16 Junio de 2016 21:51
Son millones los amantes de este deporte que temporada tras temporada, forja pasiones entre las multitudes. El fútbol en nuestro país es parte de nuestra cultura, hace a nuestra sociedad y refleja nuestras deficiencias en un sinnúmero de ocasiones.
¿Se hincha como se vive? ¿Se vive como se hincha?
Sir Wiston Churchill supo definirlo hace algunas décadas en esta celebre frase: “Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras”. Los argentinos compartimos éste gen, un cromosoma que indefectiblemente hace mella en nuestra vida diaria.
Si ahondamos en el aspecto sociológico de la materia, el fútbol no da soluciones a los problemas cotidianos, pero sí satisfacción. Entre los simpatizantes la derrota genera frustración, la victoria en cambio, bienestar. Tal vez sea ésta la razón por la cual la sociedad se lo agradece de una forma generosa, altruista. En éste aspecto, el fútbol usufructúa del poder de su amnistía. Es un ambiente con matices complejos, exiguamente cuestionado, al que se le perdona todo. Estas dos realidades se complementan, se pertenecen la una a la otra.
¿Es la pelota el oxígeno de nuestra sociedad actual?
En el fútbol existe un mecanismo de retroalimentación constante. Las noticias se generan antes, durante y después de los encuentros. Hasta los acontecimientos más nimios cobran sobre dimensión en éste ámbito aún fuera de competición, y es que los medios de comunicación son parte de dicho circuito, la masificación de los contenidos y su repercusión logran una especie de "realidad aumentada" sobre los acontecimientos diarios.
Para los simpatizantes del balompié, el deporte genera un sentimiento de pertenencia. El legado, por herencia o elección los une en un mismo sentimiento. Actúa como refugio para cientos, miles que comparten el mismo sentir. Las cifras así lo demuestran:
Según la Asociación del Fútbol Argentino, la definición del Torneo Transición entre el CASLA y Lanús tuvo unos 52.260 espectadores en el estadio. Por su parte, la audiencia llegó alrededor de los 30 puntos de rating, unos 10.000 televidentes más que la final de la Copa Libertadores entre River y Tigres, hace casi un año.
Paradójicamente, las cifras arrojadas por AFA reflejan una brutal dicotomía entre el deporte más popular del planeta y la economía del simpatizante medio. El valor de las entradas generales aumentó en un 1.000% con respecto a hace 10 años. En tanto la recaudación promedio por un encuentro del campeonato local alcanza los $22.500.000.
Esto último no parece ser motivo suficiente para alejar a los simpatizantes de los estadios. Ni la economía ni los malos resultados son un factor influyente en el sentimiento de los hinchas.
Es que cuando juega el corazón, no hay motivos que la razón deba comprender.