28 Marzo de 2016 11:23

Todos, sin excepción, tenemos algún TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Alguna cosita con la que nos cuesta hacer la vista gorda, un detalle que nadie ve pero nosotros sí, una pequeña alarma que se enciende en nuestro cerebro y nos pide que actuemos ¡ya!
Tengo una colección inacabable de estas alarmas, y en las vacaciones, aunque sean escapadas, siempre me prometo que no, que no las voy a dejar venir, que las voy a superar, ¡pero siempre me ganan!
La lista empieza por algo que me quema el alma, me exaspera, me pica: desarmar la valija. No importa cuántos días vaya a quedarme en el lugar elegido, ni a qué hora llegue al departamento o al hotel. No puedo empezar a relajarme si la valija no está vacía, el placard ordenado y ese orden memorizado en mi cabeza. Ya sé que es una locura, que se puede dejar para la mañana siguiente y salir a pasear igual, que si me quedo dos días no hace falta nada de esto, ¡pero no puedo!
Vacaciones en familia (1983)
Por supuesto que tengo más síntomas, muchos más, que me hacen una persona “especialmente rompe bolas”.
En casa somos muchos, con lo cual salimos de vacaciones a departamentos o casas alquilados más que a hoteles, así que a la mañana siguiente (si es que llegamos de noche) me encargo de limpiar, desinfectar, y saco fotos del lugar para dejar todo en la misma posición en que lo encontré. Si la casa fuese mía yo no soportaría volver y que las cosas estén en cualquier lugar; eso me sacaría la cabeza.
Otro temita que influye en mi humor, es que tengo tres hijos y un marido relajados, y me cuesta mucho que me sigan la corriente. Ellos pueden vivir en medio del desorden, pueden enjuagar el vaso que está en la pileta hace dos días y ponerle bebida nueva sin asco, sin una cara que demuestre un dejo de dignidad. Y volviendo al tema de las valijas, voy a intentar no detallar lo que me produce abrir las maletas de mis hijos y ver que no pusieron las zapatillas dentro de bolsas para que no toquen la ropa. Eso es venerar la mugre.
Mención aparte merece la ropa blanca. La verdad, me cuesta no quedarme mirando fijo un rato el cubrecamas: sé es un artículo que no se lava con toda la periodicidad del mundo. ¿Cuántas cosas habrán pasado arriba suyo desde la última visita al lavarropas o a la tintorería? Los dueños de casa, ¿se habrán acostado desnudos, tal vez transpirados luego de hacer deporte? ¿Habrán hecho el amor sin correrlo? ¿Habrán desplegado allí su ropa sucia para seleccionar lo blanco de lo de color? ¡Dios mío!