

BigBang mantiene firme e intacto su compromiso.
Estamos rotos, no hay otra explicación. Nos rompe la inflación, nos rompe la inseguridad, nos rompe la pobreza, nos rompe el hambre. Estamos rotos, es cierto. Negarlo sería, cuanto menos, un acto de cinismo propio de aquel que no camina la calle, que no vive, que no siente, que no sufre.
Quisimos creer que íbamos a "salir mejores" de la pandemia, que tanta locura, muerte y dolor nos iba a permitir abandonar finalmente la esquizofrénica lógica de una grieta que sólo fue -y es- un negocio del que no participamos. Nos emocionamos con ese olorcito a primavera democrática que sentimos cuando vimos aterrizar el primer vuelo con las vacunas. Nos volvimos a abrazar cuando Lionel Messi cumplió y nos trajo la tercera. Y lloramos, cómo lloramos.
Pero en la tierra de Diego y Lionel también "pasaron cosas". Los mismos que coreamos hasta el cansancio "de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré" vimos al candidato a presidente Javier Milei comparar la guerra con un partido de fútbol y reivindicar a Margaret Thatcher durante el debate sin siquiera sonrojarse. Una más, en el marco de una violenta campaña que vino para darnos la estocada final.
Naturalizamos la violencia, mientras otros la saboreaban desde sus despachos. Naturalizamos las marchas con antorchas, las bolsas mortuorias frente a Casa Rosada. Naturalizamos que candidatos presidenciales hablaran de un "país de mierda" y le pidieran así su voto a lo que ellos mismos denominaron "la sociedad más fracasada del mundo". Naturalizamos la motosierra, el negacionismo y que compararan incluso a la homosexualidad con "gente que no se baña y tiene piojos".
Pero la "libertad" no avanzó, ni avanza de la nada. Nos agarró rotos. Nos agarró cansados. Nos agarró aterrados. Nos agarró golpeados. Nos agarró con los pibes pobres. Nos agarró con los jubilados cobrando miserias. Nos agarró con el bolsillo vaciado. Nos agarró con los narcos copando el territorio. Nos agarró con un chumbo en nuestra espalda por un celular. Nos agarró mirando cómo quienes asumieron la responsabilidad de cuidarnos se bombardeaban en cadena nacional con internas sinsentido.
Nos agarró escuchando larguísimos editoriales de periodistas que, mientras el sueldo se devaluaba o mataban a un laburante cuando se estaba tomando el bondi para ir a trabajar, le dedicaban horas y ríos de tinta a la tormenta de "off the record" que llegaba desde los despachos. La política y los medios de comunicación anclados en su propia grieta, mientras la agenda real pasaba y pasa por otro lado.
"¡Hay hambre!", fue tal vez uno de los títulos que más reiteramos en BigBang durante los últimos años. Porque entendimos y entendemos que la única forma de saltar la grieta es más sencilla de lo que parece: apelar al sentido común. Estuvimos siempre de nuestro lado, del de los laburantes. Celebramos y militamos -sí, militamos- la ampliación de derechos. Abrazamos siempre los valores democráticos y es por eso que nunca fuimos, ni seremos neutrales.
En las elecciones del próximo domingo ya no se dirime un modelo de país. No se trata de elegir en qué lado de la grieta queremos estar. No es continuidad o cambio. Es bastante más simple y alarmante, porque esta elección nos encuentra rotos, pero no extraviados: es democracia sí o democracia no. Por eso BigBang le dice NO a Milei.
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