26 Septiembre de 2025 16:03
Florencio Varela se convirtió en el epicentro de una pesadilla que parece salida de las páginas más oscuras de un relato de terror. Hace apenas tres días, los cuerpos cruelmente mutilados de Morena Verdi (20), Brenda del Castillo (20) y Lara Gutiérrez (15) fueron hallados en una vivienda de esta localidad, marcando un hito macabro en la historia criminal del país. El principal sospechoso detrás de este triple femicidio es un nombre que hasta hace poco era un fantasma para las autoridades: "Pequeño J".
Con apenas 23 años, este hombre —de nacionalidad peruana— demuestra ser mucho más que un simple narcotraficante. También conocido como "Julito", lidera una banda cuya crueldad supera los límites de la imaginación. Su base de operaciones se encuentra en la villa 21-24, una zona conocida por ser un hervidero de violencia y narcotráfico en el límite entre Barracas y Nueva Pompeya, en la Ciudad de Buenos Aires.

Fuentes policiales lo describen como un líder con un perfil "extremadamente sanguinario". A pesar de su juventud, Pequeño J construyó un imperio del miedo basado en la violencia extrema y el control absoluto. Según el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, "decidió disciplinar a través de un vivo en redes mostrando a los bandos medios el asesinato. Buscaba que creciera el rumor, el boca a boca de lo que era capaz de hacer este líder narco, construir una autoridad en el territorio".
El viernes pasado, Brenda, Morena y Lara desaparecieron luego de subirse a una camioneta con patente adulterada en La Matanza. Fueron llevadas a una casa en Florencio Varela, donde sus vidas llegaron a un final inimaginablemente cruel; las autopsias confirmaron que las tres fueron torturadas antes de ser asesinadas.

En un grupo cerrado compuesto por 45 miembros —segundos mandos de la organización narco—, Pequeño J ordenó que sus sicarios comenzaran las torturas mientras los espectadores observaban desde la comodidad de sus dispositivos móviles. Según fuentes cercanas a la investigación, el objetivo era claro: enviar un mensaje contundente sobre lo que ocurre con quienes osan desafiar su autoridad... "Esto les pasa a quienes me roban", habría dicho en esa transmisión.
Hasta este crimen, Pequeño J había logrado permanecer fuera del radar de las fuerzas policiales y judiciales: no hay registros oficiales que lo mencionen ni documentos que confirmen su identidad. Se sospecha que utiliza múltiples apellidos —Noguera, Valverde y Montana— para evitar ser rastreado. Su capacidad para operar en las sombras lo convirtió en un verdadero espectro en los territorios dominados por el narcotráfico.
Sin embargo, su anonimato llegó a su fin tras el hallazgo de los cuerpos en la casa de Florencio Varela. Las pruebas recolectadas en la escena del crimen permitieron identificarlo como el autor intelectual detrás del triple femicidio. Ahora pesa sobre él una orden de captura nacional e internacional.
Aunque se especula que Pequeño J es peruano, algunos investigadores creen que podría ser parte de una nueva generación de narcos nacidos en Argentina pero con raíces peruanas: "Son hijos de los jefes anteriores, que se establecieron aquí con sus familias y ahora están tomando el control", explicaron fuentes policiales.

Hasta ahora, 12 personas fueron detenidas por su presunta vinculación con el caso, incluidos los dueños de la casa donde fueron hallados los cuerpos. Esta pareja, también de nacionalidad peruana, fue arrestada mientras se alojaba en un hotel. Según fuentes judiciales, habrían presenciado la transmisión en vivo del crimen.
El miércoles por la noche, las fuerzas policiales realizaron allanamientos en la villa 21-24, donde se encuentra la base logística de la banda liderada por Pequeño J. En una edificación de tres pisos, los agentes encontraron dinero en rollos atados con bandas elásticas y viandas de comida, pero no lograron dar con el líder.