15 Octubre de 2025 10:42
A una semana de que la Cámara de Diputados aprobara con modificaciones la ley que limita el uso de los decretos de necesidad y urgencia (DNU), el proyecto sigue varado en el escritorio de Martín Menem. El presidente de la Cámara baja, alineado con Javier Milei, decidió no enviarlo aún al Senado, bajo el argumento de estar "revisando con lupa" el texto. Pero en el Congreso nadie compra esa versión: para la oposición, se trata de una maniobra deliberada para "dormir" la ley y proteger al Presidente. "Lo están durmiendo para impedirnos insistir con el texto original", denunciaron desde el bloque que lidera el peronista José Mayans en diálogo con Clarín.

En la Cámara alta el malestar crece: aseguran que el libertario estira los tiempos para que, si el proyecto finalmente se convierte en ley, Milei pueda vetarlo con comodidad política después del recambio legislativo del 10 de diciembre, cuando el oficialismo espera engordar sus bancas. La estrategia es evidente: si logran un tercio de legisladores propios, podrán sostener cualquier veto presidencial. Lo que en la práctica equivale a perpetuar la capacidad del Presidente de gobernar por decreto, sin control parlamentario. Algunos constitucionalistas, como Margarita Stolbizer, ya advirtieron que una norma que busca limitar el poder presidencial no puede ser vetada.
Esto, claro está haría de un eventual rechazo una decisión de dudosa legalidad. Mientras tanto, en el Senado, el peronismo prepara el terreno para avanzar sin esperar a Menem. "Queremos tratar el proyecto ya, este jueves", repiten en el entorno de Mayans. Pero sin el texto oficial remitido desde Diputados, nada puede dictaminarse. La sesión clave podría ser el 23 de octubre, apenas tres días antes de las elecciones legislativas, un escenario que aterra al Gobierno: una sanción en ese momento sería un golpe político directo a Milei. Sin embargo, los libertarios confían en que eso no ocurrirá gracias a las distintas maniobras que llevan a cabo parea dilatarlo.
Calculan que entre los senadores en campaña y los aliados de coyuntura podrán bloquear cualquier intento de sesión. Todo apunta a que el debate recién podría retomarse después de los comicios, cuando los números en el Congreso sean más favorables al oficialismo. Pero lo que ocurre con la ley de los DNU es apenas un síntoma del clima de descomposición política que atraviesa el Gobierno. Martín Menem, pieza clave en la estructura legislativa de Milei, vive su momento más crítico desde que asumió la presidencia de la Cámara. Aislado y cuestionado, enfrenta no solo la furia de la oposición, sino también el fuego cruzado dentro del propio oficialismo.

En las últimas semanas, la tensión con Santiago Caputo, asesor presidencial y figura de poder en la sombra, escaló al punto de la ruptura. Desde el entorno del estratega libertario admiten: "Con los Menem la relación es pésima". La disputa se desató cuando Caputo se adjudicó el mérito de haber frenado la ley de los DNU en Diputados, un logro que Menem considera suyo. "Si algo sale bien, él se lanza a los medios para anotarse el triunfo. Si algo sale mal, se despega y culpa a los demás", disparan desde el entorno del riojano. El conflicto se inscribe en una interna más amplia: la lucha por el control político del Congreso y por los favores de Karina Milei.
De la hermana del Presidente dependen tanto Caputo como los Menem. La llamada "El jefe" respalda a ambos, pero su cercanía con el asesor no impide que los choques se multipliquen. En este tablero, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, intenta oficiar de árbitro, aunque también fue blanco de críticas del caputismo por "tomar decisiones sin gestión". El propio Caputo, a pesar de no tener cargo formal ni firma, mantiene inalterable su influencia: Milei lo designó para encabezar la avanzada de inversiones estadounidenses, con un botín de promesas que incluye 70.000 millones de dólares y un supuesto megaproyecto de inteligencia artificial en la Patagonia.

Mientras Caputo viaja por Washington, Menem hace equilibrio en Buenos Aires. Con su liderazgo en duda, busca recomponer lazos con los bloques del centro y ganar oxígeno de cara a fin de año. Se reunió incluso con Emilio Monzó, viejo adversario, para negociar lugares en la Auditoría General de la Nación, un organismo paralizado hace casi un año. Pero en el Congreso pocos le creen su discurso de "institucionalidad" y ven en sus movimientos solo una maniobra de supervivencia. Y en el centro de la escena, Martín Menem juega su propia partida: sostener su silla, proteger a Milei y sobrevivir a la tormenta que se desató -una vez más- dentro del propio oficialismo.

