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En caída libre

El derrumbe silencioso de las universidades argentinas: entre el ajuste y el cientificidio

Argentina está retrocediendo en el mapa académico global y arrastra con ella a su ciencia, su tecnología y su futuro.

por Alejo Paredes

02 Junio de 2025 10:10
Marcha universitaria
Marcha universitaria

Por detrás del ranking, de los números fríos, de las posiciones ganadas o perdidas en una tabla global, hay una realidad que duele: el sistema universitario argentino, orgullo histórico del país, se está desmoronando. El último informe del Center for World University Rankings (CWUR) confirmó lo que desde hace meses vienen advirtiendo rectores, docentes, investigadores y estudiantes: sin inversión, sin estrategia, sin Estado, la universidad pública se hunde. Siete universidades argentinas lograron entrar entre las 2000 mejores del mundo. Pero lejos de ser motivo de festejo, el dato encierra un diagnóstico alarmante: seis de ellas descendieron en el ranking, y otras que solían figurar directamente quedaron afuera. La Universidad Nacional del Sur, la de Tucumán y la del Comahue son algunas de las que ya no aparecen. 

Afuera, carteles que apoyan a la universidad pública
Afuera, carteles que apoyan a la universidad pública

Y la tendencia no es nueva. En 2021, eran diez las instituciones argentinas que figuraban en esta lista. Hoy son solo siete. Una por una, están cayendo, expulsadas por un sistema que las ahoga. La UBA, emblema de la educación pública, bajó del puesto 390 al 409. No es solo un número: es la traducción directa de políticas que priorizan el ajuste por encima del conocimiento. Mientras tanto, otras universidades latinoamericanas -especialmente en Brasil- no solo resisten, sino que avanzan gracias a un mayor respaldo estatal. La comparación es brutal: seis de las diez mejores universidades de la región están en el país vecino, donde la ciencia es una política de Estado. 

En Argentina, en cambio, se transformó en campo de batalla. El CWUR, un ranking que pondera con especial énfasis la producción científica y las publicaciones en revistas de alto impacto, no dejó lugar a dudas: el derrumbe argentino se explica, fundamentalmente, por el deterioro del sistema de investigación. Lo dijo sin vueltas Nadim Mahassen, presidente del centro que elabora el informe: "El principal factor del declive es el rendimiento en investigación, en medio de una intensa competencia global por parte de instituciones con una sólida financiación. Sin una planificación estratégica más fuerte, Argentina corre el riesgo de quedar aún más rezagada".

La creatividad al palo en la marcha por la universidad pública
La creatividad al palo en la marcha por la universidad pública

El dato no sorprende a nadie que siga de cerca lo que ocurre en el país. El 70% de la producción científica argentina proviene de las universidades públicas, según el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Sin embargo, desde hace más de un año el sistema científico sufre recortes, suspensiones de programas, congelamiento de becas y salarios de pobreza. Lo que está ocurriendo no es una mera crisis presupuestaria: es un vaciamiento deliberado. Y tiene nombre: cientificidio.

La lista de retrocesos es extensa y lacerante: cancelación de contratos con editoriales científicas internacionales, paralización de programas de cooperación, corte de subsidios aprobados, suspensión de ingresos al Conicet, fin del programa Raíces para repatriar científicos, y sueldos que perdieron hasta el 40% de su poder adquisitivo. Muchos investigadores están por debajo de la línea de pobreza. La formación de excelencia que el país brindó durante décadas se fuga ahora por Ezeiza.

Desde la UBA advierten que no tienen capacidad de acción y que las políticas de ajuste del Gobierno dejaron a la institución sin herramientas para planificar, lo que provoca que personas que se formaron durante 10 años abandonen sus roles en búsqueda de conseguir una estabilidad. Mientras tanto, el Gobierno nacional no solo mantiene el recorte: lo profundiza. Vetó la ley de financiamiento universitario votada por el Congreso, ignoró los reclamos de las dos masivas marchas federales y ya anunció que volverá a bloquear cualquier intento de revertir la situación. La Secretaría de Ciencia y Tecnología, que debería ser el motor del desarrollo, hoy es una cáscara vacía.

Distintas universidades, a lo largo del país, se encuentran tomadas en protesta al veto presidencial
Distintas universidades, a lo largo del país, habían protestado contra el veto presidencial

En la misma semana en que se conoció el ranking del CWUR, miles de científicos y científicas se manifestaron frente al Polo Científico para denunciar el abandono estatal. Y desde el CIN volvieron a emitir un comunicado desesperado: alertan sobre una crisis sin precedentes y aseguran que, si todo sigue igual, el financiamiento para la ciencia caerá al 0,15% del PBI, el nivel más bajo de la historia. El Gobierno responde con silencio. O, peor aún, con desprecio. El oficialismo insiste en "achicar el Estado", aunque eso signifique amputar el futuro. En un mundo donde el conocimiento es poder, Argentina parece empecinada en desarmar la maquinaria que le permitía pensar, innovar y producir. Porque eso es, en definitiva, lo que hace una universidad pública: no solo enseña, también crea. No solo forma, también transforma.

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