26 Mayo de 2025 09:35

La ciudad de Rosario amaneció con un episodio que hiela la sangre. En una escena de desamparo absoluto, un bebé de apenas quince meses fue encontrado completamente solo y desnudo dentro de una casilla precaria en el corazón del barrio Empalme Graneros, al noroeste de la ciudad. La imagen, cruda y desgarradora, se volvió rápidamente símbolo de una realidad que duele: la infancia olvidada. Todo ocurrió en la mañana del domingo, pasadas las nueve.
En una vivienda improvisada del pasaje Carré al 7700 -en las inmediaciones de Circunvalación y Sorrento-, vecinos escucharon un llanto débil y persistente. Al acercarse, se toparon con el horror: un niño muy pequeño, temblando de frío, sin una sola prenda de vestir, completamente solo y sin señales de ningún adulto a su alrededor. El instinto fue inmediato. Una vecina tomó al bebé entre sus brazos, lo envolvió, lo cambió y lo contuvo como pudo. Luego, entre varios, dieron aviso urgente a la Policía.

La respuesta fue rápida: en minutos, agentes llegaron al lugar y comenzaron a rastrear a los padres del menor. Los encontraron no muy lejos. Estaban vivos, sí, pero ausentes de todo: "en completo estado de ebriedad", según detalló el parte policial. Incapaces de brindar respuestas, mucho menos cuidado. El hecho fue reportado a la Secretaría de Niñez, que ahora tiene a su cargo el destino del pequeño. El organismo deberá evaluar las condiciones del entorno familiar y determinar si hay posibilidad alguna de restituir los derechos vulnerados o si será necesario intervenir de manera más profunda. Lo cierto es que, al menos por ahora, el niño quedó bajo resguardo.
No es solo un caso policial. No es solo un dato estadístico. Es el espejo de una herida profunda que atraviesa a cientos de chicos y chicas en los márgenes del país. La imagen de un bebé solo, desnudo, en una casilla de chapa, mientras sus padres yacían ebrios a pocos metros, retrata con crudeza el abandono estatal, social y familiar. La precariedad habitacional, la exclusión, las adicciones, la pobreza estructural y la falta de redes de contención convergen en un punto: la niñez como víctima silente. En medio de una ciudad atravesada por múltiples violencias, este caso despierta, una vez más, una pregunta dolorosa: ¿quién cuida a quienes aún no pueden cuidarse solos?
Vecinos del barrio, todavía conmovidos por la escena, reconocieron que no era la primera vez que escuchaban gritos o llantos desde esa vivienda. Pero nunca imaginaron encontrarse con algo así. "Si no lo veíamos a tiempo, capaz era otra historia", dijo una de las mujeres que asistió al menor. Una frase que hiela. Porque sí: esta vez hubo suerte. Pero no alcanza con eso. El caso quedó en manos de la Justicia y de la Secretaría de Niñez. Mientras tanto, el pequeño -que aún no tiene ni lenguaje para narrar lo vivido- espera por un futuro que ojalá le devuelva lo que le fue arrebatado: la dignidad, el cuidado, el amor.