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Caida de mascara presidencial

25 Octubre de 2015 09:50
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Podrán decir que fue buena, que fue mala, pero en el medio de todo ello se quedó viuda, fue abuela, fue aclamada y fue criticada... Pero nadie puede negar que fue ella... Empezar el final de una manera extraña hace que se la vea con ganas de irse, con ganas de todos o nadie le digan al menos un “Flaca hiciste las cosas como pudiste”... Llego a apagar un incendio y como pudo lo hizo... Al principio me gusto, me convenció, pero luego uso lágrimas, muertos, números y las incoherencias que nadie supo de donde salían...

Hoy Cristina Fernández de Kirchner no es más ni menos que una máscara que hoy para ella al finalizar el día dirá que no fue un día como todos. Hoy fue un domingo en el que desayunar un vaso de café con leche con unas 4 galletitas mientras disolvía en medio jugo unas algas marinas para que me la energizan y con la visión en la última votación que tiene que emitir como Presidenta de la Nación no le arrojaban encima ni la remera con capucha con la que le i ganar la calle cuando saliese a caminar las esquinas desconocidas del barrio en el que vive.

Empezara a pensar que desde hoy querrá dejar caer las máscaras. Eso que moviliza. Eso que permite quedarse quieto con ganas de salir corriendo hacia donde sea que estés. Y pertenecer. O permanecer. Lo incipiente de las locuras más tradicionales que debes ser pero no quiero evitarlo y es que no teme ni tan sólo a sufrir por vos, por mi o por todos sino por lo que deja. Sino que dejaría que esto segregue y que se vaya para evitar que sufra. Para evitar sufrir. Es que no sé, estamos más extraños que nunca. Lo expresó. Lo gritó, lo siente: se siente más rara que nunca. Y lo toma con naturalidad. Espero no estar engañándome. Muy adentro de mí. Sé que hay fondo. Hay tope. Pero que de tanto en tanto. Y mientras tanto. Funciona. Y el tiempo. El tiempo hará su trabajo. Para bien. Para mal. La fantasías ceñirán el mientras. Y mientras seguiremos siendo de esos que se recusan. Pero que se conocen. Aunque se excluyan. Aunque ni una voz. Aunque así (no) tenga que ser, seguirá siendo. El vacío no tiene un mañana. No se preocupa. Hoy puede ser todo lo que tenga que ser o tan solo ser nada. Y seguirán estando, al menos por los hoy que así antojemos, cerca de cada voto emitidos sin poder el voto del resto.

Y asi empiezo a dejar que su máscara caiga... pegue contra el piso... se quiebre... y  grite que no tiene miedo con ese encuentro con el pasado...que vuelve a enfrentarse con su vida. No tiene miedo de las noches, que fueron tan pobladas...de calles iluminadas de sombras, de recuerdos que encadenan su sufrir porque todo esto la dejo más que sola. De que no tiene miedo a lo que fue, lo que no hizo daño, más el olvido, todo destruye...

No creo que nadie haya matado su vieja ilusión, de no haber de soportar lo inalcanzable... cual escondida la esperanza humilde... mece en ella... Saber de buena tinta, balanceando en su ser... afectos y efectos de lo que me constituye... es toda la fortuna de mi corazón.

Volver... siempre. A las fuentes. De su corazón.

Uno no elige dónde nacer, sólo cómo (quisiera) vivir. Hace semanas, hace meses, hace días, de repente, se me reveló una verdad. Amordazando a su ser: Perdió un deseo, se le olvidó en el bolsillo de algún viejo pantalón -jean seguramente- y allí, quizá, parte de su corazón. Y sin embargo, una vez más, sucedió. Sucedió que: Que las cosas se dieron. Y así lo quiso. Así lo quisimos. Fuimos. En el tiempo. Fuimos. En el espacio.

Cayeron mascaras. Lo sé. También debera aprender a estar sola. Sola para sentirse acompañada. Por mí mismo. Sola para extrañar. Sola para pensar. Sola para sentir. Cambios. Indicios de un encuentro, con algo propio. Algo que no se define. Pero se constituye. Esto que es y sera.  Para seguir viviendo. Seguir sufriendo. Seguir creciendo. Seguir sintiendo. Que las cosas se pueden dar.

Porque definitivamente se dan. Los cambios. Las cosas. Deseos. Promesas. Diálogos. Pormenores. Por mayores. Y ahora lo sé bien. O lo empiezo a presentir. Y me la creo que las cosas se dan. Porque así lo queremos.

Quizás sean siete días, quizás catorce, quizás sean meses, quizás una vida, ella sabe que su máscara cae el 10 de diciembre... Yo hoy me saque una máscara dirá ese día y le gritara a quien tenga enfrente que dispare sino puede que vuelva mientras deje caer una lagrima por su maquillaje. 

Javier Bonetto

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