06 Octubre de 2025 10:42
Todo ocurrió el sábado al mediodía. Michelle Iman Schmukler, influencer y empresaria de moda, jugaba con su bebé de ocho meses en el patio de su casa cuando un vecino comenzó a gritarle con odio. "Judía, judía, judía", le repetía desde una ventana. Ella levantó la vista, incrédula. "Ahora encima tenés un hijo judío, qué asco", alcanzó a escuchar antes de que el hombre arrojara un pedazo de metal dirigido hacia ellos. El objeto cayó a centímetros del cochecito del bebé. El agresor no se escondió. Según relató Schmukler a través de las redes sociales, "asumió los hechos y dijo que no tuvo puntería".
La pareja de la víctima corrió a buscar ayuda policial. Pero lo que encontraron en la comisaría fue casi tan brutal como el ataque: la primera respuesta de los agentes fue sugerirles que "se mudaran del edificio". El relato, que Schmukler compartió entre lágrimas en sus redes sociales, se viralizó de inmediato. "Una persona salió desde su casa, le tiró un fierro apuntándole a la cabeza a un bebé de ocho meses y nadie lo detiene. Está mirando Netflix como si nada, arriba nuestro", dijo su pareja, impotente.
Recién después de que el caso estallara en las redes sociales, la maquinaria institucional comenzó a moverse. La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) intervino y presentó una denuncia formal contra el vecino de Schmukler. El Gobierno de la Ciudad dispuso una custodia policial y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se comunicó con la familia. "Hay custodia en la puerta, ahora sí nos sentimos cuidados", escribió Schmukler, aunque aclaró que el miedo persiste.

El ataque se enmarca dentro de la Ley Antidiscriminatoria (N° 23.592), que castiga con prisión de uno a tres años a quienes inciten al odio por motivos de raza o religión. Pero la respuesta judicial fue tibia. El agresor, identificado y con una confesión explícita, fue trasladado al Hospital Fernández para una evaluación psiquiátrica. Allí los médicos determinaron que debía quedar internado en observación, pero como no se trataba de una internación compulsiva ordenada por un juez, el hombre decidió irse.

Se retiró medicado, acompañado por sus padres, y volvió al mismo edificio donde vive la familia que atacó. La escena resultaba casi insoportable: un hombre que arrojó un fierro a un bebé, en libertad, a pocos metros de sus víctimas. El fiscal del caso, Dr. Kesler, dispuso medidas urgentes -entre ellas, un informe socioambiental y la toma de declaraciones a los vecinos-, pero la única protección inmediata que le brindaron a Schmukler fue un botón antipánico. Finalmente, la Fiscalía Especializada en Discriminación N°13, a cargo de la Dra. Paluch, tomó la causa y los padres del acusado decidieron trasladarlo a otro domicilio "para evitar más problemas".

En este contexto, Schmukler reveló que "el jefe de la Policía nos pidió perdón y ya están trabajando junto con el presidente Javier Milei". Hoy la familia vive bajo custodia policial, con miedo constante. "Tenemos que mirar por la mirilla para asegurarnos de que él no esté detrás de la puerta", dijo el esposo de la influencer. En pleno siglo XXI, en el corazón de Buenos Aires, una madre judía y su bebé fueron atacados por su identidad, y el Estado les respondió con burocracia, demora y un botón antipánico. La brutalidad del hecho y la indiferencia inicial del sistema demuestran que el antisemitismo, lejos de extinguirse, vuelve a mostrar su rostro más oscuro.

