01 Diciembre de 2016 07:30

Si bien el cine porno se entiende como para mujeres, no sólo se dirige a un público femenino. Sus defensores -de ambos géneros- lo consideran una expresión artística incluyente, abierta a las elecciones sexuales. Aspira a superar los patrones estreotipados del cine para adultos clásico y culposo, y a elevar el rubro a un nivel de expresión contestataria, frente a las normas y cánones establecidos de la industria.
Una parte del feminismo rechaza de plano la posibilidad de un porno defensor de la igualdad entre hombres y mujeres, y a otros, directamente, les resulta inaceptable: lo consideran una violación de los derechos de la mujer. Pero eso no impide la emergencia y la consolidación en la industria para adultos de un estilo diferente, respecto de cualquier convención.
Diferentes estímulos y creatividad.
Erika Lust es una directora sueca afincada en Barcelona, y uno de los referentes internacionales del cine feminista. “Este nuevo cine ha llegado para quedarse”, asegura. Es licenciada en Ciencias Políticas, lleva 12 años haciendo estas producciones, y ha recibido gran cantidad de premios internacionales. Defiende su forma de hacer cine desde su propia necesidad, surgida de ver tanto sexo explícito barato, vulgar, y sin apelar a algún contenido. Su productora tiene un equipo técnico compuesto en un 90% de mujeres.
Erika Lust en acción.
Otra estrella nacida de esta pornografía es Lucie Blush, una francesa de 29 años que hace tres que viene dirigiendo sus propias producciones porno-feministas. Su primer film detrás de la cámara, El interior de Alicia, fue seleccionado hace dos años en los Feminist Porn Awards de Toronto, premiación que equivale a los Oscar del cine erótico.
Lucie Blush, otra exponente del género.
En los sets de estas películas, a los actores se les pregunta “cuáles son sus deseos, y qué quieren hacer”, aclara Paulita Pappel, actriz porno, directora del Porn Film Festival de Berlín (realizado en octubre), y Licenciada en Literatura Comparada por la Universidad Libre de Berlín. En esas charlas previas también verifica los límites de cada uno y sólo después se graba, con la particularidad de que no se les pide que hagan una cosa o la otra, sino que se los deja tener sexo como quieran. Así, la cámara tiene un seguimiento más documental. Los actores son parte del proceso creativo del guión. Son mayores de 21 años, para que tengan un poco más explorada su sexualidad.
Erika Lust en un rodaje.
La otra condición para estas películas es la diversidad: sus actores no cumplen siempre con los estándares de belleza de moda. Y la última -y fundamental- es que el placer sea para todos y todas. Especialmente porque el porno tradicional enfoca sólo en retratar a la mujer como objeto de deseo del hombre. Ni siquiera cuando comenzaron la producción de porno lésbico lo hicieron para satisfacer a mujeres lesbianas: "simplemente ha representado una fantasía masculina de lo que creen que es el sexo lésbico, para excitar de nuevo al hombre”, reflexiona Erika Lust.
Escena de una película de Lust.
Pappel es madrileña, tiene 28 años y lleva más de una década viviendo en Berlín. Se ha ganado un sitio en el cine para adultos feminista, y tras destacar como actriz, ahora también se atreve como realizadora con su primer corto, presentado en el Pornfilmfestival Berlin. Se titula Female Ejaculation, y está centrado en el fenómeno asociado al orgasmo femenino.
Para el placer femenino.
Este tipo de cine promueve la lucha por liberarse de la previsible narrativa cuyos guiones son del estilo "chico toca timbre a chica inquietante, chica se desnuda, sexo oral, más sexo, eyaculación en la cara", y toda la obviedad que se espera. Las realizadoras intentan demostrar que todo esto queda muy corto para lo que es la sexualidad, se transforma en un aburrimiento previsible y por eso el porno feminista expande el horizonte.
En plena filmación.