11 Mayo de 2016 16:37
¿Donde queremos vivir? Es común escuchar, sobre todo de la parte más trotskysta de la sociedad, pero también de aquellos que nos gobernaron por más de 30 años sin ninguna proeza que rescatar más que algunos pocos momentos económicamente estables pero colmados de corrupción, robos y regalías para los amigos del poder, que hoy, el oficialismo, no tiene en agenda ningún tipo de protección social para los más vulnerables. Y digo protección porque no encuentro otra palabras más justa.
Sin embargo enseguida en mi cabeza emerge, casi naturalmente como cuando una nube se llena de agua y ya sin aguantar la condensación que hay en ella se rinde y larga en forma líquida lo que caerá como lluvia a la tierra, la pregunta de: protección ¿A cuestas de quién?
La respuesta parece obvia para quien lea, sí del Estado, pero ¿Qué es eso que llamamos Estado?
Desde que el mundo es mundo y se empezó a organizar la civilización moderna, innumerables filósofos, politólogos, psicólogos, sociólogos y Dios sabe cuántos más, han dado una respuesta sobre ello. Hoy en día, sin embargo, pareciera que el concepto casi que no admite crítica alguna y ya como si fuera tan natural como esa nube que se llena de agua emitimos juicios del tipo “el estado tiene que ayudar a los más pobres” “el estado tiene que dar una educación de calidad” “el estado es el responsable de los servicios” “el estado tiene que asistir” y podría seguir años con estas premisas y puedo jugar un pleno en la ruleta que ustedes mismos seguro han escuchado salir de la boca de algún compañero de trabajo, facultad, escuela, pariente, amigos, primos, este tipo de razonamientos. Sin embargo, hagamos un punto ahí y formulemos esas dos palabras que tanto cuesta responder: ¿Por qué? ¿Por qué nos tiene que dar todo? ¿Por qué hay que darle el poder de que nos provea de todo?
Ahora, ¿No podremos hacerlo solos? ¿Necesitamos realmente del Estado? ¿Nos ayudó realmente el Estado? ¿Nos hizo mejor tener gobiernos que se alinean con la idea de un Estado asistencial en la economía, en la educación, en el progreso de los que menos tienen? La respuesta es llana, sencilla y acaba en un rotundo NO. Ahora bien, tengo que probarlo y sólo voy a llamar a la Historia, veamos qué tipo de calidad de vida tienen sus habitantes en aquellos países en donde el Estado no se interpone en la vida del hombre, de la empresa, de nadie. Una prueba clara de ello la vemos en los Estados Unidos de América, un lugar que declaró su independencia tan solo 40 años antes que nuestras queridas Provincias Unidas del Río de La Plata y las diferencias están a la certidumbre de los sentidos. Desde el principio, los Padres Fundadores dejaron en claro el tipo de país que pretendían y organizaron los basamentos de su Constitución en la importancia de los derechos individuales antes que cualquier derecho a la mayoría - saquen conclusiones acerca de cuáles son los gobiernos que ponen a la mayoría por encima del individuo - y un sistema económico de libre mercado, entendido como Capitalismo.
No sólo Estados Unidos es ejemplo de ello, cuando corría sangre además de años, en Alemania hubo un experimento peculiar, un país dividido por dos ideologías, la Alemania Oriental gobernada por el Socialismo y una economía planificada por burócratas y la Alemania Occidental, capitalista, gobernada por la oferta y la demanda, aquí los resultados saltan a la vista también, hombres muertos buscando libertad y oportunidades en el otro lado del muro, muro construido, irónicamente debido a la fuga de capital humano.
Para información de algún despistado nuestra carta orgánica también está basada en la libertad y uno de los más influyentes fue tal vez, el último liberal de nuestra tierra, el gran Juan Bautista Alberdi, que ya por ese entonces nos deleitaba afirmando que “Las sociedades que esperan felicidad de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza”, sin embargo, hoy nos topamos con los Chávez, los Castros, los Kirchner, que se proclaman como salvadores de la vida de la gente. Existió, alguna vez, una Argentina joven que llegaba al siglo XX como una tierra fértil para inmigrantes y soberanos, económicamente activa, donde éramos envidiados y no desprestigiados y burlados. Un tiempo donde nuestros vecinos y el mundo advertían un próspero futuro y los más osados nos catalogaban como una futura potencia mundial. Qué lejos estamos de eso, ¿no?.
Volviendo a la pregunta inicial de ¿Dónde queremos vivir? ¿En un mundo donde cada decisión este supeditada al humor o idea del burócrata de turno?¿Donde existan impuestos con el fin de solventar un estado asistencial que no ayuda más que a los “amigos de” y políticos que se salvaguardan gracias a la productividad del hombre capaz y chupando la sangre de los pobres? Yo no lo quiero, es por eso que la alternativa que propongo es una sociedad libre, donde no haya privilegios para algunos a costas de otros, dejemos que se estallen, que choquen. Sin nosotros no son nada, sin ellos, podemos solos. Parafraseando a la Ex Presidente, y de manera irónica, vivamos libres o nada.