02 Junio de 2025 10:42

En una nueva muestra de intolerancia y deshumanización, el presidente Javier Milei arremetió públicamente contra Ian Moche, un niño de 12 años con autismo que se convirtió en el último tiempo en referente por su lucha a favor de los derechos de las personas con discapacidad. Lejos de enmendar el desamparo estatal que su gobierno profundiza, sobre todo en el sector de discapacidad, Milei eligió esta vez redoblar la apuesta: acusó al menor de formar parte de una "operación ultra kirchnerista" por haber expuesto, junto a su madre, el desprecio institucional con el que fue tratado por el titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), Diego Spagnuolo.

No es un error de tipeo. El presidente de la Nación atacó a un niño, a un adolescente, a través de sus redes sociales. Y no fue un desliz privado ni un comentario desafortunado: fue un posteo público, deliberado, sostenido y amplificado desde su propia cuenta de X (ex Twitter). Repitió un mensaje de un usuario anónimo que acusaba al periodista Paulino Rodrigues de "usar" a Ian para operar contra el Gobierno. En ese mensaje, el niño era señalado por haber posado en el pasado con figuras del peronismo. Como si la historia de vida de Ian o sus derechos dependieran de las fotos de su infancia. Como si la discapacidad pudiera ser leída en clave partidaria.
Milei sumó a la publicación un mensaje propio, insultante, donde llamó "Pautino" al periodista y lo acusó de estar "siempre del lado de los kukas", dando por válida la idea de que la voz de un niño con autismo y la de su madre forman parte de una conspiración política. La escena es grotesca, pero también profundamente reveladora: el jefe de Estado ridiculiza el reclamo de una familia que denuncia el abandono, como miles de otras, en lugar de hacerse cargo del Estado que preside. Lo que detonó el enojo presidencial fue un testimonio brindado días atrás por Ian y su madre, Marlene Spesso, en el canal Gelatina.
Allí revelaron una reunión mantenida con Spagnuolo, en la que el funcionario de ANDIS habría afirmado que "si tuviste un hijo con discapacidad, es problema de la familia, no del Estado". También cuestionó el certificado de discapacidad que permite beneficios como el acceso al transporte gratuito o la exención de peajes, preguntando: "¿Por qué yo tengo que pagar peaje y ustedes no?". Esa frase, dicha por quien encabeza el organismo que debería proteger a las personas con discapacidad, sintetiza a la perfección la visión mercantil, brutal y excluyente del gobierno de Milei. Resta saber si el funcionario realmente paga el peaje, al igual que otros servicios.

En lugar de responder por la inacción de su administración, por los recortes que afectan directamente a las personas con discapacidad, o por los múltiples cuestionamientos al titular de la ANDIS, el presidente prefirió atacar a la víctima. Ya lo había hecho con Lali Espósito, luego con Ricardo Darín, figuras del espectáculo con gran espalda para defenderse, y ahora con un niño de 12 años. La lógica es siempre la misma: cualquier voz crítica es enemiga, toda denuncia es una operación, y la compasión es debilidad.
La respuesta de Ian fue breve, clara y conmovedora: "Primero con Lali, después con Ricardo Darín y ahora conmigo. No sé si sentir humor o terror". El mensaje, publicado en su cuenta de Instagram, no necesita traducción: un chico que dedica su tiempo a concientizar sobre el autismo y a defender derechos básicos es acusado de militante por el presidente de la Nación. ¿Qué clase de país construye un líder que se ensaña con sus ciudadanos más vulnerables?
El episodio no es menor ni aislado. Es coherente con la política sistemática de ajuste y desprotección que atraviesa todo el aparato estatal vinculado a la discapacidad: recorte de pensiones, suspensión de programas, despidos en áreas sensibles, desfinanciamiento de terapias y medicamentos, cierre de instituciones. Lo que ocurrió en redes es apenas el reflejo discursivo de una violencia estructural que ya se expresa en cada rincón del país.

En la gestión libertaria, la discapacidad no es un tema de Estado: es un gasto a reducir. Lo expresó con todas las letras Spagnuolo, lo validó con su silencio el gabinete, y ahora lo blanquea Milei con su ataque. Atacar a un niño con autismo no es solo una muestra de crueldad personal. Es una política. Es el rostro más salvaje de un proyecto que reniega del rol del Estado, criminaliza la pobreza, desprecia a los sectores populares y abandona a quienes más necesitan. En ese país sin derechos ni empatía que Milei sueña, no hay lugar para Ian. Tampoco para los miles de chicos y chicas con discapacidad que ven cómo se esfuman las políticas que los protegían.