24 Octubre de 2015 18:35

Muchas veces se necesita tocar fondo para darse cuenta que las cosas no se hicieron bien, que los caminos estaban mal armados. En los momentos adversos es donde se debe parar la pelota y analizar el porqué de los resultados desfavorables, de las frustraciones y las actuaciones, que muchas veces son penosas. Las eliminaciones de los Mundiales Sub-20 y Sub-17 este año, en la fase de grupos, demuestra un grave problema en la AFA.
Estas cosas se vienen dando hace algunos años en el fútbol argentino. Las selecciones juveniles dejaron de ser dignas, de tener un estilo propio, de ser potencia mundial. Pero hay algo peor: ya nos perdieron el respeto que tanto les costó establecer a Pékerman y Tocalli. En 12 años (1995-2007) se consiguieron 5 campeonatos mundiales sub-20, con figuras como Riquelme, Aimar, Messi, Agüero, Saviola y Di María. Pero claro, esas grandes generaciones juveniles ya quedaron lejos. La mala gestión en la AFA y los malos resultados de los seleccionados juveniles van de la mano. Años de elecciones de entrenadores a dedo, sin importar lo que le transmiten a los jugadores. En esos planteles, los técnicos tienen que ser formadores de figuras, darles las herramientas para que se desarrollen y crezcan futbolísticamente hablando.
Es difícil que los jóvenes aprendan de 'Humbertito' Grondona, que supo tapar su mal mandato con los campeonatos en los Sudamericanos obtenidos en el 2013 con la Sub-17 y en 2015 con la Sub-20. Aquí es cuando recuerdo una frase de Marcelo Bielsa: “Si se premia un proceso que lo que consiguió lo hizo de manera inmerecida, hay mucho riesgo”. Últimamente se está premiando a los campeones inmerecidos, que no demuestran con buen nivel dicho merecimiento. Se perdieron los planteos ofensivos, se apuesta a ser solido atrás y nada más, ganar por un gol y tirándole un pelotazo de 50 metros al “9”. Esos equipos suelen depender de los cracks, que aparecen en los momentos complicados y ganan partidos. Pero si un jugador depende de un jugador solo, quiere decir que las cosas no se hicieron bien.
La formas de trabajar en las inferiores de los clubes argentinos pasó a ser mala, con equipos que no resaltan por un gran nivel de juego, y eso se traslada a las selecciones juveniles, que no tienen una idea clara de juego. Es complicado trabajar en dos equipos distintos si en ambos las propuestas son completamente distintas. Pareciera que Argentina se quedó estancado, mientras que los otros países se desarrollan y crecen a nivel futbolístico.
Alemania necesitó tocar fondo en el 2000, cuando quedó eliminado en la primera fase de la Eurocopa. A partir de ahí, se comenzó a trabajar en las inferiores de cada club. Dichos clubes se vieron obligados a invertir en academias juveniles, donde se formaba a los chicos no solo como futbolistas, sino también como personas. Y los frutos llegaron el año pasado, cuando la Selección de Löw levantó la Copa del Mundo en Brasil, además del campeonato europeo sub-19 obtenido por los alemanes.
Argentina necesita aprender de este traspié para cambiar las formas de trabajar, para volver a ser la bestia que algún día supo ser.