas de combate. "Yo tenía conocidos ucranianos y acá tengo a casi toda mi familia. Coca igual: llegó, conoció a una chica, se casó y tuvo un hijo", relató.
De pasado militar, Vilte había formado parte del Ejército Argentino durante cuatro años, y si bien nunca pudo desarrollar allí todo su potencial -"al estar en infantería siempre te toca defender la trinchera"-, en Ucrania encontró su lugar. "Él estuvo en el Ejército argentino y se sentía capaz...Después de un tiempo llegó a ser piloto de drones y destruyó blindados, lanzacohetes. No entra cualquiera al batallón en donde estaba él", destacó Barrientos.
El final fue devastador y ocurrió a las 4 de la madrugada del lunes. "Se puso feo cuando nos enviaron a pelear a Rusia. El final de Coca fue cuando estaba en combate y los drones de vigilancia detectaron los movimientos. Dieron en el blanco: un dron de 300 kilos cayó en la caja donde él estaba durmiendo", relató su compañero, quien también integra las fuerzas ucranianas como operador de drones. Según su relato, la ubicación de Vilte fue delatada luego de que un espía ruso desertara, regresara a su país y entregara información. "Cuando llegó a nosotros, ya estaba todo publicado en redes y nos habían encontrado", explicó.
En abril de este año, Vilte había compartido en su cuenta de Instagram el orgullo de haberse recibido como operador de drones FPV: "No fue sencillo, porque no es como manejar un dron normal. Esto requiere arduo trabajo y entrenamiento constante", escribió entonces. "Espero poder aportar al país en esto que he elegido". Barrientos, con quien compartió los últimos meses de servicio, recordó además una anécdota que condensa su carácter: "Un día Coca encontró a dos soldados con el dron. Eran el blanco, había que destruirlos. Pero vio que estaban desarmados, uno le hizo el gesto de rogarle y él tiró el dron para el costado, lo destruyó y los dejó pasar. Después le pregunté y me dijo que le habían dado lástima; él quería que si le pasaba lo mismo, también hicieran eso".
Vilte había buscado durante meses un contacto para sumarse a la resistencia ucraniana. "Mandé correos a la embajada, pero nada. Hasta que conseguí un contacto por un muchacho ucraniano que vino a Calafate", había contado en una vieja entrevista. Formó parte de un batallón de hispanohablantes junto a otros dos argentinos, Pablo Czornobaj y Mario Sebrie. Su desempeño fue reconocido, pero el precio fue alto.
Según relató, la tarea de operar drones no sólo exige precisión técnica, sino también una resistencia emocional extrema. Su vida, desde sus años en el Ejército Argentino hasta sus últimos días como operador de drones en el frente de guerra, está atravesada por un hilo invisible de búsqueda personal. Estudió en escuelas públicas de Comodoro Rivadavia, trabajó como repositor en supermercados y luchó por su familia.