04 Agosto de 2025 15:34
Giovanni Benavídez nació el 26 de abril en la Clínica Vélez Sarsfield de Córdoba. Pesó lo esperado, respiró al nacer, lloró, abrió los ojos, fue recibido con los brazos abiertos por Sol y Darío, sus padres primerizos. Era, hasta ese momento, un nacimiento común, de esos que deberían estar seguidos por pañales, visitas, fotos y canciones de cuna. Pero algo cambió apenas pasaron unas horas. Giovanni emitió un quejidito, una alerta mínima, pero suficiente como para que lo trasladaran a neonatología. Allí empezó una historia de terror que todavía no termina. El bebé fue intubado y sedado con fentanilo para tolerar el respirador. El mismo fentanilo que luego la ANMAT ordenó retirar del mercado por estar contaminado con bacterias multirresistentes. El mismo que -según sus padres- marcó para siempre la vida de su hijo.

Desde entonces, Giovanni no volvió a respirar por sus propios medios. Tampoco volvió a casa. Cuando la alerta de fentanilo contaminado explotó el 9 de mayo, ya había sido demasiado tarde. el pequeño había comenzado a descompensarse. En sus hemocultivos apareció una bacteria demoledora: Klebsiella pneumoniae multirresistente, una de las más temidas en el ámbito hospitalario. Los médicos cambiaron la sedación a morfina, pero el daño estaba hecho. La infección atacó pulmones, riñones, corazón. Le provocó fallas múltiples. "No respondía, ni siquiera orinaba. Me decían que no había esperanzas", sostuvo Sol en diálogo con Clarín.
La mujer tiene 20 años. Es madre por primera vez. Desde hace más de 90 días, duerme como puede, llora como no quisiera y se turna con Darío para acompañar a su hijo de apenas tres meses. El cuadro clínico de Giovanni sigue siendo grave. Logró sobrevivir a la Klebsiella luego de ser tratado con un antibiótico no autorizado para neonatos, que lo salvó, pero le dejó secuelas hepáticas. Desde entonces, ha atravesado otras infecciones. Bronquiolitis, virus, bacterias. Su sistema inmune es débil y su cuerpo frágil. Aún no sabe succionar ni tragar: debe ser alimentado por sonda y necesita un botón gástrico que la mutual aún no aprueba.
En pleno agosto, sus padres vuelven al trabajo. Pero siguen luchando. Siguen esperando. Giovanni está despierto, le leen cuentos y le cantan. Sus padres rezan y sueñan con el día en que su hijo conozca la vida fuera del hospital. La causa por el fentanilo contaminado está en manos del Juez Federal Ernesto Kreplak. Ya se investigan formalmente 68 muertes. Las ampollas adulteradas fueron distribuidas por HLB Pharma Group S.A. y Ramallo S.A. y se utilizaron en hospitales de Buenos Aires, Santa Fe, CABA y ahora también Córdoba. Solo en la Clínica Vélez Sarsfield se adquirieron 1.300 ampollas. Allí nació Giovanni.

Pero las responsabilidades siguen diluyéndose. A tres meses del escándalo, ni la ANMAT ni el Ministerio de Salud de Córdoba dieron explicaciones sobre cómo ese medicamento llegó al cuerpo de un bebé que nació sano. La familia denuncia trabas para acceder a la historia clínica completa. No hay registros disponibles ni del parto ni de los estudios de embarazo. Tampoco hay datos concretos de los responsables de haber adquirido, administrado o supervisado la droga contaminada. La opacidad institucional duele casi tanto como la enfermedad. "Nos contaban que saturaba mal oxígeno, que no mejoraba. Pero nadie sabía qué tenía. Y cuando supimos que era Klebsiella, ya era tarde. ¿Cómo no van a saber que le dieron un fentanilo contaminado?", se pregunta Darío, sin consuelo.

Mientras tanto, Giovanni intenta reponerse. Comenzó a recibir más leche. Sonríe, a veces. No sabe lo que es dormir en una cuna. No conoce la casa de sus padres. Pero sigue. Como puede. Como le enseñan. Y eso es lo que más duele. Que alguien tan pequeño tenga que pelear contra todo. Que alguien tan joven tenga que aprender a ser madre en medio de tubos, alarmas y medicamentos. Que una familia tenga que resignarse a que la Justicia llegue después. Si llega.

