28 Octubre de 2016 08:01

Esta mujer rompió el molde, nació en 1775 y a principios de 1800 condujo una flota de 80.000 marineros, que cruzaban los mares a bordo de 1500 buques. Su nombre Chang Shih, y no cabía en los estándares, básicamente porque era mujer.
La invasión de piratas de 1801 la sacó de un burdel en Canton y terminó casada con Zheng Yi, un famoso pirata que se enamoró perdidamente de ella, aunque era la única prostituta que no llevaba los pies vendados.
Los pies vendados de las mujeres chinas de esa época, eran símbolo de castidad y mantenían a la mujer dentro de la casa. Para los libros amatorios chinos, los pies de las mujeres eran zonas erógenas, que constituían una auténtica obsesión sexual, por eso los mantenían atados.
Chang Shih.
Shih, lejos de dedicarse a la vida de esposa de un marinero, ayudó a su esposo a ser el mejor pirata de su tiempo. Juntos crearon una coalición de grupos de piratas, quienes hasta ese momento eran competidores, reuniéndolos en la Flota de la Bandera Roja. ¡Unos adelantados!
Borges la describe en Historia universal de la Infamia como: “una mujer sermentosa, de ojos dormidos y sonrisa cariada. El pelo renegrido y aceitado tenía más resplandor que los ojos”.
¿Se vería más o menos así?
En su momento de apogeo, la flota se convirtió en una fuerza indiscutible en el sur del Mar de China, de la cual Chang Shih se tuvo que hacer cargo en 1807, cunado su esposo Zheng Yi murió.
Siendo la líder, impuso un código de conducta muy estricto y quienes rompían las reglas lo pagaban con un castigo brutal.
Shih era famosa por sus saqueos a pueblos costeros, pero también lo era por la protección que ejercía sobre los aldeanos que apoyaban su causa, los piratas que no seguían esa regla eran decapitados.
Como empresaria, tuvo una cadena de burdeles muy lucrativa, pero las mujeres que trabajaban en los mismos eran protegidas de violaciones, por la misma espada que defendía a los aldeanos.
Seductora e inteligente.
Si alguno de sus piratas se enamoraba de una de las mujeres, debía serle fiel. La infidelidad, la violación o el sexo consentido con las mujeres cautivas eran castigado con la muerte.
Era una visionaria, una adelantada, estableció redes de espionaje y hasta se alió con los agricultores para mantener a su flota alimentada. El terror del Sur del Mar de China, como la llamaban, se ganó en buena ley el odio de la marina de la dinastía Qing.
Borges relata la rendición de Ching Shih:
"La viuda se afligía y pensaba. Cuando la luna se lleno en el cielo y en el agua rojiza, la historia pareció tocar a su fin. Nadie podía predecir si un ilimitado perdón o si un ilimitado castigo se abatiría sobre la zorra, pero el inevitable fin se acercaba. La viuda comprendió. Arrojó sus dos espadas al río, se arrodilló en un bote y ordenó que la condujeran hasta la nave del comando imperial. Era el atardecer, el cielo estaba lleno de dragones, esta vez amarillos. La viuda murmuraba unas frases: “La zorra busca el ala del dragón”, dijo al subir a bordo”.