16 Diciembre de 2025 11:05
El ministro de Economía, Luis Caputo, salió a rechazar las críticas por el momento elegido para ampliar las bandas cambiarias y volvió a blindar el rumbo económico del gobierno de Javier Milei con un discurso cargado de autocomplacencia y promesas a largo plazo. "Ahora podemos hacerlo justamente porque no lo forzamos antes. Decían 'nosotros se lo decíamos'; eso es un error grosero", sostuvo, al tiempo que atribuyó las dificultades previas a la "incertidumbre política" y a un supuesto "colapso en la demanda de dinero" que llevó a los argentinos a refugiarse en el dólar.

Según Caputo, la demora en la acumulación de reservas no fue una falla del programa sino una imposibilidad técnica: "Por cada dólar que Argentina compraba podía acumular 25 centavos, con los 75 centavos restantes se pagaban deuda". Recién ahora, afirmó, superada la presión electoral, el Gobierno estaría en condiciones de "ajustar las bandas y comprar reservas". El problema es que esa explicación convive con una realidad marcada por un Banco Central que sigue sin poder despejar la desconfianza estructural sobre el peso y con un esquema cambiario que, pese a los anuncios, continúa lejos de una normalización plena.
Caputo insistió en que "mientras el BCRA mantenga una política monetaria contractiva el proceso de desinflación va a continuar" y aventuró una convergencia hacia la inflación internacional. Incluso fue más lejos: "Si el presidente tiene razón y la inflación tiende a cero...". Sin embargo, los datos recientes muestran un IPC que volvió a acelerarse en los últimos meses, empujado por el salto del dólar, los aumentos de tarifas y el encarecimiento de los alimentos, especialmente la carne. Un escenario que pone en cuestión el triunfalismo oficial. Pese a ello, el titular del Palacio de Hacienda no dudó en calificar al plan como "el más robusto de la época moderna".
Incluso, enumeró: "Lidió con la peor herencia económica de la historia y estabilizó la situación sin caer en crisis: no hicimos plan Bonex, no hicimos default, no hubo corralito ni pesificación. La comparación, sin embargo, omite deliberadamente el costo social del ajuste: caída del consumo, destrucción de empleo y deterioro del poder adquisitivo. El optimismo se extendió al plano político. Caputo dijo ver el debate del Presupuesto "muy encaminado" y aseguró que "ve a los gobernadores comprometidos con sacar el país adelante". Con ese respaldo, proyectó un futuro prometedor: "Soy recontra optimista. Veo un 2026 espectacular".

Según su pronóstico, la economía podría crecer "entre 4 y 8%", aunque sin precisar cómo ni cuándo ese crecimiento se traduciría en mejoras concretas para la mayoría de la población. En materia fiscal, el ministro dejó en claro cuáles son las prioridades del Gobierno. "Hoy estamos en una situación en la que necesitamos recaudar más para seguir bajando impuestos", dijo, y remarcó que la clave es "ampliar la base de recaudación".
La promesa es conocida: si el crecimiento llega, habrá alivio impositivo para el sector privado. Mientras tanto, el ajuste continúa. Consultado sobre una mejora para los jubilados, Caputo fue contundente: "Primero hay que resolver la situación laboral y tributaria. Nos encantaría poder pagarle el doble a todo el mundo, pero hay que tener los recursos". Otra vez, los sectores más vulnerables quedan relegados a un futuro indefinido.
El ministro también minimizó las críticas por la recuperación desigual de la economía con una frase que sintetiza la lógica oficial: "La macro es la sumatoria de la micro. Si la macro crece, al país en conjunto le está yendo bien". Una afirmación que choca con la realidad de miles de pymes, trabajadores e industrias que no logran subirse a esa supuesta recuperación.
De hecho, justificó el cierre o la crisis de ciertos sectores al señalar que "había industrias que tenían negocios que eran de coyuntura", y puso como ejemplo a Whirlpool, que -según dijo- se beneficiaba de un esquema cambiario distorsionado. En paralelo, el Banco Central anunció que a partir de enero las bandas cambiarias se ajustarán según la inflación medida por el Indec.

Para el presidente del BCRA, Santiago Bausili, esto "le está dando un grado de flexibilidad al esquema" y no implica necesariamente una suba del dólar. Sin embargo, desde el sector privado surgieron advertencias. La consultora Equilibra consideró positivos los anuncios, pero alertó que el nuevo esquema "agrega un elemento de inercia inflacionaria" al indexar el tipo de cambio a la inflación pasada. A esto se suma que el cepo cambiario sigue prácticamente intacto. Bausili fue categórico: "No se contemplan ninguna modificación respecto de las restricciones cambiarias que existen hoy". Persisten las trabas para importaciones, el giro de utilidades, el pago de deuda externa y la operatoria financiera, un combo que desalienta inversiones productivas y mantiene la economía atada a la discrecionalidad oficial.

