16 Mayo de 2016 19:09
Nunca había visto un Eurovisión completo. Nunca le presté atención siquiera los ganadores, ni siquiera cuando hace dos años una mujer con barba (o un señor con pelo largo y voz de mujer) ganó el concurso
Alguna vez habré visto alguna presentación, pero mi única conexión real era saber que los suecos de ABBA se hicieron conocidos ganando el certamen en 1974. El azar y twitter me llevaron el año pasado a ver una ceremonia casi completa por primera vez
Pero fue luego, revisando la historia, cuando entendí un poco la verdadera idiosincrasia y algunos de los pros y contras que acumulan en sus 60 años de historia
Mas allá de los cambios de escenario, escenografía y adelantos en transmisión televisiva (durante el conteo de votos, en 20 minutos, conectan con 42 países uno atrás del otro como quien acá pone un móvil en el Obelisco), Eurovisión se mantiene en su génesis, que es la música, anclado en una herencia inalterable a través de los años
Repasando canciones y actuaciones desde el comienzo allá por 1956, podrá cambiar el color y los vestuarios pero la genética de las canciones no parece haberse alterado: toneladas de canciones "pasatistas" y hectolitros de lágrimas derramadas por melodías de amor.
Como no fui seguidor puede que se me pase algún presentación memorable o al menos histórica, pero del centenar que repasé, las 3 mas votadas de cada edición, sobran los dedos de una mano para rescatar alguna
Algún peinador de canas recordará el Festival OTI de la Canción, un certamen de modalidad parecida dedicado a cantantes iberoamericanos que tuvo su éxito en los 70 y 80, incluyendo algunos ganadores argentinos como Guillermo Guido o Daniel Riolobos
Bueno, EUROVISION, mas allá de los millones de televidentes, un presupuesto fastuoso y una producción descomunal, no dista mucho de aquel OTI o de algún concurso tipo reality de cadena norteamericana.
Y eso pasa porque las canciones originales (o casi) que se interpretan responden a aquel patrón impuesto en los comienzos y porque las que resultan ganadoras, rara vez se alejan del mismo
Lo que sí se saltearon en esta edición fueron los actos bizarros que los hubo (y varios) en el pasado. En ese rubro si me permiten incluyo a los ganadores de 2006, los heavy metal finlandeses de Lordi (más cercanos a nuestros ídolos los Heavysaurios que a una banda de rock)
En las últimas dos ediciones no hubo espacio para números casi circenses y mucho menos autóctonos: salvo un tramo de la canción de Francia y la participante de Macedonia , el resto (incluyendo a España por primera vez en 60 años) optaron por cantar en inglés
Eso genera momentos poco felices como las pronunciaciones precarias de los representantes de San Marino (un Leonard Cohen de ascendencia turca), de Estonia y hasta la pueril letra del ruso Sergei Lazarev, que parece sacada de un traductor de Google
Pero algo debemos reconocerle: esa herencia e idiosincrasia que nos es ajena, es imposible de trasladarla y pensarla en términos de la Latinoamérica de hoy.
Ni el mas iluso o esperanzado amante de la Patria Grande podría imaginarse un Luna Park , una Quinta Vergara chilena o el Palacio de los Deportes mexicano lleno de latinos de distintos países codo a codo, sin una mínima agresión de por medio como sí se ve en una contienda como la del sábado en el Globe Arena de Estocolmo, Suecia
Por eso, esta semana y sin transmisión via cable a América Latina la opción fue seguirlo a través de la web oficial
Después de 60 años de un sistema de votación inalterable, a los organizadores se les ocurrió agregar suspenso dándole el poder de definir al voto de la audiencia, casi emulando nuestro ShowMatch vernáculo
Ese giro termino sacándole el título a la representante de Australia (¿Australia en Eurovision? Sí, los invitaron por segundo año consecutivo) que con una poderosa power ballad y una gran performance había sido la ganadora al final del repaso por cada uno de los 44 paises (cada país otorga 12 puntos al mas votado y luego en decreciente 10-8-7 y hasta llegar a 1)
Esa votación , la original, le daba la victoria a Dami In, nacida en Corea, con mas de 100 puntos de ventaja. Pero luego el televoto hizo estragos dando vuelta toda la tabla, al punto tal de que Polonia, quien había salido último con 7 puntos, con el ayudín del teléfono terminó ingresando al Top 10
Y le dio el triunfo a Ukrania, con una canción que increíblemente pasó el filtro de la censura política (si señora, Europa es así, puede censurar una letra por un contenido político inconveniente pero al mismo tiempo abre el show del sábado con un “musical sobre los refugiados” ). Censura que le costó un tirón de orejas a la participante de Armenia, por mostrar en semifinales una bandera de una región separatista.
Lo cierto es que la letra estaba dedicada a los tártaros de Crimea, que sufrieron deportaciones masivas en "1944" (tal el título de la canción) por orden del estalinismo. La actuación, casi al borde del llanto y con alta dosis de afectación por parte de la ucraniana Jamala, no hizo mas que profundizar el disgusto de la comitiva rusa (además de aquel hecho histórico, recordemos el clima de tensión que vive la región por los avances de Vladimir Putin en territorio ucraniano en los últimos dos años)
El final dejó un gusto agridulce. El Top 5 elegido por los jurados representaba mejor lo visto en el escenario: Australia, Ukrania, Francia, Malta con Rusia y Belgica compartiendo el quinto lugar
En el televoto, la ucraniana tampoco ganó, fue segunda, pero la combinación de ambos le dieron la corona
Como en un Mundial, lo que se teje por atrás es tan o mas importante que lo que ocurre en escena (o en la cancha)
Y para los europeos, Eurovisión es su Mundial de Música . Un Mundial que políticamente empieza a jugarse fuera de sus fronteras: así como ingresó Australia el año pasado, esta edición fue la primera vez que pudo verse en directo en Estados Unidos, con intervalo de Justin Timberlake como invitado incluido
Mientras tanto, en Argentina, un nuevo ShowMatch comienza.