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La maldición de los asesinos Puccio y Barreda: odiados, solos y escrachados

Tanto el secuestrador como el famoso cuádruple femicida vivieron finales parecidos. A Puccio no le querían cortar ni el pelo por ser asesino. A Barreda lo quieren echar del hospital donde está internado.

23 Mayo de 2017 11:32
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El que mata se convierte en asesino para toda la vida. La condena nunca se termina de cumplir, ni siquiera cuando recuperan la libertad. En sus últimos días en General Pico, el siniestro secuestrador que mataba empresarios en la decáda del 80, vivió una especie de maldición: el peluquero no le quería cortar el pelo, un verdulero no le quiso vender y un médico se negó atenderlo. Hace unos días, Pablo Cuchán, condenado por femicidio, fue escrachado cuando lo descubrieron que estaba por viajar en un micro de larga distancia. Al famoso cuádriple femicida Ricardo Barreda le ocurre algo similar: los pacientes, las enfermeras, los médicos y los camilleros del Hospital de Don Torcuato donde está internado quieren que deje su cama cuanto antes. A todos los condena lo mismo: la marca indeleble de sus horrendos crímenes.

¿Los asesinos no merecen los mismos derechos que nosotros? ¿Viajarías en un mismo micro que traslada a un femicida? Te harías atender en el hospital donde internaron a un violador? 

Puccio, en sus días finales en La Pampa. Foto: Nacho Sánchez, gentileza prensa Editorial Planeta.

Puccio, en sus días finales en La Pampa. Foto: Nacho Sánchez, gentileza prensa Editorial Planeta.

A Barreda, además, le expropiaron su casa de La Plata, donde cometió los femicidios de su esposa, su suegra y sus dos hija. "Su condena la cumplió, no es justo que le saquen sus bienes. ¿Y por qué a Barreda solo y no a otras personas que cometieron delitos?", se quejó Eduardo Gutiérrez, su abogado.

A los 81 años, Barreda está detenido en un hospital de Don Torcuato. Está cerca de quedarse en la calle. Dicen que simula estar enfermo, que maltrata y amenaza a las enfermeras, que a una médica le dijo que le iba a dar un escopetazo y que a veces va a una despensa a comprar whisky. Los que lo dicen no son fuentes anónimas, sino un grupo de trabajadores del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, donde el famoso cuádruple femicida que el 15 de noviembre de 1992 mató a su esposa, su suegra y sus dos hijas fue internado hace ocho meses.

Barreda en el hospital. Acusa a las enfermeras de "ladronas".

Los empleados del hospital difundieron este video: 

 

"Se cree dueño del hospital"; dijo una enfermera. "No me gusta cruzarme con un

femicida

"; dice otro empleado. "Odia a las mujeres. A su esposa le decía

Chochán

", dijo una empleada de limpieza. Un camillero agrega: "Cuando llegó dio otro nombre, es un impostor".

BigBang intentó comunicarse con las autoridades del hospital, pero no respondieron la llamada. 

A Arquímedes Puccio le ocurrió algo similar a Barreda. El siniestro secuestrador que secuestraba empresarios y los mantenía cautivos en el sótano de su casa de San Isidro, para después matarlos en descampados, pasó sus últimos años en General Pico, La Pampa. Hubo médicos que no lo querían atender por ser asesino. Hasta un peluquero lo echó. Y cuando murió, a los 82 años, un grupo de vecinos pidió que no lo enterraran en el cementerio municipal.  

LAS OTRAS DENUNCIAS 

Estas nuevas denuncias se suma a lo que hace tres días publicó BigBang en exclusiva: las denuncias de una enfermera y de una médica:

Septiembre de 2016. En la puerta del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, un grupo de periodistas hacía guardia para obtener una de las imágenes más buscadas del día. La del cuádruple femicida Ricardo Barreda, el paciente más famoso.Pero a él sólo le preocupaba salir cuanto antes del hospital, aunque tuviera que enfrentar a la prensa. Cuando una médica lo vio en andador y con paso lento rumbo a la puerta, le gritó:

Barreda! ¿Qué está haciendo?

-Me voy. No me grite, señorita. 

-Usted no se va a ningún lado. No le dimos el alta.

-¿Estoy preso? No sabía.

-Está descalzo, desabrigado. ¿No le parece que lo mejor es que vuelva a acostarse en su habitación?

Barreda giró y se puso cara a cara con la médica:

-¿Y si mejor le doy un escopetazo en la cabeza?

La doctora lo amenazó con llamar a un custodio, pero no hizo falta. Barreda se calmó. Ese episodio escandaloso, que revelaron a BigBang tres fuentes del hospital, no fue el único que protagonizó el tristemente célebre dentista que el 15 de noviembre de 1992 mató a su familia en su casa de La Plata. Según pudo saber BigBang, el 10 de este mes uan enfermera acusó al femicida de haberla amenazado. "Fui agredida por Ricardo Barreda verbalmente. Este señor me impedía salir de la habitación mientras me amenazaba, me dijo que me tenía en la mira y me la tenía jurada", denunció la enfermera. Su relato quedó registrado en el acta de novedades del hospital. BigBang tuvo acceso al informe:

El peluquero de lo moral

Se llama Rubén Pérez, un hombre canoso y corpulento. Mientras barre el piso lleno de pelos lacios castaños, pregunta quién de nosotros se cortará el pelo. 

-¿Por qué no le quiso cortar el pelo a Puccio?  

- Porque era un asesino. Entró acá con aires de rey, pero le paré el carro enseguida. Le dije, no, señor, no se equivoque, yo a usted no le corto el pelo.  

- ¿Y Puccio qué dijo?  

- Que no sabía nada de su vida. Y que no era ningún asesino. Que yo solo me valía de lo que decía la prensa.  

- ¿Y usted qué le respondió?  

- Le volví a decir que no le cortaba el pelo a los asesinos. Se fue cabizbajo, quizás maldiciendo para sus adentros. Nunca volví a verlo.  

- ¿Le cortaría el pelo a Videla?  

- No, de ninguna manera. Pero a Firmenich tampoco se lo cortaría.  

El hombre habla con la tijera en la mano derecha y el secador en la izquierda, apoyado contra un espejo. Es una especie de peluquero de lo moral. Un juez de la cabellera de cretinos y tahúres, honrados y decentes, malditos y malvivientes. 

- ¿A Barreda lo atendería?  

El peluquero duda: 

- Mmm. Déjeme pensar. Si compruebo que el hombre mató a su familia porque enloqueció y no estaba en sus cabales, probablemente le cortaría el pelo. Ahora si el tipo lo hizo de modo planificado, lo echo a los gritos. Que le corte el pelo otro.  

- ¿Y sus vecinos qué dijeron del episodio Puccio?  

- La mayoría me felicitó. Mucha gente a este hombre le daba vuelta la cara. Nadie quería atenderlo y hubo quejas porque lo enterraron en un cementerio que es de la gente. Ni los sepultureros querían enterrarlo.

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