26 Mayo de 2025 11:56

El nombre de Julio Moura, ícono del rock argentino e integrante histórico de Virus, volvió al centro de la escena en enero pasado, pero no por la música: el hallazgo sin vida de Gloria Andrea Rojas Murillo, una mujer chilena de 53 años, en el interior de su casa en Villa Elisa, sacudió al mundo del espectáculo y abrió una investigación que, hasta el día de hoy, está lejos de esclarecerse por completo. Este fin de semana, a casi cinco meses del hecho, Moura rompió el silencio a través de su cuenta de Instagram.

Publicó una carta acompañada por una foto de Murillo, en la que se refirió a ella como "una maravillosa mujer" y aseguró que su silencio hasta ahora fue "por respeto a tu familia, a tus seres queridos y a la justicia". "Hoy te recuerdo y quiero expresar a todos la maravillosa mujer que fuiste, eres y serás. Tu amistad fue algo que me llenó de gratificación. Estarás en mi corazón por siempre, y honraré tu vida, vida que nada le importó a los que construyen la 'opinión pública'", escribió el músico.
El 3 de enero, Murillo había viajado desde Chile para pasar unos días en la casa de Moura. Según declaró el guitarrista, esa noche ambos habrían mantenido una práctica sexual que incluía asfixia erótica, una técnica riesgosa que consiste en restringir la respiración para intensificar el placer. Fue en ese contexto, aseguró Moura, que ocurrió la tragedia. Murillo fue encontrada tirada en el suelo, en posición decúbito dorsal, con signos de ahorcamiento en el cuello, lesiones visibles en las piernas, una soga atada a un tirante del techo y una escalera en la escena, según detalló el parte policial.
Quien dio aviso a las autoridades fue Lucía Castelli, ex esposa del músico, a quien Moura habría llamado para comunicarle que su "pareja" estaba muerta en la casa. Castelli fue quien se encargó de contactar al SAME y al 911, permitiendo así que la policía y el personal médico llegaran rápidamente al lugar. Pese a la gravedad del hecho, Moura no fue detenido. La causa fue caratulada como "averiguación de causales de muerte" y está a cargo del fiscal Gonzalo Petit Bosnic.

El funcionario público ordenó peritajes, análisis toxicológicos y una exhaustiva inspección del lugar. Por ahora, no se descarta ninguna hipótesis, aunque las primeras versiones apuntan a un posible ahorcamiento accidental en el marco de un juego sexual. En un comienzo, se creyó que Murillo y Moura mantenían una relación sentimental estable. Sin embargo, familiares y allegados de ambos desmintieron esa versión, y aclararon que se trataba de una amistad con encuentros esporádicos. El propio Moura, en su carta, también negó que fueran pareja, pero remarcó el valor del vínculo: "Tu amistad fue un regalo que la vida me dio".
La muerte de Murillo, no obstante, dejó más dudas que certezas. Las lesiones halladas en su cuerpo, la soga, la escalera y el contexto de la práctica sexual llevaron a algunos sectores a poner bajo la lupa el relato oficial. El fiscal aún no emitió nuevas imputaciones ni descartó la posibilidad de que se trate de un homicidio culposo o de instigación no intencional.
Desde el primer momento, Moura se refugió en el silencio. No habló con los medios ni ofreció declaraciones públicas, algo que ahora explicó como un acto de respeto hacia la familia de la víctima y hacia la investigación en curso. Sin embargo, su carta también incluyó un dardo directo contra los medios de comunicación: "Vida que nada le importó a los que construyen la 'opinión pública'", escribió, en referencia a la cobertura mediática del caso.

A sus 68 años, Julio Moura es una figura clave de la historia del rock nacional. Con Virus, dejó una huella imborrable en la cultura popular argentina de los 80, desafiando convenciones y censuras en plena transición democrática. En abril pasado, apenas unos meses después de la muerte de Murillo, volvió a tocar en el Movistar Arena de Buenos Aires, con localidades agotadas y el fervor de miles de fanáticos.
Pero fuera del escenario, la sombra de esta tragedia sigue latente. La investigación continúa, y el desenlace judicial aún es incierto. Por ahora, la imagen de Andrea Murillo persiste como un enigma trágico, una vida interrumpida en circunstancias tan confusas como estremecedoras. Mientras tanto, el músico que supo cantar "Imágenes paganas" y "Luna de miel en la mano" se enfrenta a una realidad mucho más cruda que cualquier ficción: la de una muerte que no encuentra paz ni olvido.