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Cita con Videla: las confesiones sobre los crímenes y las atrocidades del dictador

Entrevista con la autora Vanessa Cerone.

por Matias Ayrala

23 Marzo de 2022 15:51
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En 2005, Vanessa Cerone cursaba la carrera de Periodismo y tenía solo 20 años. Mucho tiempo antes, cuando leyó sobre los horrores que habían llevado adelante los responsables militares y civiles de la última dictadura en Argentina, soñó con entrevistar a uno de los personajes más nefastos de la historia argentina: Jorge Rafael Videla

Así llegó hasta la puerta de la casa donde vivía el dictador, impulsada por una de las materias de la carrera. Tenía toda la fe en lograr su objetivo. Y también una carta para convencerlo. Tocó timbre. El militar y condenado por delitos de lesa humanidad, atendió. Y así comenzó una historia que finalizó en 2019 con la publicación de Cita con Videla, las confesiones del dictador a una estudiante de periodismo, el primer libro de Cerone.

Durante cada capítulo, la directora del diario Panóptico Sur hace un repaso de los diversos encuentros que tuvo con el dictador a lo largo de los años tanto en su hogar como en la cárcel, donde murió en 2013, a los 87 años. Sin dudas, el libro es un documento histórico que plasma el pensamiento y la ideología de uno de los criminales que tuvo la Argentina y lo que pensaba sobre la democracia, los 30.000 desaparecidos, la militancia peronista, el robo y apropiaciones de menores, las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, Cristina Fernández y Néstor Kirchner, y hasta la bronca hacia Mirtha Legrand

-¿Cómo surgió la idea de entrevistar a uno de los personajes más siniestros de la historia argentina siendo tan joven?-A mí también me sorprende hoy que hice eso con solo 20 años. Tenía el ímpetu de una adolescente rebelde que se lleva el mundo por delante. La idea surgió cuando yo tenía 15 años. Siempre me interesó mucho la historia, siempre fui muy curiosa y una vez llega a mí La Carta Abierta a la Junta de Rodolfo Walsh a través de una revista. Así empiezo a enterarme de lo que pasó en nuestro país entre 1976 y 1983, en la que se hablaba de personas desaparecidas, torturas, asesinatos y gente arrojada con vida al Río de la Plata y no podía creer lo que estaba leyendo. Para mí era algo nuevo e inexplicable. Por eso, siempre quise saber por qué había pasado eso en mi país y quería saber quiénes habían sido los responsables. Entonces de la adolescencia siempre me quedó eso de averiguar todo sobre la dictadura y poder tener enfrente a alguno de los responsables. Con el tiempo, me di cuenta leyendo la historia, que si hubiese vivido esa época también podría haber sido una desaparecida. Cuando terminé la secundaria, ingresé a la facultad para estudiar la carrera de Periodismo. En una de las materias que se llamaba Trabajo de campo, una de las profesoras nos dijo que teníamos que elegir a un personaje, alguien reconocido, y entrevistarlo para poder aprobar la materia. Ahí yo le dije que quería entrevistar a Videla. La profesora me dijo que si pensaba que podía lograrlo, que lo hiciera.

-¿Y qué hiciste?-Averigüé la dirección de Videla, fui y le toqué timbre. Sabía que era difícil. Era un personaje que no daba entrevistas a mediados de los 2000. Y por las dudas, preparé una carta. Cuando toqué timbre, me atendió él porque estaba con prisión domiciliaria en aquel momento. Me dijo: “No es mi gracia dar declaraciones”. Le dije que le dejaba una correspondencia y me indicó dónde la tenía que dejar. Pasaron unos días y un día cuando vuelvo, encuentro a mi familia con un susto terrible.

-¿Qué pasó?-Esa noche volví y apenas abro la puerta, mi papá me dice: “¿Qué hiciste?”. Yo no sabía de lo que me hablaba. Entonces me contó que sonó el teléfono y que cuando atendió, del otro lado un hombre le dijo que hablaba Jorge Videla y quería hablar conmigo. Lo primero que pensó era que había ido a increparlo a la casa. Pero no sabía que tenía un objetivo periodístico y que mi sueño era escribir el libro en el futuro.

-¿Cómo fue mantener la compostura frente a uno de los máximos responsables de la última dictadura militar?-Siempre digo que cuando me pongo el traje de periodista soy inherente a todo. Fui con un objetivo que era entrevistarlo para después tener mi sueño que era el libro. Iba solo por una entrevista que no había conseguido casi nadie. Después, con el tiempo, Ceferino Reato sacó un libro y Seoane y Muleiro lo habían hecho mucho antes con el libro El dictador, aunque fueron muy pocas las declaraciones que obtuvieron. Pero como te decía, para lograr mi objetivo tenía que ir de una manera cordial y ser fría. Ponerme el traje de periodista y simplemente limitarme preguntar y escuchar. Al principio tenía nervios y miedo porque sabía a quién iba a tener enfrente.

-Después de la primera entrevista, tuvieron una especie de vínculo que duró años porque hubo varios encuentros con Videla.-Sí, claro. Obviamente después de que le pido seguir entrevistándolo y le cuento que mi objetivo era escribir un libro, lo comienzo a ver con un poco más de frecuencia. A veces lo veía una o dos veces por año. A veces pasaban dos años y no lo veía. Pero fueron distintas etapas. También fue difícil escribir todo lo que me tocó vivenciar. Entonces, por momentos, pensaba que dejaba todo ahí y no hacía el libro. Y en otros momentos, volvía a entrevistarlo y decía cosas nuevas entonces volvía a pensar en hacer el libro. Sobre el vínculo en sí, te puedo decir que en algunos momentos me sorprendió cómo reaccionaba hacia mí. En un momento, por ejemplo, creo que fue en la segunda visita, yo estiro la mano para saludarlo, y él me pone la mano en el hombro y me da un beso en la mejilla. O después, en otras de las visitas, cuando me estoy yendo me dice que me abrigue porque seguramente hacía frío. Yo creo que él estableció más un vínculo de su parte, que yo con él y que vio en mí la imagen de una adolescente que podría haber llegado a ser su nieta. Y que él estaba más interesado en contar toda su historia porque estaba falto de vínculos. En ese momento, estaba en prisión domiciliaria y solo lo visitaba su familia, y algunos amigos. También se vio sorprendido porque yo estudiaba en un instituto que se llamaba Monseñor Jorge Novak (N. del R: fue el primer obispo de la diócesis de Quilmes y un férreo defensor de los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar), y eso le había llamado mucho la atención, como que lo sintió como un desafío recibirme a mí, no sabía con qué se iba a encontrar.

-¿Demostró algún tipo de temor hacia vos?-En un momento me dijo que se arriesgó al recibirme porque, tranquilamente, podía haber entrado a su casa y matarlo. En cuanto al vínculo, un día de diciembre me llamó para desearme felices fiestas. Lo que fue gracioso fue cómo se presentó. Llamó al teléfono de mi casa y me dijo: “Hola, habla Jorge Videla, de la calle Cabildo”. Como si yo no supiera quién era. Durante muchos años lo entrevisté hasta la última vez que lo vi en la cárcel de Bower.

-¿Te permitió grabar las entrevistas?-No, las únicas condiciones que puso fueron que no lo podía grabar y que no le podía sacar fotos.

-¿Por qué no te dejaba grabar?-Me dijo que cualquier cosa que dijera le podía dar problemas. En ese momento, él estaba en prisión domiciliaria y creía que lo que pudiera decir le podía generar más conflictos, más juicios o volver a la cárcel común. Otra condición que me puso es que yo tenía que esperar para publicar todo hasta después de su muerte.

-En el libro, además de la voz del dictador, está muy presente la voz de la mujer de Videla, Alicia Hartridge, que participaba de la entrevista de manera muy activa. ¿Cómo fue la relación con ella y con el resto de los familiares de Videla?-Ella siempre estaba presente cuando lo entrevistaba a Videla. Cuando estuvo en su departamento siempre había más gente, como sus nietos o alguno de sus hijos. La primera vez que entré, quien me abrió la puerta fue una de sus nietas. Pero la que siempre estaba era su esposa, que estaba siempre sentada al lado. Y acotaba muchísimo en algunas cosas. La primera vez, ella me increpó.

-¿Qué había pasado?-Cuando nos sentamos. Videla me pregunta por qué lo había elegido a él para entrevistarlo. Y yo me quedé callada. No sabía cómo explicarle que porque era el símbolo de la dictadura, el hijo de puta, el dictador. Entonces ella me miró y me dijo: “Dale. Decilo, decilo”. Entonces le dije: “Porque usted fue un dictador”. Y cuando fui a verlo a la cárcel, ella también siempre estaba a su lado. El vínculo siempre fue formal con ella. Me trató con respeto.

-¿Recibiste algún tipo de crítica de colegas periodistas o de la militancia por los Derechos Humanos sobre el libro y lo que dice Videla?-No, no tuvo críticas. Me pasó que lo edité cuando empezó la pandemia de coronavirus. El libro no tuvo la difusión que yo esperaba. Me moví a través de redes sociales. Lo leyeron, en principio, algunos colegas y de a poco se empezó a hacer conocido. Creo que para mis colegas periodistas este libro es lo que cualquiera hubiera querido hacer: entrevistar a uno de los máximos responsables de la última dictadura. Fue un desafío. Y muy interesante poder preguntarle todo lo que pasó en nuestro país.

-En una parte de la entrevista habla del robo y de la apropiación de menores. Es uno de los puntos más oscuros porque casi que habla sobre un plan sistemático.-En realidad, cuando le pregunté sobre el robo de bebés, él me dijo que lo que hacían era alojar a los bebés de las personas detenidas en lugares como en Casa Cuna y que la idea era restituirlos. Decía que esperaban que los familiares los fueron a buscar. En esa parte fue muy escueto. También repitió que la idea no era apropiárselos. Pero que pudo haber sucedido que lo hayan hecho. De alguna manera, lo justificó.

-¿Se mostró arrepentido en algún momento?-Se contradijo muchas veces. En una de las primeras notas, me dijo que él nunca había querido ser presidente y que le tocó asumir porque era su responsabilidad. Cuando le pregunté si se arrepentía de algo, me dijo que no se arrepentía ni de su cargo como presidente, ni de su carrera militar, y que él había hecho todo lo que tenía que hacer. Que había cumplido con sus responsabilidades. Cuando le pregunté por los desaparecidos, no hubo arrepentimiento. Nada. También negó que fueran 30 mil desaparecidos. Dijo que cuando el Estado dio la compensación económica fueron 8.000 familias. Y que no eran desaparecidos sino que eran muertos. No estaba arrepentido en nada. Por eso decía esas barbaridades.

-En un punto opinó sobre las Madres de Plaza de Mayo y también sobre las Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Qué dijo?-Él hizo una diferenciación. Cuando les pregunté por ellas y qué les diría si tuviera un encuentro. Y me repregunta: “¿A cuáles te referís? ¿A las que sienten el dolor de haber perdido un hijo o a las que usaron la desaparición de sus hijos para hacer política? A unas trataría de consolarlas y darles respuestas. Con las otras no se puede hablar porque usaron la muerte de sus hijos para hacer política". Me pareció una respuesta muy chocante porque hizo una diferenciación entre Madres y Abuelas. Fue muy fuerte eso. 

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