05 Septiembre de 2025 12:21
La autoproclamada ortodoxia libertaria quedó en la mismísima nada esta semana, cuando el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, anunció que el Tesoro comenzaría a vender dólares para tratar de frenar la escalada cambiaria. La decisión, que rompe con el sistema de bandas de flotación pactado con el Fondo Monetario Internacional, marcó un quiebre en el programa económico de Javier Milei y reflejó la creciente desesperación del Ejecutivo ante la presión del mercado y el fantasma electoral.

El martes 2 de septiembre, mientras el dólar oficial trepaba a un récord de $1.385, el Gobierno decidió lanzar un operativo de contención que en apenas tres jornadas insumió casi US$400 millones. Ese mismo día se detectó una caída de US$238 millones en las cuentas del Tesoro en el Banco Central. Aunque el Ejecutivo intentó mantener bajo perfil y no publicar datos oficiales, operadores del mercado confirmaron que la intervención fue evidente: los precios se movieron en un rango tan acotado que no quedaban dudas de la mano oficial. Con este volantazo, Milei contradijo sus propias promesas de no "quemar reservas" y de dejar "flotar" el tipo de cambio.
El sistema de bandas establecía que recién se podía intervenir cuando el dólar alcanzara los $1.470, pero la realidad se impuso: el nerviosismo electoral, la filtración de audios que revelaron una trama de corrupción en el corazón del Gobierno y la desconfianza de los inversores empujaron a la Casa Rosada a saltar el cerco antes de tiempo. El problema es que el margen es cada vez más estrecho. De los US$1.669 millones que el Tesoro tenía disponibles al inicio de septiembre, ya se evaporó casi una cuarta parte. A ese ritmo, el stock alcanzaría para una o dos semanas de intervención.

Todo esto, hay que aclarar, sin contar los compromisos de deuda con el Club de París y organismos internacionales que demandarán otros US$900 millones. Economistas y operadores no disimulan su preocupación. "Estamos en un atolladero", advirtió Miguel Kiguel (Econviews), recordando que de los US$20.000 millones de reservas líquidas del BCRA, unos US$14.000 millones pertenecen al FMI y no pueden utilizarse. En la misma línea, Lucila Barbeito, de JP Morgan, remarcó que "el mercado espera que después de las elecciones, el Gobierno acelere la acumulación de reservas", algo que hoy parece una quimera.

La estrategia del "león" quedó reducida a una pulseada de corto plazo, en la que se rifan dólares sin un horizonte claro. Mientras tanto, el costo político es inocultable: Milei pasó de presentarse como guardián de la disciplina monetaria a replicar los mismos mecanismos que tanto criticaba en gobiernos anteriores. La apuesta es riesgosa y con final incierto. Si el dólar vuelve a dispararse, el Gobierno habrá dilapidado miles de millones sin frenar la corrida. Si logra contenerlo hasta las elecciones, la posdata será todavía más dura: un mercado que ya no cree en el libreto libertario y una economía exhausta, sostenida a puro parche y dólares que se escurren como agua.

