24 Julio de 2017 16:16
Uno de mis lemas favoritos por propia experiencia es “La vida siempre sabe más” sencilla expresión que significa recordar que formamos parte de un sabio y experto tablero que apenas visualizamos en mínima parte de toda su extensión. Ésta, de forma fluida nos suministra en mayor proporción lo que necesitamos que lo deseado, porque entiende y conoce los requerimientos para nuestra expansión y evolución. Anhelamos un sin fin de cosas que nos proporcionen bienestar emocional, económico y que deriven en estabilidad, puntos totalmente válidos. No obstante, existen muchos otros elementos que implican para el ser humano no solo tenencias, sino también el sentirse útil, el que su producción económica este enlazada a sus talentos y pasiones, el contribuir a través de un legado, o muy importante a que su actividad personal agregue valor a otras vidas. Aspectos que definitivamente nos reflejan realización y satisfacción dentro de lo intangible.
Los seres humanos en general vamos deseando tener todo controlado, mientras menos variantes se nos presenten mejor nos sentimos, nada que signifique movernos de nuestra zona de confort, donde la incertidumbre se encuentre bajo llave y tengamos la mayor de las garantías. Ese es el escenario ideal del ser humano en general, pero no es el mismo escenario en el que la vida se desenvuelve y del que formamos parte. Nada está asegurado, incertidumbre y cambios son alimentos de su plato principal. Cuando estamos ante circunstancias importantes la aprensión se apodera de nosotros, sentimos que un terremoto sin aviso nos traslada del tan ambicionado resguardo a espacios desconocidos. Pensamos que lo que sabemos es todo lo que necesitamos y a causa de esto creamos conductas repetitivas propias de una mentalidad de temor y en consecuencia cualquier cambio pone en crisis nuestro sistema de creencias. Nos sentimos expuestos y vulnerables, se nos dificulta manejarnos y olvidamos que este es su juego y nosotros una de las piezas del tablero, donde acoplar la consciencia nos facilita disfrutar ampliamente.
Comprender este lenguaje nos prepara danzar en un flujo de entradas y salidas, de tomar y soltar, de dar y recibir, de inhalar y exhalar por configuración natural, permitiendo que los cambios se expresen y las lecciones que conlleva hagan su trabajo. Sabe tanto que observa permanentemente si apuestas por ti en momentos de tomar decisiones, si en vez de preguntarte con resistencia ¿cómo voy a lograrlo? confías en su sabiduría y resguardo, está atenta a que des el necesario primer paso para acudir a tu encuentro y apoyarte, si estamos dispuestos a hacer lo necesario y comprometernos con lo que realmente deseamos.
No entiende de arrogancias y competencias, solo ama y se expresa con tal sencillez que nos cuesta comprender que términos como luchar no se reflejan en su diccionario pero si en el nuestro. Nos pide asombro y ser un canal receptivo ante todo lo que tiene por dar. Ama el cambio, la transformación y el misterio porque es su esencia misma. Conocer y aceptar sus formas nos reconcilia y otorga el reconocimiento necesario de donde estamos, lo construido y muy importante lo vivido que conforma nuestra historia. Tiene el dominio de todo aquello que ignoramos, y está al tanto que el concepto que tenemos sobre nosotros mismos es lo que ha tergiversado como la percibimos.
Comparto este pensamiento que nos ilustra:
“Lo que un hombre piensa de sí mismo es lo que determina o más bien indica su destino”
Henry D. Thoreau
Si no te gusta tu vida actual comienza por revisar el concepto que tienes de ti, porqué ella siempre sabe y no hace otra cosa que mostrarte, obedecerte y recordarte que o cambias conscientemente o lo hará abruptamente.