por Alejo Paredes
31 Octubre de 2025 11:39
Hablar de Wosh Machín es hablar de un artista que eligió el teatro no como refugio del dolor, sino como una herramienta para sanarlo. Uruguayo, director, dramaturgo y militante cultural, es la cabeza del Teatro de Conciencia Social, un movimiento artístico que desbordó los escenarios y se instaló como espacio de contención, prevención y reflexión colectiva. Su nueva obra, C.A.O.S, llega por única vez a Buenos Aires para poner el foco en un tema urgente: las adicciones. "A veces la gente entra en un caos cuando olvida quién es", dice Machín, con la calma de quien aprendió a mirar el dolor de frente, en diálogo con BigBang.

Y añade: "Olvidamos las raíces, la esencia, y eso nos provoca el caos interno, como personas y como sociedad". Así nació C.A.O.S, una historia que no sólo habla del consumo de drogas o alcohol, sino del vacío que queda cuando los vínculos se rompen y de la posibilidad -siempre frágil ynecesaria- de acompañar. Machín no solo concibe el teatro como entretenimiento, sino como denuncia. "A diferencia de muchos, yo no voy al teatro a buscar el aplauso: voy a quejarme utilizando la plataforma que tengo", asegura.
Su voz se eleva no desde el elitismo del arte, sino desde los barrios periféricos que conoce de memoria. "Las adicciones no discriminan. Lo que cambia es el poder adquisitivo: en los barrios vulnerables, el consumo está en la puerta antes que la posibilidad de estudiar arte. Eso no es azar: es falta de justicia social", destaca. Desde hace más de quince años, el Teatro de Conciencia Social se transformó en un fenómeno único en Uruguay. Ochenta artistas, cinco directores y tres sedes conforman una compañía que combina la potencia escénica con un profundo compromiso comunitario.
Allí, las estrellas consagradas comparten escenario con actores y actrices emergentes que provienen de los márgenes. "Eso es dignificar a la gente", dice Machín. "Es decirle a una persona que puede estar en un barrio pobre, pero eso no determina que no pueda ocupar un lugar de privilegio, aunque sea por un ratito. Le devolvés la fe y la esperanza". Su militancia cultural es tan fuerte como su mirada política. "Me considero más activista que artista. El arte es la excusa para militar", afirma.

Y con convicción, agrega: "La cultura es una herramienta de transformación, y si la ponemos al servicio de la prevención, podemos construir un nuevo pensamiento. Esta también es una batalla cultural, y hay que darla". Esa batalla la da con un compromiso que lo llevó incluso a enfrentarse al poder mediático. Fue el primer artista uruguayo en obtener un fallo judicial por violencia mediática de parte de un prestigioso diario uruguayo. "Era más fácil atacar al que venía de la pobreza, al que no tenía contactos. Pero aprendí que un militante contra la violencia tiene que poner límites, incluso a los periodistas violentos", reflexiona.
Según le explicó a este portal, "al principio me dolía, pero entendí que el dolor también se transforma, y que la única herramienta de sanidad es el perdón". "El perdón no es abrazar: es atravesar y avanzar", destacó. Su historia personal late detrás de cada palabra: "Yo vengo de un barrio humilde, de un contexto donde estudiar arte era casi un lujo. Para mí, el teatro fue refugio y escape. Era el lugar donde podía ser, donde podía sanar mis heridas desde el insulto y la exclusión".
Esa herida, hoy, se transformó en bandera: "Sé lo que es no poder pagar una escuela de teatro. Por eso, democratizamos la cultura. Nuestro teatro, el Metro de Montevideo, es el más prestigioso del país. Y que alguien como yo se haya instalado ahí es también una forma de romper castas". En cada función de C.A.O.S, el público pasa del silencio al llanto, de la empatía a la incomodidad. "El teatro es la manera menos invasiva de decirle a alguien: ojo, esto te está pasando", explica.

inclusos, sostiene que "la cultura es construcción de pensamiento. Si logramos generar ese clic, ya empezamos a sanar algo como sociedad". El impacto del proyecto es tan profundo que el Senado uruguayo reconocerá a Machín el próximo 18 de diciembre por sus quince años de labor artística y social. También fue declarado Embajador de Paz por la Federación Mundial de Mujeres por la Paz. Sin embargo, él insiste en que los logros no le pertenecen: "No me considero protagonista de esto. Es colectivo. Cada premio es para los que encontraron en el teatro su lugar, su voz, su dignidad".

Cuando se le pidió definir C.A.O.S en una sola palabra, no dudó: "Una patada al pecho". Pero detrás de esa crudeza hay una intención profundamente amorosa. "La obra no habla del adicto, sino de su familia. Del entorno que también sufre, que también necesita ayuda. Quiero que el público se lleve eso: la idea de que hay herramientas de prevención para no llegar al límite. Que la esperanza existe, incluso en medio del caos". Y antes de concluir la charla, dejó una frase que enmarca su propósito, su herida y su fe: "La vida duele, pero con amor duele menos. El teatro, cuando nace del amor, puede curar incluso lo que parecía perdido".

