02 Junio de 2025 13:56

La localidad bonaerense de Bosques, en el partido de Florencio Varela, está sumida en una conmoción profunda e indescriptible tras el trágico caso de Micaela Andrea Lator, una mujer de 47 años que asesinó a su hijo de seis y luego se quitó la vida. El crimen, que tuvo lugar en una vivienda de la calle Pehuajó al 2300, dejó a la comunidad paralizada por el horror. Las escenas, los mensajes previos y la desgarradora carta que dejó escrita, dibujan una historia marcada por la desesperación, el dolor mental no tratado y un final tan atroz como evitable. Fue Fernando Esteban Cuello, padre del niño y pareja de Lator, quien encontró los cuerpos al regresar de su trabajo.

En medio del desconcierto y el espanto, dio aviso al SAME. Cuando los servicios de emergencia arribaron, confirmaron los peores presagios: el niño, Esteban Nicolás Cuello, yacía sin vida con una herida de arma de fuego en la cabeza. Su madre estaba tendida en el suelo con dos disparos: uno en la frente y otro en el pecho. La escena, escalofriante, abrió una investigación que inicialmente apuntó al padre como posible responsable.
Sin embargo, esa hipótesis fue descartada al confirmarse que Cuello se encontraba trabajando fuera del domicilio al momento del crimen. Los peritajes posteriores, las autopsias y un minucioso análisis forense terminaron de reconstruir el espeluznante orden de los hechos: fue la madre quien disparó primero contra su hijo, provocándole una agonía de casi cinco horas. Luego, intentó quitarse la vida con un primer disparo en la frente, que no fue letal.
Con las fuerzas que le quedaban, se disparó en el pecho y murió en el acto. El fiscal Darío Provisionato, titular de la UFI N°1 de Florencio Varela, confirmó los detalles. "En un momento se sospechó del hombre porque no cerraban los dos disparos en el cuerpo de la mujer". Para las autoridades, con los resultados de la autopsia y el análisis de la escena, quedó "claro" que fue ella quien perpetró el crimen y luego se quitó la vida.
Horas antes del crimen, Micaela Lator había publicado un mensaje en su cuenta de Facebook que hoy hiela la sangre. "No quiero mucho en la vida, solo una vida mejor para mi hijo", escribió, acompañando la frase con la imagen de una madre junto a su pequeño. Pocos días antes también había compartido una foto junto a su tía Silvia, a quien definió como su "segunda mamá". Eran señales de un pedido de ayuda encubierto, una búsqueda desesperada de contención que nunca llegó.
Pero la prueba más desgarradora fue la carta manuscrita que dejó a su pareja. "A partir de ahora no te vamos a molestar más, no vas a poder viajar más", decía el texto dirigido a Fernando Cuello. Las palabras funcionan como testimonio de una psique colapsada, de un rencor contenido y de una distorsión peligrosa del amor maternal. Tristemente, no fue la primera vez que una persona en situación de vulnerabilidad mental convierte el dolor en tragedia.

Con el avance de la investigación se supo que Lator atravesaba un cuadro de depresión y que había recibido tratamiento psiquiátrico en el pasado. Sin embargo, no estaba bajo cuidado activo al momento del crimen. La combinación de aislamiento emocional, un entorno de tensiones familiares y la presencia de un hijo con autismo —cuya crianza implica una demanda permanente— parecen haber generado una carga imposible de sostener.