11 Junio de 2016 17:21

Asi se hace un film de terror. O al menos de esos de la antigua escuela donde el suspenso y la atmósfera generaban el clima perfecto para darnos sobresaltos inesperados.Sera que los clichés de puertas abiertas, sonidos en lo profundo de la noche. Objetos inanimados que se mueven por una especie de ente paranormal aun funcionan siempre y cuando se los emplee bien.
Bien acertada fue la idea de Jonathan Penner y Steve Jay Schneider en su libro “Cine de terror” al diferenciarlo del horror: El horror viene luego. El terror es el suspense, el miedo. La preocupación de que algo terrible sucederá.
Y al parecer James Wan fue tajante con esta teoría a lo largo de su filmografía donde el terror clásico se subleva sobre el moderno.
Pero no todo fue trabajo de Wan. El éxito de taquilla que genero El Conjuro fue lo que dio hincapié a que tres años después se elabore esta secuela.
El film inicia con la investigación de Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) en el emblemático Caso de Amityville, descolocada del argumento central de la historia, pero que a posteriori será clave en el desenlace de la misma. Tiempo después, a finales de los '70, en la nublosa Inglaterra; la familia Hodgson comienza a experimentar sucesos paranormales. Para la madre soltera Peggy (Frances O'Connor) ya es demasiado lidiar con cuatros hijos, un marido que la abandono; ahora se le suma una presencia demoniaca a su destartalada casa.
Mientras que su hija Janet (Madison Wolfe) es acosada por la presencia de un anciano sentado en un viejo sillón de la casa, el miedo y escepticismo ronda a Inglaterra, denominado al caso “El Amityville de Inglaterra”. Esto hace oídos en la iglesia, y le pide ayuda a los Warren para investigar el caso.
Durante buena parte de la película vemos como sillas se mueven solas, la demoniaca presencia de “El hombre Jorobado” que aterroriza al menos de la familia y el anciano Bill Wilkins (Bob Adrian) aterrorizando a la pobre Janet hace que se debate entre si es real todo, o si es todo un montaje de Peggy y su hija para que el estado le dé un hogar mejor. Es ahí donde las figuras del investigador paranormal Maurice Grosse (Simon McBurney) y la escéptica Anita Gregory (Franka Potente) entran en conflicto con los Warren, y realmente juegan con nuestra perspectiva de la realidad. Similar a lo que vivimos con El exorcismo de Emily Rose donde el debate de la creencia y la ciencia entran en puntos de inflexión poco conciliables.
Es lo que Wan quería. No quería repetir la fórmula que había tomado en su predecesora, ni mucho menos hacer una copia de La noche del demonio. Busca la duda, pero somos participes de lo que vemos. Verdaderamente sentimos los infortunios de los Hodgson y lamentamos lo que le pase. Incluso los Warren ya les sentimos cariño, pues ellos - sobre todo Lorraine - son víctimas del acoso de una demoniaca monja. La química de Wilson y Farmiga es indiscutible. Ambos son de esos matrimonios que creamos en la imaginación y deseamos ver más de ellos.
Lo más probable que los amantes sangrientos del cine gore la encontraran pesada, aburrida y sin sentido a lo que vemos. Pero créanlo o no, nada de lo que vemos - y lo que no vemos - en El Conjuro 2 esta demás. Todo se relaciona como un espectral rompecabezas que hay que estas atento a los juegos de cámara y la fotografía de Don Burgess, esencial en el film, para vivir un autentico acoso del mismo infierno.