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De Puch a Dalmasso: los casos más oscuros del perito que dice que a Nisman lo mataron

Osvaldo Raffo es el decano de los criminólogos. Hizo más de 20 mil autopsias y participó en los casos más trascedentes. Por qué cree que a Nisman lo asesinaron.

por Rodolfo Palacios

22 Septiembre de 2017 10:50
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Desde que se jubiló como perito oficial de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, Osvaldo Raffo -85 años- casi no sale de su casa de dos plantas en San Andrés, una localidad al norte del conurbano bonaerense, donde vive rodeado de espadas de samurai (hasta hace pocos meses practicaba el arte marcial kendo), armas antiguas, libros sobre homicidios y explosivos, quinientos videos de autopsias y ciento veinte cajas de cartón con recortes de noticias policiales y expedientes de casos. Parecía que nada podía sacarlo de ese ostracismo. Pero la misteriosa muerte de Alberto Nisman provocó el regreso del perito estrella del crimen argentino y un vuelco en la causa: para Raffo, al fiscal lo mataron a sangre fría.

"A Nisman lo mataron asesinos profesionales", dictaminó Raffo.

Contratado por la ex mujer de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, Raffo -decano de peritos y autor de libros que leen los criminólogos que investigan los casos más importantes- está convencido que a Nisman lo llevaron hasta el baño de su departamento, lo obligaron a hincar la rodilla derecha en el suelo y lo mataron de un balazo en la cabeza con la pistola Bersa Thunder calibre 22. 

El nombre de Raffo vuelve a cobrar protagonismo después de las pericias de Gendarmería que apuntarían que a Nisman lo mataron a sangre fría. Esa fue la primera conclusión a la que llegó Raffo. "El cadáver siempre habla", es una de sus frases de Cabecera. Y cree que el de Nisman habló más de la cuenta.

Raffo, junto a Salgado. 

Luces y sombras del hombre que "habla" con muertos

Más allá de su prestigio, sobre Raffo pesa una sombra: durante los años de la dictadura militar fue médico de la Policía que dirigía el siniestro Ramón Camps. “Los que estuvimos presos y detenidos por el general Ramón Camps, el jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aries durante la dictadura militar, tenemos muy presente quien es Osvaldo Raffo”, denunció el periodista Osvaldo Papaleo, hermano de Lidia, principal querellante en la recordada causa por la presunta apropiación ilegal de Papel Prensa S.A a los herederos del empresario David Graiver en la diictadura cívico militar.

Si bien es considerado por sus pares como una especie de "mago" que resuelve casos imposibles, no todas sus pericias son infalibles: fue contratado para actuar en 2006 en el caso Dalmasso, por el femicidio impune de Nora, ocurrido en Río Cuarto, y las conclusiones de Raffo -que fue asesinada por extraños que entraron en su departamento- no fue considerada.

Raffo con Marcelo Macarrón, viudo de Dalmasso, y Raúl Torre, otro perito.

Actuó en los casos más importantes de la historia del crimen argentino: del caso Carrasco, el conscripto asesinado, y el crimen mafioso de José Luis Cabezas, al femicidio de Ángeles Rawson.

Los crímenes del ángel negro

El caso que lo catapultó a la fama criminalística fue el raid feroz y asesino de Carlos Robledo Puch, el ángel negro que en 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían.  

Robledo Puch mató a 11 personas entre 1971 y 1972. 

-Buscábamos a un tipo con el aspecto de un asesino de película. La imaginación a veces te hace pensar en

alguien o en algo monstruoso. Al final nos encontramos con un niño bello con carita de ángel, parecido a Marilyn Monroe, pero por dentro era el diablo. He entrevistado a criminales terribles que han mostrado cariño o sentimientos hacia su madre, hijos o esposa. En Robledo jamás vi el menor asomo de afectividad para ningún ser humano -confesó Raffo una vez. En cuarenta años de carrera, inspeccionó cientos de escenas del crimen, hizo alrededor de veinte mil autopsias y analizó la mente de casi ocho mil criminales.

"Robledo parecía Marilyn Monroe

En la entrevista psiquiátrica que le hizo a Robledo, Raffo le hizo varias preguntas más que polémicas y discriminadoras:

-¿Usted es homosexual? -le preguntó.

-De ninguna manera -respondió Robledo enojado-, eso es un invento. Salí con chicas circunstancialmente. A mi

novia la amo, no le contesté las cartas porque la sigo queriendo y por cobardía nunca le toqué un pelo. Personalmente soy muy posesivo.

-¿A qué edad tuvo su primera relación sexual?

-A los 15 años, durante una de las fugas del hogar paterno. Fue con una chica que conocí en un hotel. Nunca

anduve con prostitutas.

-¿Cuál era la frecuencia de las relaciones?

-Unas siete veces por mes. No me lo pedía el cuerpo. Nunca violé a ninguna.

El perito escribió en su libreta: “Niega firmemente la homosexualidad, aunque como interno está alojado en un

pabellón que los agrupa”. 

Robledo, que lleva preso 45 años, fue la tapa de los diarios de 1972.

Cuando pasó a máquina de escribir esta parte de la pericia, Raffo diagnosticó:

“En su historia vital, las amistades femeninas son excluyentes, las preponderantes son las masculinas; hay

hacia el sexo opuesto, más que frialdad indiferente, una aversión activa. Tan pervertido es el homosexual como el

Don Juan, el sádico como el masoquista. La homosexualidad se presume pero no puede probarse. En cuanto si el

encausado tiene desviaciones sexuales, podemos decir que sadismo sí ha existido, y ésta es una forma de desviación sexual, que se manifiesta frecuentemente en la personalidad perversa”.

"Tan pervertido es el homosexual como el Don Juan, el sádico como el masoquista. La homosexualidad se presume pero no puede probarse

En su pericia, que fue anexada a la causa, no dudó en calificar al asesino como incorregible: lo definió como un

psicópata cruel y desalmado.* 

"Las hermanas satánicas"

Cuando lo visitaban periodistas o sus discípulos, cumplía una especie de ritual: su esposa -que murió hace cuatro años- convidaba con café y masitas secas mientras él exhibía las imágenes de una de sus obras más famosas: la autopsia de Juan Carlos Vásquez, que fue asesinado de cien puñaladas por su hija. La prensa lo llamó el caso de las hermanas satánicas (en referencia a Gabriela y a Silvina Vázquez, aunque la justicia responsabilizó del hecho sólo a Silvina) porque se supone que la homicida vio en su padre la imagen del demonio. En el momento más morboso del video, al visitante se le solía cerrar el estómago. Pero la esposa de Raffo, reaparecía, con la cafetera en la mano y otro plato de masitas, indiferente a lo que el marido proyecta. “Comé, querido, no seas tímido”, dijo una vez con insistencia a un joven aprendiz de su marido.

El caso de las "hermanas satánicas".

Otras veces, Raffo mostraba la autopsia que le hizo a Alicia Muñiz, la modelo uruguaya asesinada en 1988 en

Mar del Plata por el ex campeón mundial de boxeo Carlos Monzón. También examinó el cuerpo del cirujano René

Favaloro, que se suicidó el 29 de junio de 2000 de un balazo en el corazón. “Ese día lloré mucho”, cuenta.

Cuando le hizo la autopsia a Favaloro, dice que lloró mucho.

En los videos de las autopsias, Raffo aparece erguido, con un delantal celeste, rodeado de colaboradores y de cadáveres. Tiene un bisturí en la mano y los guantes manchados con sangre reseca. Disfruta de esas imágenes con el mismo placer que un pianista escucha las sonatas de Mozart. Nada parece afectarlo.

Hasta suele hacer chistes negros con su oficio:

-Si algún día te pasa algo, dejale dicho a tu esposa que me llame para hacerte la autopsia. Mejor que te la haga

un conocido. ¡Tengo instrumental alemán de última generación! -le dijo una vez a un periodista mientras soltaba una carcajada.

Monzón, en la reconstrucción del femicidio de Alicia Múñiz, otro caso de Raffo.

La rutina laboral de Raffo consistía en diseccionar corazones, rebanar cerebros como si cortara tajadas de un

melón o medir penes de criminales. Porque hubo un tiempo en que los peritos consideraban que saber el tamaño del

miembro viril de un asesino era un dato trascendente. Por ejemplo, los detectives que investigaron los cuatro crímenes del Petiso Orejudo -el asesino de niños de principios del siglo XX- se sorprendieron por su pene desproporcionado, que medía dieciocho centímetros.

El asesino que miraba después de muerto

A Raffo no lo impresionaban los muertos y asesinos. Pero con Robledo fue distinto: quedó impactado desde el comienzo. Dice que en los últimos cincuenta años sólo hubo un criminal de la talla del Ángel Negro: se llamaba Juan

Laureana, un artesano casado y con dos hijos que tenía una vida oculta. Por las tardes salía a buscar jóvenes y niñas. 

Las violaba, las mataba y se quedaba con una pertenencia de cada víctima. Le adjudicaron quince asesinatos. Cuando salía de su casa, le decía a su mujer: “Que los nenes no salieran a la calle porque había muchos locos sueltos”. La Policía lo detuvo gracias a un perro que lo descubrió escondido en un gallinero, al lado de dos gallinas que había estrangulado.

Lo fusilaron en 1975 durante un supuesto enfrentamiento, aunque hay dudas de que haya sido así. En ese entonces,

una práctica habitual de la Policía era ejecutar delincuentes y plantarles un arma para simular que la muerte ocurrió

en un tiroteo. El 27 de febrero de ese año, La Nación tituló: “Con el auxilio de un perro y luego de dos tiroteos, matan

en San Isidro al sátiro que en sus fechorías nocturnas asesinó a 15 mujeres en seis meses”. No existía el término asesino serial o múltiple. A esos criminales se los llamaba sátiros.

Raffo examina, en 1975, al asesino serial Laureana. Que mira como si estuvierse vivo.

En el caso Robledo, Raffo estaba presionado: tenía que demostrar que Robledo no era un esquizofrénico o un alienado, como aseguraba la defensa del acusado, en cuyo caso hubiese debido ser internado en un manicomio. Los familiares de las víctimas se oponían alegando que de allí podría escaparse. 

En su primer encuentro con Robledo, Raffo estuvo impaciente. Lo esperó en una sala de los Tribunales de San

Isidro. Era la primera de una serie de veinticinco reuniones de cinco horas cada una, cuando apareció el asesino,

acompañado por dos guardias, Raffo lo notó cambiado. No se parecía al que vio en aquella foto en blanco y negro. Ahora llevaba el pelo corto, más oscuro, y sus rasgos se habían endurecido. Era lógico: ocho años de prisión alcanzan para afear a una persona. Robledo ya no tenía el aspecto angelical de antes. Fruncía el entrecejo y hablaba con el dedo índice levantado, como si nunca dejara de estar enojado.

Robledo, en 2010. Odia a Raffo. Foto: Nacho Sánchez.

En las primeras charlas Robledo intentó dominar el diálogo. No era un examinado cualquiera: en los últimos años había sido revisado por más de diez psiquiatras. Se conocía las pericias y los test de memoria, hasta sabía los nombres de los exámenes y para qué servía cada uno. Además estaba exultante porque venía de ganar un torneo de ajedrez en la cárcel de La Plata.

Raffo estaba obsesionado con su paciente: no dejaba de pensar en él, repasaba libros de psiquiatría y había leído el

expediente dos veces.

-No vengo a empaquetarlo, vengo a decir la verdad -se presentó Robledo en el primer día de pericias.

Llegó desafiante. Era el centro de la atracción. Raffo abrió su cuaderno. Estaba ansioso. La noche anterior no había

podido dormir. No veía la hora de meterse en la mente del asesino. Ahora, Raffo siente que está cerca de meterse en la mente de los, según él, sicarios que mataron a Nisman. Quiere que ese sea el cierre de su carrera. La carrera de un hombre que "habla" con muertos y asesinos".

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